sábado. 20.04.2024

Zapatero, Sarkozy y la Cumbre del G-4

Sea como fuere, frente a la crisis financiera iniciada en los Estados Unidos, Sarkozy ha decidido convocar en los próximos días una reunión del G-4, es decir, de los estados miembros de la UE que a la vez lo son del G-8: Alemania, Francia, Italia y Reino Unido, a la que también asistirían el Presidente de la Comisión Europea, el del Banco Central Europeo y el del Eurogrupo (que incluye a países que comparten el euro).
Sea como fuere, frente a la crisis financiera iniciada en los Estados Unidos, Sarkozy ha decidido convocar en los próximos días una reunión del G-4, es decir, de los estados miembros de la UE que a la vez lo son del G-8: Alemania, Francia, Italia y Reino Unido, a la que también asistirían el Presidente de la Comisión Europea, el del Banco Central Europeo y el del Eurogrupo (que incluye a países que comparten el euro). Lo que pone de manifiesto esa convocatoria es algo tan sencillo como grave: que la UE como tal no cuenta con los instrumentos suficientes para actuar en lo económico, no ya en una coyuntura de crisis, sino tampoco en una de bonanza.

Más allá del euro y de una insuficiente coordinación de políticas económicas, las capacidades ejecutivas y legislativas de la UE son muy limitadas. La consecuencia es evidente: no tenemos una política económica común digna de tal nombre que incluya la planificación, la regulación, la acción presupuestaria y la armonización fiscal. En otras palabras, estamos muy lejos de la unidad que la globalización y el bienestar de la ciudadanía demandan.

En ese sentido, no me cuesta reconocer que ni la Constitución Europea ni el Tratado de Lisboa (su heredero) no contienen grandes avances en el terreno de la unión económica, entre otras razones, porque los gobiernos se negaron como gatos panza arriba a aceptarlos, frente a lo que proponíamos un día sí y otro también bastantes parlamentarios miembros de la Convención que elaboró aquella primera Carta Magna de la UE.

Sin embargo, la entrada en vigor de Lisboa ayudaría a abrir esa puerta, al facilitar la reforma del Tratado y dar más capacidad de propuesta en tal sentido al Parlamento Europeo. Así que, una vez conseguido que la UE cuente con una nueva norma de funcionamiento que mejore sustancialmente la actual (el Tratado de Niza), habrá que seguir profundizándola en el terreno de lo económico y social. Después de Lisboa, será precisa una Constitución Europea que incluya lo económico como una prioridad: tan claro como eso.

Sería, como siempre, un grave error disparar en estos momentos de crisis sobre el pianista, o sea, la UE. Y, sin embargo, veo a muchos cazadores cargando las escopetas a tal fin. Si la UE no actúa más en esta crisis es porque el voluntarismo político no puede sustituir a unas inexistentes competencias constitucionales. Y en eso la verdadera responsabilidad es de muchos gobiernos.

Zapatero hace bien en decir a Sarkozy que más que acudir a su invitación de consolación (por la participación de España en la citada reunión del G-4), prefiere echar la carne en el asador del Consejo Europeo que tendrá lugar en un par de semanas, aplicando al máximo el método comunitario. Ahora bien, nuestro país debe estar a la cabeza de que la UE deje de ser un enano político por carecer, por ejemplo, de instrumentos de política económica.

Las próximas elecciones europeas serán, sin duda, un buen momento para abordar una cuestión que nos afecta en lo más importante de nuestra vida cotidiana. Si así se explica, los ciudadanos irán a votar. Si seguimos diciéndoles �sin razón- que la UE no pinta ni pintará nada, ni está ni se la espera, se abstendrán. Y en ese caso ganarán terreno los antieuropeos y los populistas: los resultados de las recientes elecciones generales en Austria están ahí para demostrarlo.

Carlos Carnero Eurodiputado por el PSOE

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