jueves. 25.04.2024

Vergüenza de ser europeo

Hay veces en que la rabia y la tristeza caminan juntas. La aprobación de la directiva ya bautizada como la de la Vergüenza, la de la inmigración, causa ambas cosas. Y produce vergüenza ajena y propia.
Hay veces en que la rabia y la tristeza caminan juntas. La aprobación de la directiva ya bautizada como la de la Vergüenza, la de la inmigración, causa ambas cosas. Y produce vergüenza ajena y propia.

Que los socialistas hayan votado, salvo dos honrosas excepciones, a favor de la directiva sólo puede interpretarse como un acto de cinismo político, de desprecio hacia los millones de electores españoles que creyeron en las palabras del Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, cuando en los debates preelectorales, defendió ante el líder de oposición, Mariano Rajoy los derechos de los inmigrantes.

Es verdad que en política no hay nada eterno. Y que un “nunca” hay que interpretarlo como un “de momento”. Pero tras el papel que han jugado los diputados socialistas, sólo cabe la decepción y la sensación de engaño. No tiene España memoria, ni siquiera cercana.

Porque este país ha sido un país de emigrantes, de gentes que se han echado al mundo buscando una vida mejor. Argentina, Uruguay, Venezuela, Chile, Méjico son países que en momentos difíciles �y no sólo tras la guerra civil- recibieron con los brazos abiertos a quienes buscaban una nueva oportunidad. Son países en los que miles de españoles hablan con orgullo de su tierra de origen y con el mismo orgullo de la que les dio cobijo y nacionalidad.

Aunque sólo fuera por simple correspondencia, por simple agradecimiento, España tendría que haber peleado por cortar una directiva xenófoba y egoísta. Suiza, Francia, Alemania, por citar algunas acogieron a otros españoles en los sesenta que buscaron el trabajo que no encontraron aquí. Somos un país de aves migratorias que ahora quiere cortar las alas a quienes quieren lo que quisimos entonces.

Europa, la vieja, la madre de mil pueblos, quiere defender lo que considera exclusivamente sus derechos. Se encierra en su mundo feliz y luminoso y no considera más patria propia que el propio suelo. Porque es que, además, no ha sido sólo España país de inmigrantes. Italia que tanto ha luchado por imponer restricciones a los inmigrantes, ha sido también un país de gentes que llenaron Estados Unidos en busca de un mundo mejor. Irlanda huyó en desbandada hacia el mismo destino. Los descendientes de aquellos ocupan hoy presidencias, escaños en el parlamento de EE UU.

Mala memoria. Terrible memoria inexistente. Egoísta memoria que impide repartir el pan entre la única patria del hombre, su Humanidad. Cerremos fronteras, levantemos muros que impidan ver el sufrimiento y el hambre. Siempre encontraremos una forma de justificarlo. Siempre hallaremos la manera de superar la vergüenza.

Neruda ya escribió: “sucede que a veces me canso de ser hombre”. Esta es una de esas veces. Y el inmortal Blas de Otero habló también de ese horror de ser hombre:

Alzo la mano, y tú me la cercenas.

Abro los ojos: me los sajas vivos.

Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.

Ser �y no ser� eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!.


Cuántas manos cercenadas, cuánta sal para tantos hombres sedientos.

Vergüenza de ser europeo
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