viernes. 26.04.2024

Vuelve el debate nuclear

El terremoto y posterior tsunami en Japón ha devuelto al primer plano el debate sobre la energía nuclear, pero el Gobierno pide calma, dice que no es el momento, bajo el impacto emocional de lo sucedido en la central de Fukushima, de tomar ninguna decisión.

El terremoto y posterior tsunami en Japón ha devuelto al primer plano el debate sobre la energía nuclear, pero el Gobierno pide calma, dice que no es el momento, bajo el impacto emocional de lo sucedido en la central de Fukushima, de tomar ninguna decisión. Zapatero tiene razón cuando pide racionalidad en el debate, la misma racionalidad que le ha faltado al ministro Sebastián cuando decía que ningún científico serio podía dudar de la seguridad de las centrales nucleares; la misma racionalidad que ha brillado por su ausencia cuando, aprovechando la subida del petróleo por la inestabilidad en los países árabes, han intentado convencernos de la inevitabilidad (otra vez la maldita inevitabilidad) de la alternativa nuclear.

En los últimos tiempos el Gobierno y la mayoría de los partidos con representación parlamentaria han ido preparando el terreno para modificar su política energética, dando mayor peso a la de origen nuclear. Para el PP ha sido una seña de identidad en la precampaña (la FAES parece una Fundación del Foro Nuclear) y el PSOE, con la inestimable ayuda de CiU y CC, ha preparado el terreno para prolongar la vida útil de las centrales actuales más allá de los cuarenta años para las que estaban programadas.

Todo esto sin debate, sin saber, al menos sin informar a la ciudadanía, que modelo de desarrollo se pretende; sin pararse a pensar que se puede reducir el consumo (son los mercaderes los que necesitan que consumamos mucho) sin perder calidad de vida; sin estudiar de qué manera (además de reducir la velocidad a 110km/h) podemos ahorrar energía.

La energía nuclear sigue siendo ingobernable. Con los años ha mejorado la seguridad de las centrales, pero Fukushima ha demostrado que, en determinadas circunstancias, es imposible de evitar un accidente muy grave y cuando esto sucede, el resultado es devastador, con importantes pérdidas económicas, ecológicas y, lo que es más importante,  repercusiones sanitarias difícilmente controlables y evaluables.

Es muy poco probable que coincidan fenómenos como los ocurridos en Fukushima pero es imposible prever todas las circunstancias (terremotos, inundaciones, robos, sabotajes…) que pueden producir efectos similares. Y la cosa se complica más si hablamos de los residuos, ¿Quién puede garantizar la estabilidad del lugar donde se depositen, durante miles de años?

Una de las ventajas de la energía nuclear, según sus defensores, es que resulta más barata que las renovables. Depende de que partidas se tengan en cuenta. Desde luego no si se contabilizan los costes derivados del tratamiento de los residuos. En cualquier caso, la tendencia es favorable a las renovables, pues mientras estas se irán abaratando progresivamente, las nucleares incrementaran sus costes en seguridad. Todo esto sin cuantificar el impacto económico que supone para un Estado un desastre como el de Japón, que no tenemos porque pagar los ciudadanos.

La apuesta nuclear no nos proporciona mayor autonomía pues, al igual que el petróleo, tenemos que importar el combustible para las centrales. Además, al actual ritmo de consumo, las previsiones más optimistas indican que el uranio se agotaría en 80-100 años. A pesar del optimismo tecnológico, de la fe en la ciencia de algunas personas (hay quien piensa que la humanidad será capaz de resolver a tiempo todos los problemas, incluso la transmutación de los residuos en elementos no radiactivos y con obtención de energía), lo más prudente sería apostar por otras alternativas.

En España este es un buen momento, sin agobios (tenemos capacidad de exportar energía eléctrica) de abrir el debate energético, de que cada partido político ofrezca sus alternativas y que la sociedad se pueda pronunciar.

La política energética tiene un claro componente ideológico, depende de qué prioridades se tengan, de qué modelo de desarrollo social se pretenda. A partir de un cierto nivel, un mayor consumo de energía no implica más calidad de vida, Dinamarca consume la mitad de energía por habitante que EEUU y no creo que la sociedad danesa sea más infeliz, este más desestructurada que la estadounidense.

La energía nuclear no es la más limpia ni la más barata y es la más peligrosa, y si bien es cierto que no podemos aspirar a tener seguridad total, que cualquier actividad humana conlleva un riesgo, no por eso nos vamos a poner a jugar a la ruleta rusa. En todo caso, si alguien quiere hacerlo, por favor, que no involucre a los demás.

Vuelve el debate nuclear
Comentarios