viernes. 29.03.2024

Vísteme despacio

Siete meses de interinidad gubernamental, con dos consultas electorales de inciertos resultados, no pueden sustituirse ahora por una carrera precipitada hacia una solución de emergencia que camufle el auténtico objetivo de dotar a España de una dirección política sólida, con un programa de regeneración institucional y respuestas concertadas ante los grandes retos nacionales e internacionales. No basta, por tanto, con vestir a alguien con el ropaje de Presidente, sin garantizar, al mismo tiempo, unos mínimos recursos de autoridad y apoyos parlamentarios para abordar las reformas, urgentes e inexcusables, que demandamos millones de españoles y españolas. Por encima de los nombres y de las incompatibilidades personales alimentadas con el intercambio de descalificaciones verbales durante las duras campañas que hemos soportado, debiera situarse una negociación basada en proyectos programáticos concertados, negro sobre blanco, en documentos públicos y revalidados en sede parlamentaria.

Con diferencia a lo ocurrido el 21-D, el líder el partido más votado ha decidido dar un paso hacia adelante e iniciar conversaciones de tanteo con diferentes grupos para sondear la posibilidad de contabilizar apoyos suficientes en una sesión de investidura. Los “pactómetros” echan humo y se escudriñan los votos minoritarios con la intención de romper la imagen de soledad del PP, tan real como su indiscutible ascenso en los comicios del 26-J. Estas maniobras exploratorias han dado, hasta el momento, magros resultados aunque sí han servido para obligar a pronunciamientos simultáneos de los restantes grandes partidos, que aún no han sido convocados al Palacio de la Moncloa. Excluida la posibilidad de cualquier entendimiento con Unidos Podemos y las fuerzas independentistas, la lógica más elemental conduce a que todos los esfuerzos de Mariano Rajoy se dirijan a lograr un respaldo de Ciudadanos, sin excluir un pacto de Gobierno, y una abstención del Partido Socialista en algún momento del proceso. Parece inviable reproducir el intento de Pacto transversal impulsado por Pedro Sánchez anteriormente, a tenor de las rotundas declaraciones de Albert Rivera.

Así las cosas, de nuevo las miradas están puestas en el propio debate existente en el seno del Partido Socialista y en los matices de las declaraciones formuladas por los dirigentes regionales tras sus conversaciones con el Secretario General, que mantiene un prudente silencio en vísperas del Comité Federal. En paralelo a esas manifestaciones, y como es lógico en una sociedad mediática, las personalidades políticas con acceso a las tribunas informativas no rehúyen dar a conocer su planteamientos y generar corrientes de opinión, o hacerse portavoces de ellas. En ese sentido, nadie puede ignorar el impacto y la repercusión del artículo publicado por Felipe González en El País que ha marcado inmediatamente el tono de la actualidad y el contenido de las innumerables tertulias que sustituyen el vacío parlamentario.

Convendría no olvidar, sin embargo, lo cambiante del interés informativo y el corto recorrido de algunas noticias en un país acostumbrado a desayunarse cada mañana con alguna sorpresa en las primeras páginas. Y también parece obvio recordar que ni siquiera están constituidas la nuevas Cortes, que hay que elegir al Presidente del Congreso -primer test para medir complicidades- y que sólo entonces el Rey podrá formular el encargo de formar Gobierno. Esas semanas que restan, en un agosto anómalo, son una eternidad en términos políticos. Cualquier pronóstico es absolutamente aventurado y sometido a vaivenes y juegos de fuerzas que escapan al conocimiento generalizado, porque incluso pueden producirse más allá de nuestras fronteras. Pongamos que hablo de Bruselas.

Vísteme despacio