Casi todos los partidos políticos españoles están centrando sus comparecencias públicas en explicar cuál ha sido su comportamiento ante los debates sobre la formación de gobierno.
Lo que está ocurriendo en España en los últimos tiempos es un buen ejemplo –en versión pueril─ de lo que puede ocurrir en una sociedad en la que existe una mayoría sociológica y electoral de izquierdas.
La formación de Gobierno no es solo una cuestión de matemáticas electorales, sino un asunto eminentemente político.
La ausencia de acuerdos para formar gobierno en España está empezando a tener costes evaluables.
El desdén con el que Rajoy se ha tomado la posibilidad de reunirse conjuntamente con Sánchez y Rivera, solo es superado por la reacción de Iglesias.
¿Cómo podrían modificarse los apoyos de cada partido si se repitieran las elecciones? Hoy por hoy, es difícil calibrar tales cambios con suficiente precisión.
Más allá de tacticismos de corto alcance, en estos momentos la política de pactos tiene que atender tres grandes necesidades de interés general.
Con frecuencia se escucha que en España no tenemos experiencia en políticas de pactos, y que ese es nuestro problema.
Uno de los mandatos más nítidos del electorado español el 20 de diciembre fue que es preciso hablar, negociar, ceder y llegar a acuerdos.
Aunque la izquierda ha tenido el apoyo del 52% de los votantes el 20D, su fragmentación y los riesgos de falta de entendimiento hace que su posición efectiva sea más débil.
¿Alguien piensa en serio que la repetición de las elecciones va a producir resultados diferentes a los del 20-D?
Es en circunstancias como las actuales en las que se puede comprobar la verdadera talla de los líderes políticos.
El 20 de Diciembre todos hemos perdido un poco, y sobre todo ha perdido el país como tal.
Las dos cuestiones que preocupan más a los españoles, a gran distancia de otras, no han ocupado en la campaña electoral la atención que se merecían, a excepción del PSOE.