El sindicalismo debe presionar para conseguir un gobierno de cambio desde la izquierda y las fuerzas progresistas.
No hay duda que en el cercano 26 de Junio habrá una novedad que puede provocar un cambio profundo en el sistema político español.
En palabras muy descriptivas de Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer, y en este claroscuro surgen los monstruos”.
Este 1º de Mayo se debe exigir un cambio en las políticas que ponga en cuestión las que han llevado a cabo las derechas.
El PSOE siempre ha tenido reticencias a pactar con las fuerzas a su izquierda. Es una herencia que se remonta a los tiempos de Felipe González.
Hay que reivindicar ahora una vez más la actualidad de la lucha de clases.
La caída del “muro de Berlín” y del bloque soviético comportó también la entrada en recesión del papel de la socialdemocracia europea en los países de Europa Occidental.
Cada vez más sectores de la población manifiestan el rechazo al actual modelo de UE. Pero el rechazo va en dos sentidos totalmente contradictorios.
Es evidente que la virginidad y la pureza ideológica en los cargos institucionales o en la calle tienen aspectos diferenciados.
El sindicalismo de clase tiene que pasar a la ofensiva para no sólo recuperar derechos recortados sino para conseguir otros que le permitan hacer frente a la nueva situación de profunda desigualdad social.
Ya sería hora que Felipe González y el resto de “dinosaurios” del PSOE desaparecieran de la escena política del país.
Hace falta que la nueva política establezca relaciones y alianzas con el movimiento sindical y que no dude en querer ser el representante político de la clase trabajadora.
La crisis del bipartidismo ha situado el PSOE ante un grave problema de supervivencia política.
El resultado de las elecciones establece una fuerte dificultad para establecer alianzas sólidas para gobernar tanto desde la derecha como desde la izquierda.