sábado. 20.04.2024

Vísperas de nada

Las elecciones generales que se van a celebrar el próximo domingo, suponen para España como país y para sus ciudadanos, un acontecimiento de primer orden en la medida en que la situación económica y política de crisis y el horizonte de futuro incierto, ponen de manifiesto una serie de desafíos que hay que afrontar de un modo inaplazable e ineludible. En primer lugar el paro.

Las elecciones generales que se van a celebrar el próximo domingo, suponen para España como país y para sus ciudadanos, un acontecimiento de primer orden en la medida en que la situación económica y política de crisis y el horizonte de futuro incierto, ponen de manifiesto una serie de desafíos que hay que afrontar de un modo inaplazable e ineludible.

En primer lugar el paro. La situación de 5 millones de la EPA, coloca a España en una situación insostenible social y económicamente en la medida en que, un escenario de estancamiento como la que se prevé, no hará más que agudizar una crisis que puede provocar graves desequilibrios. Se necesitan medidas que tiendan a fomentar la inversión pública y privada para la creación de empleo. Sin embargo, éstas no serán afectivas hasta el momento en que el crédito circule con fluidez. Es algo que no va a ocurrir a corto plazo debido a la inestabilidad europea. Así las cosas, parece insuficiente una respuesta española, sin contar con una decidida intervención coordinada a nivel europeo.

Es aquí donde situamos el segundo desafío de España y de la sociedad española: Europa. La UE actual, gobernada por Merkel y Sarkozy necesita reconocer que sin la creación de un gobierno económico de los Estados, éstos pueden verse atrapados en una espiral de estancamiento que puede conducir a su insolvencia (como ha pasado ya en Grecia, Irlanda y Portugal). Es previsible que la evolución de los acontecimientos lleve a abrir un periodo de reformas y negociaciones e, incluso, de refundación del proyecto europeo en el que España, como cuarta economía, tiene un papel muy importante que jugar. Algo similar ocurre en el G-20. España, además de consolidar su posición, debe buscar alianzas estratégicas en la UE, para tratar de expandir las exportaciones o buscar nuevos mercados.

Un modelo que España tiene que aprender e importar es la economía basada en la innovación y la productividad. España no solo tiene un problema de empleo y de déficit, también de fisonomía económica. Las PYMES están excesivamente volcadas en sectores de actividades que en sí mismos, generan un insuficiente crecimiento. La economía española debe por lo tanto diversificarse (es necesaria una amortización industrial o empresarial en nuevos sectores como la biotecnología, la electrónica o las energías renovables).

Estos desafíos, y otros que sería largo de explicar aquí, se pueden convertir, de no encontrar una respuesta equilibrada del nuevo gobierno que salga de las urnas y del nuevo Parlamento, en una sima insalvable para este cambio de época que se está forjando. Se trata de un cambio de época en la medida en que las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales que atraviesan los ciudadanos y los Estados, están variando y ya no se explican bajo el prisma de la sociedad nacida de la segunda postguerra. Los cambios económicos vienen acompañados de los políticos y afectan directamente a la generación, circulación y control de los flujos de capital monetario y financiero, y, éstos, a su vez, devienen en consecuencias sociales en nuestra forma de vida (hábitos de consumo, acceso al mercado de trabajo, sostenibilidad del bienestar, etc).

La campaña nos ha dado muchas muestras de la precariedad de las respuestas de la mayoría de los partidos a esta encrucijada. El PP se ha limitado a decir obviedades y ha preferido no enunciar soluciones concretas a problemas específicos para no desvelar explícitamente su modelo de sociedad, sembrando incertidumbre e inseguridad. Pero el PP es un partido corporativo, lo cual significa que su ideología no está basada en fomentar la movilidad social, sino en sostenimiento de un modelo económico eficaz capaz de asegurar una sociedad natural, en donde prima la función social de la élite y la jerarquía como constructoras de la sociedad y su relación con los poderes públicos del Estado. UPYD es un partido que carece de discurso económico serio, que no tiene un plan o modelo de sociedad y que simplemente se limita a mirar a sí mismo (acabar con el bipartidismo). Este tipo de partidos, para ser bisagra, deberían plantear cuestiones más de fondo (sobre el Estado del bienestar, sobre Europa, sobre el modelo económico, sobre el mercado de trabajo, etc), y fundamentalmente, erigirse en el partido de los matices y no del brochazo. El PSOE por su parte ha insistido mucho en el diagnóstico de la crisis y en construir una salida sostenible para todos los ciudadanos, sin embargo, apenas ha esbozado algunos planteamientos sobre los retos de la construcción europea (sin duda porque es algo que debe articularse conjuntamente con la socialdemocracia europea). En cualquier caso, el PSOE es el partido que mejor ha presentado la situación y el que ha tenido ideas más específicas a problemas concretos, aunque el lastre de su gestión de la crisis las ha hecho invisibles a los electores y a los potenciales votantes, hoy en el paro. No obstante, ha construido unas bases sobre las que impulsar su propia renovación en discurso, praxis (aunque no tanto – aspecto fundamental - en modelo de partido). Izquierda Unida es a mi modo de ver, la principal decepción de esta campaña electoral. Estuvo continuamente desplegando un catálogo de críticas a PSOE y PP sin proponer una sola idea de cómo crear empleo o cómo salir de la crisis. La demagogia y el resentimiento son el combustible que alimenta Izquierda Unida. Un partido en el que la banalidad va a resultar premiada. Pero no solo eso: Izquierda Unida es un partido que tiene una concepción patrimonial de la democracia y que, a través de la manipulación y hegemonización de la memoria (que siempre es subjetiva), que se convierte en ideología política o lo que es lo mismo, la tergiversación de la Historia, critica las bases de la actual democracia. Ese hecho, junto a la recepción de tesis nacionalistas (a veces abiertamente soberanistas), le convierte en un partido oportunista, sin proyecto y anacrónico. Incapaz por lo tanto de forjar un modelo de sociedad en estos tiempos de profundas transformaciones.

El cambio de época que estamos atravesando, exige mensajes bien construidos, respuestas claras y sobre todo, pedagógicas. Pero en la campaña electoral (que es el precedente de lo que nos espera en adelante), no hemos asistido más que a discursos llenos de ambigüedades sin contenido, endogámicos, más centrado en criticar a los demás partidos que en propuestas bien reflexionadas. Las elecciones son, de cumplirse los pronósticos, las vísperas de nada: el previsible nuevo gobierno del PP y las nuevas cortes, con un PSOE muy debilitado y en crisis, unido a partidos inanes y sin discurso como UPYD e IU, junto con el tradicional papel egoísta de los nacionalismos, plantean un horizonte bastante negro para el futuro de España y de su sociedad en medio de un desafío global de consecuencias imprevisibles. Caminamos con paso firme hacia la prolongación de una época oscura en la que España parece haberse instalado desde hace años.

Vísperas de nada
Comentarios