viernes. 19.04.2024

La crisis del bipartidismo puede ser positiva

Según todos los indicios los resultados en las próximas elecciones implantarán en el panorama político español el tripartidismo...

Según todos los indicios los resultados en las próximas elecciones generales implantarán en el panorama político español el tripartidismo, rompiéndose el bipartidismo inaugurado en la transición, que convivía con IU, los partidos nacionalistas de derechas y de izquierdas en Cataluña y Euskadi. El resto de las opciones políticas representaban un papel marginal, salvo en los ámbitos políticos municipales y autonómicos.

La crisis del bipartidismo se ha producido durante esta legislatura, ya que una parte importante de la ciudadanía española ha dejado de confiar en los dos grandes partidos, al responsabilizarlos de la crisis económica actual. Sorprende que tanto el PP y el PSOE no fueran conscientes de esta circunstancia, y eso que ambos contaban con abundantes y conspicuos asesores, lo que es una prueba incuestionable de su desconexión del sentir de la calle.

Para constatar la crisis del bipartidismo, podemos fijarnos, entre el PP y PSOE contaron entrambos 73,39% en las elecciones generales del 2011;  83,8% en 2008, 80,3% en 2004,  y 78,7% en 2000.  Según la encuesta de Metroscopia realizada entre 30 de enero y 1 de febrero de 2013, el PP tenía una estimación de voto del 23,9% frente al 23,5% del PSOE. Por ello, entrambos el 47,4%. Según Metroscopia de febrero actual la intención del voto sería la siguiente: Podemos, el 27%; PP, el 20,9%; PSOE, 18,3%; Ciudadanos, 12,2%; IU, 6,5%; UPy D, 4,5%. Entre el PP y el PSOE no llega al 40%. Como anunció ya el estudio Tendencias  políticas y electorales 2012. Siete tendencias críticas de la evolución política en España, del Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales (GETS) dirigido por José Félix Tezanos y  Verónica Díaz Moreno, profesores de Sociología (UNED) se ha roto la dinámica política inaugurada desde la transición, cuya característica fundamental era  que los retrocesos en los apoyos al partido de gobierno iban acompañados automáticamente por el ascenso simultáneo del principal partido de la oposición, de acuerdo con el “efecto balancín”: cuando un partido subía no lo hacía siempre –y solo– por virtudes propias, sino porque el otro partido bajaba. Este “efecto balancín” todavía influyó en las últimas elecciones municipales, autonómicas y generales del 2011, beneficiando claramente al PP. Sin embargo, ahora, el PP está sufriendo un fuerte desgaste electoral,  sin que aumenten los votos del PSOE. Es decir, el “efecto balancín” ha dejado de operar, y con ello las perspectivas de una automática alternancia. Esta es la realidad.

La gran novedad es la irrupción con una extraordinaria fuerza de Podemos, que incluso según algunos sondeos electorales se convierte en primera fuerza política. También es destacable que ocupe el cuarto lugar con el 12,2% Ciudadanos. De aquí a las elecciones habrá cambios, mas las encuestas marcan unas tendencias. Lo más probable es que se decante y reparta el voto hacia las tres grandes opciones: Podemos, PP y PSOE, por este orden en cuanto a las preferencias electorales. Sería una sorpresa mayúscula que Podemos alcanzara la mayoría absoluta, por lo que tal posibilidad la descarto.   Eliminada cualquier opción de un gobierno Podemos-PP, no quedan más que PP-PSOE; o Podemos-PSOE. La primera es la más factible, a la que se incorporarán si es necesario para gobernar otros partidos políticos, que pueden ser de carácter estatal o autonómico. Es la llamada “gran coalición”, siguiendo el modelo alemán, que, sobre todo, las cúpulas de dirigentes del PP y del PSOE no la descartan. Justificarla sería muy fácil. Todos los grandes poderes políticos, económicos y mediáticos perfectamente orquestados construirían un relato mendaz sobre su necesidad, apelando al patriotismo, para evitar el caos que supondría la llegada al poder de Podemos. El gran beneficiado de este coalición sería el PP y el gran perjudicado el PSOE, al no admitirla la militancia socialista. Es muy probable que su desenlace fuera el mismo que el del PASOK: una auténtica hecatombe.

La otra opción Podemos-PSOE es la preferida, otra cosa es de sus dirigentes, por los militantes y simpatizantes de ambos partidos, tal como he podido comprobar en distintas conversaciones de calle, además que muchos de los posibles votantes de Podemos fueron con anterioridad del PSOE. No obstante, tal opción parece poco probable si tenemos en cuenta los ataques de los dirigentes del PSOE hacia Podemos, al considerar que el partido de Pablo Iglesias le está ocupando su espacio electoral. Y si es así, se debe al  lógico desencanto de mucho votante socialista hacia las políticas del PSOE, sobre todo en la última etapa de Rodríguez Zapatero. Mas esto es claro y no creo sea necesario insistir más. El PSOE hasta hoy mismo su estrategia hacia Podemos se ha visto sometida a múltiples cambios desde las elecciones europeas, pasando:  desde ignorarlo, después a atacarlo primero  sin citarlo con el apelativo de “populista” y luego ya por su nombre. Por lo que parece el PSOE ya tiene asumido que si quiere recuperar a su electorado antiguo que ve con buenos ojos a Podemos, no es conveniente endurecer las críticas a Podemos, porque eso puede provocar que su votante extraviado se sienta insultado y tenga la impresión de que el PSOE está cercano al PP. Desde Podemos parece que se han dado cuenta que los ataques hasta ahora  tan duros contra el PSOE, han surtido un efecto contrario al deseado, en vista a conquistar a los antiguos votantes socialistas, ya que se les calificaría de estúpidos por haber votado con anterioridad al PSOE. Por todo ello, según los indicios ambos partidos van a dirigir sus ataques contra el PP. Ojala esta nueva estrategia sea una premonición de una futura coalición. De momento los socialistas evitan hablar de alianzas. Podemos ha dicho que no descarta  pactar con el PSOE, nunca con el PP, pero solo si los socialistas dan un giro radical a sus políticas.

Siguiendo los comentarios de José Félix Tezanos y Verónica Díaz Moreno, en principio los ciudadanos consideran que la crisis del bipartidismo es nociva per se, argumentando que  habrá dificultades para formar mayorías de gobierno, lo que hará inevitables los gobiernos de coalición, y de ahí concluyen: aumento de la inestabilidad política y una erosión de su credibilidad.  Esta consideración puede ser errónea. En España ha sido usual la formación de gobiernos con mayoría absoluta, que han conducido a las políticas del rodillo, que hacen innecesarios los pactos con otros partidos  para desarrollar sus programas, como los tres primeros gobiernos de Felipe González, el segundo de José María Aznar y el actual de Rajoy. Cuando no hay mayorías absolutas, y hay que negociar entre diferentes fuerzas políticas para formar gobiernos de coalición, estos no tienen que significar “per se” el que sean más inestables y carentes de credibilidad que los de mayoría absoluta. El diálogo, el pacto, el llegar a acuerdos entre diferentes fuerzas políticas es todo un paradigma de ejercicio democrático.

Además la crisis del bipartidismo puede tener un aspecto positivo, vinculado con la posibilidad de disminuir la corrupción política, su eliminación total es imposible, mientras perdure la especie humana. En un artículo Cautivos del bipartidismo (como hemos expuesto ya no existirá) de Jorge Urdánoz Ganuza, se indica que en España el dominio apabullante del bipartidismo imposibilita la libre competencia entre partidos, lo que propicia la corrupción. Esa es una realidad institucional implacable para millones de españoles que viven en las circunscripciones pequeñas, en las que no es posible la pluralidad y solo existen dos opciones. Y esa realidad dibuja, frente a la urna, una alternativa diabólica: o votas PP aunque incluya corruptos en sus listas, o dejas que gane el PSOE. Y viceversa: o votas PSOE, incluidos corruptos, o dejas que gane el PP. Una indignada vio muy clara la trampa del bipartidismo: “Es un absurdo que la forma de castigar a un partido sea votar a otro con el que no se está de acuerdo”.  En el PP pueden hoy huir hacia adelante solo porque saben que, en las próximas elecciones, sus millones de votantes no tendrán otra opción que elegir entre ellos y el PSOE. Esto es, porque saben que todo aquel a la derecha del PSOE estará obligado a votarles. Y el mismo planteamiento se hacía hasta hace poco el PSOE. El menú a dos ya estaba fijado de antemano y fosilizado gracias a la ley electoral, ley que no tenían intención de cambiarla mientras les beneficiaba a los, hasta hoy, dos grandes partidos políticos.

La crisis del bipartidismo puede ser positiva