martes. 19.03.2024

Aznar el incorruptible, dixit: ¡Vae corruptis!

¿Alguna responsabilidad habrá tenido Aznar sobre tanta podredumbre en su partido, que se ha convertido en lo más parecido a un autentica fosa séptica?

Resulta extraordinariamente sorprendente que ante todos los acontecimientos vinculados con la financiación ilegal del Partido Popular, D. José María Áznar I, el incorruptible, no haya aparecido a pedir disculpas ante la ciudadanía española. ¡Qué menos! Ningún medio de comunicación le menciona, si tenemos en cuenta que tal financiación ilegal, o lo que es lo mismo corrupción pura y dura, del PP que explotó con Bárcenas, se forjó en la década de los 90, y desde 1989 hasta el 2004 el máximo dirigente del Partido Popular, fue D. José María, el incorruptible. Insisto, me sorprende que a los medios de comunicación les resulte irrelevante esta ausencia. ¿Alguna responsabilidad habrá tenido sobre tanta podredumbre en su partido, que se ha convertido en lo más parecido a un autentica fosa séptica? D. José María Áznar, el incorruptible, ha salido siempre indemne, cuando muchos de sus invitados a aquel bodorrio en el mismo Escorial han pasado por los tribunales, están en la cárcel, o a punto de estarlo. D. José María Áznar, el incorruptible, no se anduvo por las ramas, eligió el mismo Escorial, donde yacen los reyes, para coronarse como autor del milagro español, y del España va bien. Resulta hoy una auténtica tragicomedia observar el desfile de muchos de los corruptos en la nómina del PP, asistiendo engolados a aquel gran acontecimiento, mostrándose plenamente seguros de su impunidad para saquear a España en aquel presente y en el futuro. Yo no dudo de la honestidad de D. José María I el incorruptible. Por Dios, cómo voy a dudar, pero no se le ha aplicado responsabilidad alguna sobre tanta podredumbre en el PP  ni in eligendo (Una desacertada elección), ni in vigilando (falta de vigilancia). Como mínimo será responsable de los que eligió como colaboradores -¡Vaya figuras!- y una vez elegidos de falta de vigilancia de sus comportamientos, que han conducido a nuestra democracia al estado más lamentable desde la Transición.

Como historiador, me gusta recurrir a la historia. A veces la historia resulta cruel, además de colocar a cada cual en su sitio.

Quiero recordar unos párrafos del Discurso de Don José María Aznar, el incorruptible, en la Sesión de Investidura, en el Congreso de los Diputados, el 3 de mayo de 1996.

“He expresado al principio de mi intervención mi confianza de que el 3 de marzo haya abierto una nueva etapa en la política española. No podemos, sin embargo, ignorar que fenómenos preocupantes y algunas conductas graves han causado en los últimos años un gran daño a nuestra democracia y han contribuido al desprestigio de la política entre los españoles. Abordo esta cuestión con la convicción de que el sistema democrático tiene capacidad para superar los errores, vicios y deficiencias que pudieran producirse. No podemos abandonar esta vigilante preocupación. Hemos de ser cuidadosamente fieles a las exigencias del imperio de la Ley; hemos de ser conscientes de que un Estado que maneja ingentes recursos públicos debe combatir el riesgo de la corrupción con procedimientos adecuados y controles eficaces. Hay que reducir los márgenes de discrecionalidad de los poderes públicos y dar a conocer a los ciudadanos el coste real de cada servicio, de cada obra pública, de cada subvención; en definitiva, de cada peseta que sale de los contribuyentes. El Gobierno que presida impulsará decididamente la función que el Ministerio Fiscal tiene encomendada en este campo y reclamará la mayor ejemplaridad en las conductas de los responsables políticos y de los gestores públicos”.

Tales palabras eran muy oportunas en 1996 y ahora mucho más todavía, y que merece la pena ser leídas con detenimiento, si tenemos en cuenta que los populares para llegar al poder aquel año se sirvieron especialmente de la denuncia lógica de todos los casos de corrupción que se dieron durante el Gobierno de Felipe González: el caso Filesa, la huida de España de Roldán, la estafa de la directora general del BOE, los trajes de Pilar Miró... En esta tarea de acoso y derribo con apoyo incondicional de poderosos medios de comunicación destacaron los parlamentarios Federico Trillo y Luís Ramallo, auténticos azotes de la corrupción socialista, que estuvieron pidiendo constantemente responsabilidades políticas. Ramallo se hizo célebre por su persecución a Pilar Miró por haberse comprado unos trajes con presupuesto de RTVE, aduciendo que cumplía con una "obligación" que le imponía su "dignidad como español y como político". Por cierto la Audiencia la absolvió en 1993, cuando ya no era directora general de RTVE al haber dimitido con anterioridad, al no encontrar probado que hiciera las compras para un uso personal. El tribunal incidió en que Miró adquirió la ropa por necesidades de "representación" en virtud de su cargo y que los vestidos se encontraban en un armario que mandó construir en su despacho.    

Sigo recurriendo a la historia. En las elecciones generales de 1996 ganó Áznar a González. Conocidos los casos de corrupción en el debe socialista en la legislatura anterior, en su campaña el PP hizo especial hincapié en la lucha contra ella. Por ello, en su programa electoral  y en el apartado III. Fortalecer el Estado de Derecho y las instituciones democráticas, lleva un capítulo 7.  Impedir la corrupción, que merece la pena ser leído. Entre otras cosas, señala que la corrupción es el peor de los males de una democracia. Si en España se ha producido es porque los socialistas han suprimido los instrumentos de control que preservan a las sociedades democráticas del abuso de poder. El problema de la corrupción tiene soluciones. El Gobierno del PP reformará la Ley General Presupuestaria, la Ley de Régimen Local y el Tribunal de Cuentas. Regulará la publicidad en los procedimientos de contratación del sector público, para dar más transparencia. Reforzará la Intervención General del Estado. Y erradicará todas las prácticas de financiación irregular de los partidos políticos. En una sociedad democrática no debe haber ninguna zona sin responsabilidad. ¡Vae corruptis!

Con estos antecedentes, resulta, de nuevo, pertinente recurrir a la historia. Martínez Noval, del Grupo Socialista del Congreso, formuló en 10 de marzo de 1999 en el Pleno del Congreso de los Diputados, al Sr. Presidente del Gobierno la siguiente pregunta:”¿Puede usted explicar por qué lo que dijo sobre la ética y la honradez como Jefe de la oposición se ha transformado tan radicalmente como Presidente del Gobierno?”.

Contesta el Sr. Presidente del Gobierno: “Señoría, yo le agradezco mucho a S.S. su pregunta y que me dé ocasión para explicar ante la Cámara mis opiniones sobre la honradez en la vida pública y en la vida política, que sinceramente no han cambiado ni poco ni mucho desde que soy presidente del Gobierno”.

Replica Martínez Noval: “Señor Aznar, en los últimos meses vienen ocurriendo algunas cosas que mírense por donde se miren le atañen a usted como presidente del Gobierno y como máximo responsable del Partido Popular. Estando en la oposición usted recordará que utilizaba muy a menudo el discurso de la regeneración democrática. La frase que mejor recuerdo, la más resonante era aquella de que usted iba a barrer de España a los corruptos. Y ahora fíjese que está usted concernido personalmente, que uno de los muchos testigos que estos días comparecen en las causas en las que están incursas algunas de sus gentes asegura que usted personalmente recibió dinero en mano, cheques por valor de tres millones de pesetas. Y usted, como yo, sabe que a muchos españoles se les condena por la declaración de un testigo, cosa que yo no voy a hacer en estos momentos, señor Aznar, en modo alguno. Pero sí quiero decirle que repare en Madrid, en Oviedo, en Zamora, en Tenerife, en Las Palmas, en tantos lugares de la geografía española de los que no brota ahora otro discurso que el de la degeneración democrática. ¡Qué contraste, señor Aznar, con aquellas cosas que usted decía estando en la oposición! Algunas de sus gentes por toda la geografía nacional, señor Aznar, han hecho añicos su discurso anterior. Aquí tenemos un verdadero catálogo, un mapa de los problemas que usted tiene en estos momentos y aquí hay de todo, aquí hay de todo, señor Aznar”. Aquí hay corruptelas, hay corrupción y cosas insólitas como chantajes, amenazas y apaleamientos. (Protestas.) ¿Es que eso no es suficiente, señor Aznar? ¿Es que no se apercibe usted de que lo que está ocurriendo ahora consigo mismo no es lo que usted decía estando en la oposición? (Rumores.—Aplausos.)”

Contesta el Sr. Presidente del Gobierno: “Señor presidente, señorías, me ayuda mucho comprobar la sensibilidad que S.S. demuestra con estos asuntos. Hay que reconocer que es una sensibilidad muy recién nacida porque durante 14 años S.S. ha tenido enormes oportunidades de que se le recordase alguna frase o alguna acción en contra de la corrupción que ocurría entonces y más bien no se le recuerda absolutamente ni una cosa ni la otra. (Aplausos.) Yo lo que creo es que SS.SS. no pueden admitir que hoy los españoles piensen que en España, a diferencia de lo que ocurría cuando ustedes gobernaban, no existe un grave problema de corrupción. (Rumores.) Ustedes están en una estrategia, por el contrario, de desacreditar todo. Da igual lo que se diga, da igual lo que se haga, da igual las explicaciones que se pongan delante de ustedes. Ustedes lo mismo lo acompañan con la negativa a participar en una subcomisión parlamentaria dedicada al análisis y explicación de un asunto. (Rumores.—Protestas.—El señor Yánez-Barnuevo García: ¡Qué cara!)”

El señor PRESIDENTE: ¡Silencio, señorías!

El Sr. Presidente del Gobierno: “Ustedes están, señorías, en la teoría del todo vale y, naturalmente, todo vale (Protestas.), para llegar a las cosas sin hacer ningún tipo de propuesta. (Risas.) Da lo mismo hacer imputaciones falsas que romper el Pacto de Toledo, da igual una cosa que otra. Lo que ustedes pretenden al final, señorías, no sé si es comparar una época u otra (Un señor diputado: ¡Váyase!) o crear climas artificiales en la opinión pública. Les voy a decir que, en mi opinión, no lo van a conseguir. Por muchos errores que se cometiesen ahora o en el futuro en la vida política española jamás se podría igualar o superar lo que ustedes llegaron a hacer en la vida política española (Aplausos.), jamás, ni acercarse, y, desde luego, no creo que los ciudadanos españoles vayan naturalmente a aceptar ni a plantearse siquiera una alteración artificial del clima de diálogo y de convivencia política. Señorías, nosotros nos dedicamos a gobernar, no a levantar alfombras ni a hacer auditorías de infarto, y si tenemos algo que corregir, lo corregiremos (Rumores.), pero en estos asuntos, señorías, ustedes lecciones ni una. (Protestas.—Aplausos.) Gracias, señor presidente. (La señora Cunillera i Mestres: Que vuelva Ramallo.)”

Tal respuesta le sirvió de pretexto a Javier Pradera, para escribir “Queda así expedita la vía para que los militantes desvergonzados del PP interpreten las palabras de Áznar como un guiño cómplice que les invita a usar sus cargos en la Administración en beneficio propio o para la financiación irregular del partido siempre que no hagan ruido y no superen - las marcas de corrupción dejadas por los socialistas tras sus 14 años de gobierno: ¡Todavía hay margen para enriquecerse, compañeros!” Sus correligionarios del PP siguieron las recomendaciones de su líder a rajatabla.

Aznar el incorruptible, dixit: ¡Vae corruptis!