viernes. 29.03.2024

Yo no quiero ser chino

Son hermosos esos ojos rasgados que hacen de sus mujeres un misterio horizontal. Contrasta con esa dictadura vertical que aplasta a millones de personas, que les arrebata sus derechos más elementales y que ejercita la pena de muerte como katana perpetua. El régimen chino, no obstante, entra en el grupo de adorables dictaduras.

Son hermosos esos ojos rasgados que hacen de sus mujeres un misterio horizontal. Contrasta con esa dictadura vertical que aplasta a millones de personas, que les arrebata sus derechos más elementales y que ejercita la pena de muerte como katana perpetua.

El régimen chino, no obstante, entra en el grupo de adorables dictaduras. Nos chorrean el alma los derechos humanos, la defensa de la libertad, despreciamos a Mubarak o Gadaffi, pero nos sobran los escrúpulos libertarios cuando de hacer negocios se trata. Zapatero visitó China para apretar lazos económicos. María Teresa Fernández de La Vega eludió pronunciarse sobre su régimen político argumentando que nadie debe interferir en cuestiones internas de otros países. Escapatorias farisaicas porque avergüenza reconocer que ante el dinero, todos doblamos la rodilla.

Las grandes empresas españolas, cuyos nombres están en la mente de todos, acuden a la mano de obra barata de países sometidos a la esclavitud de dictaduras políticas o la humillante esclavitud de la pobreza. Por una limosna diaria ruin y miserable estas empresas obtienen grandes beneficios vendiendo en sus lujosas tiendas los artículos manufacturados por estómagos retorcidos. Y esos empresarios, con cuentas corrientes enriquecidas de sangre, son presentados como modelos a seguir para conseguir una prosperidad personal y nacional.

La reforma laboral ha caído de parte de los empresarios aplastando los derechos adquiridos desde la transición hasta ahora. El despido es casi un macabro regalo. Sus causas incomprensible (Piénsese en las bajas laborales justificadas por enfermedad). La disminución del salario por capricho del empresario, la movilidad de turnos o de lugar por conveniencia hasta tener que residir en Laponia, el ataque a los sindicatos, a la ley de huelga, los recortes, eufemísticamente llamados reformas, y todo ese acompañamiento que hace del trabajador un esclavo del capitalismo más crudos y descarnado. El hambre que se encierra en la dignidad disimulada de muchos hogares españoles, los desahucios diarios por incumplimiento del pago de unas hipotecas concedidas con el engaño de una olla express o una mantelería con vajilla. Gente dispuesta a trabajar muchas horas por cuatrocientos euros, porque más “cornás” da el hambre. Millones de parados hartándose de espera para extender la mano en la acera del INEM, jóvenes sin futuro, sexo de fin de semana porque dan rubor las estrellas de lunes a viernes, cajeros-vivienda-dormitorio tapados con Don Simón anestesiante, olvido necesario de una ayer de besos, caricias, hijos y cinturas encantadas. Eso fue el ayer, lejano como un horizonte en las espaldas. Hoy es el hambre, la miseria, el bocadillo sobrante del bar, el contenedor escupido de Carrefour.

¿Es España esta España? ¿La del AVE, los visones-Goya-Serrano, los del lujo aumentado un 25% con la crisis, Macarenas enjoyadas, Trianas de rayos uva, Cristos gitanos por Sevilla con peineta, cruces de Cospedal penitente. España salida de una dictadura negra. Despreciando tricornios dislocados de pistolas. Enfermos orgullosos de una sanidad dispensadora de vida, de una educación creadora de futuro, de una libertad de acción, de amor, de esperanza de vida, de una Europa ancha como el mar?

Nos están abaratando. Somos un saldo en el mercadillo del miedo. Está el susto en cada esquina, la amenaza en cada sombra, la condena en cualquier silencio.

Déjenme morir en paz. Yo no quiero ser un chino.

Yo no quiero ser chino
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