viernes. 29.03.2024

Y si volvemos a empezar

Los sonoros y contundentes resultados electorales cosechados por los progresistas y personas de izquierdas en las últimas elecciones anuncian una lenta y pesada digestión en ese campo. Una digestión que pasa por metabolizar el resultado, aceptar el nuevo tablero de ajedrez institucional en el que nos movemos; pero también proponer nuevas ideas, nuevas acciones, nueva cultura, nuevas imágenes.

Los sonoros y contundentes resultados electorales cosechados por los progresistas y personas de izquierdas en las últimas elecciones anuncian una lenta y pesada digestión en ese campo. Una digestión que pasa por metabolizar el resultado, aceptar el nuevo tablero de ajedrez institucional en el que nos movemos; pero también proponer nuevas ideas, nuevas acciones, nueva cultura, nuevas imágenes. Es decir, recuperar ideología a la vez que realizar política en tiempo real. Para algunos, puede ser muy cómodo gestionar oposición contra gobiernos de mayorías absolutas. Para otros, festejar la alegría en casa del pobre. Pero no se trata de gestionar la oposición; tampoco de dar una patada al tablero del ajedrez institucional. Se trata de la imperante necesidad de perfilar un nuevo relato.

Una nueva narrativa en la que la agenda europea ocupe un principal lugar. No se puede seguir desatendiendo los proyectos políticos de Europa cuando éstos forman parte e influyen en nuestra vida cotidiana. Es preciso vulgarizar Europa. Así como la prima de riesgo se ha hecho popular también los eurodiputados españoles, como expresión política, de izquierdas deben hacerse relevantes.

En este nuevo relato de la izquierda es preciso reeditar el llamado contrato social. El acuerdo que une y delimita lo público con lo privado, lo común con lo individual. Una nueva edición desde los nuevos derechos de ciudadanía, desde los nuevos retos que presenta una sociedad envejecida y desde la necesidad de innovar la administración pública en su relación con la sociedad. En definitiva, relanzar el discurso de lo público en la sociedad, incrustando conceptos tales como ética pública, participación, transparencia, responsabilidad social, eficacia y eficiencia. Y teniendo en cuenta, que el principal valor de la izquierda se encuentra en la sociedad, en valores tales como libertad, igualdad, solidaridad, mutualismo, cooperativismo.

También hay que asumir un relevo generacional en las direcciones de los partidos. No como un mero modismo o un deseo por arrinconar la experiencia. Las nuevas generaciones deben empoderarse de su futuro, no dejando que las anteriores se lo determinen.

Las ideas no viven sin organización y ante nuevas ideas, nuevas organizaciones. Las actuales estructuras partidarias son más propias de los inicios del siglo XX que de los del XXI. Secretario General, Comité, Asamblea… son términos que nos evocan a siglos pasados. Las organizaciones partidarias deberán de ser más liquidas, más abiertas, más difusas en su relación con la sociedad. Y sobre todo, establecer redes de complicidad con los movimientos sociales organizados, especialmente con los sindicatos de clase.

Para todos estos retos hacen falta ideas y personas desde una actitud de diálogo. Que desarrollen Suma Positiva desde la mezcla, la heterodoxia y actitud amable. Sobran en el espacio de la izquierda las actitudes intolerantes, sectarias y cainitas.

En definitiva, la izquierda debe volver a ser lo que ha sido durante muchos años, motor de la historia.

Y si volvemos a empezar
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