viernes. 29.03.2024

¿Y por qué Jordi Pujol iba a ser menos?

Se ha pasado gradualmente de una afirmación que, ante los casos de corrupción de los años ochenta y noventa, se caracterizaba por la consideración de «no es extrapolable»...

Homenaje a Primo Levi

1.- Se ha pasado gradualmente de una afirmación que, ante los casos de corrupción de los años ochenta y noventa, se caracterizaba por la consideración de «no es extrapolable» a otra que parece afirmar lo siguiente: aquí no se salva ni Dios. En aquellos entonces todavía se creía que, incluso los casos más llamativos, representaban en términos económicos el chocolate del loro; ahora todos nos preguntamos a cuánto asciende el total de las corrupciones.  Seguro que el montante global supera el chocolate de todos los loros habidos y por haber: desde los tiempos del nacimiento de la familia de estos psicotaideos hasta el final de los tiempos. De loros y cotorras, se entiende.

¿Cómo es que se ha llegado a esta situación? Me parece que, a estas alturas, podemos esbozar a grandes rasgos qué condiciones han propiciado este gigantesco lodazal. De un lado, podemos hablar de la apuesta insensata que se hizo por un modelo económico basado en la especulación; de otro lado, la aparición de una cepa difusa de quienes, siguiendo la propedéutica de aquel Zaplana, asaltó las instituciones con el objetivo «de forrarse».

El monopolio del ladrillo y sus islas adyacentes –amén de los negocios parasitarios de determinados servicios financieros-- no sólo ha tenido efectos asaz perniciosos sobre toda la economía sino que ha sido, en buena medida, el motor de la corrupción. Aquí es donde se ha dado barra libre para que se concretara el viejo llamamiento de François Guizot:  Enrichissez-vous!  Era una orden desde arriba, desdela Gorgona del poder, que se ha aplicado disciplinadamente en España.  Pero doña Gorgona no se limita a la agitación y propaganda: debe asegurar que los controles deben estar haciendo la siesta y, así las cosas, garantizar la correspondiente impunidad mediante la ocupación por parte del poder de los intersticios y covachuelas del Estado. Y para adobar más las cosas, ahí está la funesta experiencia de cómo el bipartidismo ha provocado sus conchabeos y cambalaches. Porque, ya que no era posible que se aplicaran a ellos mismos la máxima evangélica del «amaos los unos a los otros» entendieron que era práctico lo de «tapaos los unos a los otros». Más todavía, no sólo hemos asistido a la transversalidad de la corrupción; también no ha sido infrecuente que un mismo caso de corrupción implicara a exponentes de diversas formaciones políticas.

Así las cosas, era cuestión de tiempo la aparición de ese caldo de cultivo. Sin los necesarios controles y con una impunidad militante –a veces a prueba de bomba--  ¿en qué cabeza cabe que no surgiera esa cepa corruptora? Una cepa que, además, no tardó en darse cuenta que también la descentralización del Estado podía ser un espacio de mayor proximidad entre el corruptor y el corrupto. O, lo que es lo mismo, así como Norberto Bobbio habló de «la utopía al revés», la cepa captó que en la proximidad había también un terreno para la agresión a la democracia. Y el mal gobierno. Más todavía, esa cepa captó que, todavía, no existía el suficiente reproche de masas contra la corrupción. 

2.- ¿En qué medida explica todo lo anterior el caso Pujol? Tiempo tendremos para un mejor y adecuado análisis. Ahora bien, quienes se distinguen por ser almas de cántaro y angustiosamente se han preguntado ¿pero cómo es posible que Jordi Pujol haya metido la mano en la olla?, habrá que decirles que quizá la pregunta era otra. Esto es: ¿y por qué Pujol iba a ser menos? ¿Acaso no le es aplicable lo que dijo en su día Primo Levi  sobre «la toxicidad del poder?»

¿Y por qué Jordi Pujol iba a ser menos?