sábado. 20.04.2024

Una oración por la economía española

NUEVATRIBUNA.ES - 2.2.2010 La caverna se le ha vuelto a echar encima a José Luis Rodríguez Zapatero por aceptar la llamada a la oración del almuédano de la Casa Blanca. Moviese la ficha que moviese, al presidente del Gobierno le iban a caer chuzos de punta: ¿imaginan lo que hubiera montado la derecha si el inquilino de La Moncloa no aceptara tamaño honor, hasta ahora inédito para un jefe de gobierno extranjero?.
NUEVATRIBUNA.ES - 2.2.2010

La caverna se le ha vuelto a echar encima a José Luis Rodríguez Zapatero por aceptar la llamada a la oración del almuédano de la Casa Blanca. Moviese la ficha que moviese, al presidente del Gobierno le iban a caer chuzos de punta: ¿imaginan lo que hubiera montado la derecha si el inquilino de La Moncloa no aceptara tamaño honor, hasta ahora inédito para un jefe de gobierno extranjero?.

Estos maitines de la presidencia estadounidense fueron instaurados en su día por Eissenhower y no cabe duda de que Barack Obama le otorga a ZP y al país que gobierna un rango de privilegio convidándole a leer un fragmento de la Biblia. Cierto es que el presidente socialista ha hecho valer su condición de agnóstico pero no así su compromiso pleno con el laicismo: España, a pesar de lo que aparentemente pregone Rouco Varela, es el país europeo que más dinero público ingresa en las arcas de la Iglesia Católica, a la que favorece frente a otras confesiones religiosas desde los impresos de la declaración de la renta. Por otra parte y a fuer de cortesía protocolaria, ¿alguien le extrañaba ver, en su día, a Yasir Arafat en las misas del Gallo en Belén?

La supuesta aconfesionalidad de nuestro país tendría que sustanciarse en un distanciamiento de la España oficial respecto al concordato con la Santa Sede que sigue renovándose periódicamente. Y algún día habrá que abrir por ejemplo el melón de la enseñanza pública, privada y concertada, esta última en manos en un 80 por ciento de órdenes religiosas también católicas.

En cualquier caso y dado que los ateos solemos recobrar sorprendentemente la fe a medida que, por ejemplo, aumentan las turbulencias de un viaje en avión, bueno sería que las preces de esta oración las dirigiera Zapatero a favor de un pronto restablecimiento de la economía española porque, al paso que vamos, la Unión Europea puede meternos en el mismo lazareto que a la supuestamente contaminada Grecia.

Es cierto que nuestro endeudamiento es grave, pero no estamos todavía desahuciados. En ese contexto, ignoro si la propuesta de ampliar de 65 a 67 años la edad de jubilación en España tranquilizará a los mercados internacionales, pero desde luego ha intranquilizado mucho a todos los españoles manifiestamente jubilables, más temprano que tarde. ¿Era el momento más indicado para jugar esta baza que quizá debiera reservarse a un tiempo de bonanza? ¿Va a estimular los deseos de que la generación nini (ni estudia ni trabaja) se incorpore al mercado laboral a sabiendas de que le espera más tiempo que a los huerfanitos de Charles Dickens para cobrar la pensión?

Item más: si uno de los problemas que acucia a la economía española en la actualidad es el incremento del ahorro y la falta de consumo, ¿no provocará más ahorro y menos consumo el simple enunciado de esta propuesta que deberá concretar la subcomisión del Congreso que tutela el pacto de Toledo?

Es en ese contexto en el que habrá de dirimirse esta cuestión que, desde luego, tiene visos de estadismo de altura pero guarda todas las trazas de un harakiri electoral: el PSOE, en lugar de vender bien lo que está haciendo para incrementar las prestaciones sociales y el amparo a quienes agotan el subsidio de desempleo o reciben una pensión misérrima, le pone la carne de gallina al grueso de sus votantes, en ese segmento que antiguamente se llamaba clase media y que no sabemos qué nombre tendrá cuando el Banco Central Europeo decida aumentar los tipos de interés en la zona euro y ya no nos llegue para pagar la hipoteca. Y si no nos llega para pagar la hipoteca, ¿terminarán los bancos por convertirse en formidables inmobiliarias para revender nuestros pisos, dado que estas y los promotores acumulan una bolsa de impago que, en gran medida y al margen de la avaricia del sistema, es lo que está estrangulando la política crediticia a las familias y a las PYMES?

Lo que le faltaba a los socialistas es granjearse el enojo de los agentes sociales, que es el eufemismo con el que ahora se nombra a los sindicatos. Por no hablar del común del personal, que si tiene recelos respecto a lo que pueden hacer los conservadores en esta materia, empieza a tentarse la ropa con lo que puede terminar constituyendo la propuesta de reforma laboral que los socialdemócratas anuncian para esta misma semana.

Cierto es que el Gobierno insiste en la busca de consenso para esta y otras medidas. Nadie va a ponerle demasiados peros al plan de austeridad y el recorte del gasto público. Y si bien resulta baladí la reducción de los ministerios que suele proponer el PP como varita mágica porque ello no implicaría una reducción sustancial de funcionarios, tampoco nadie va a poner el grito en el cielo porque no se cubran las plazas vacantes que vayan quedando en las actuales plantillas.

Y también resultaría de género tonto negarse a debatir el futuro de las pensiones de jubilación para atenuar sus riesgos. Es verdad que la edad de jubilación a los 65 años se estableció en 1919 y que en España rige desde 1967, cuando la esperanza de vida estaba en 69 años y la pirámide demográfica era distinta: por aquel entonces, la franja de población entre 15 y 20 años, después del baby boom de los 50, se situaba en un 35 por ciento; hoy en día, dicho segmento apenas roza el 15 por ciento cuando la horquilla del censo en edad de jubilarse roza el 30 por ciento y la esperanza de vida oscila entre 75 y 80 años, según cada sexo.

En el Reino Unido, se estudia ampliar la edad de jubilación a 68 años. En Alemania, ya se ha decidido que se amplía a los 67, pero en una fecha posterior a 2013, que es la que calcula Holanda para que entre en vigor en dicho país, al igual que lo que ha sugerido el Gobierno español para ir abriendo boca. Como globo sonda, dicho anuncio es un fiasco desde el punto de vista de los intereses partidistas del gobierno, porque tampoco ha entrado en diferenciar la evidencia: un camionero, un cirujano, un soldado de infantería o un minero no pueden jubilarse o cambiar de actividad con la misma edad que un médico de familia, un catedrático de universidad, un actor o un astrofísico. En cualquier caso, no era ese el escenario que presagiaba el propio José Luis Rodríguez Zapatero en 2004 cuando en sus particulares ejercicios espirituales de Rodezno anunció que propondría bajar la edad de jubilación a los 63. En un país con cuatro millones de parados, ¿no sería más conveniente esa reducción que la ampliación contraria? Es cierto que existe una fractura demográfica que no va a poder equilibrar el toma y daca entre población activa y población pasiva el que se sustenta el sistema de pensiones, por más inmigrantes que puedan incorporarse al mercado de trabajo en los próximos años: 30 millones, auguró Felipe González que le harían falta a Europa en el horizonte de un cuarto de siglo, siempre y cuando mejoren las ratios de empleo. En ese sentido, antes de empezar la casa por el techo de aumentar la edad de jubilación, el Gobierno y las restantes fuerzas parlamentarias tendrían que explorar otras posibilidades, dentro del ámbito de la política de conciliación y en eso que se llama sostenibilidad social, que no debería ser un simple castillo en el aire.

Hoy por hoy y aunque todavía no se ha expresado literalmente en ningún documento oficial, también se habla de la posibilidad de ampliar de los 15 a los 20 últimos años de edad el periodo de cálculo de la base de las pensiones de retiro. Dicho periodo comenzó siendo de ocho años, en un principio, subió a doce y terminó situándose en los quince actuales. Dicho cálculo respondía a un momento histórico y económico en el que se entendía que era en esos últimos años en los que, en tiempos de inflación galopante como los que reinaron durante la transición democrática, cuando era mayor el nivel de los salarios, lo que podía beneficiar a los futuros pensionistas. Sin embargo, las prejubilaciones y los despidos a partir de los 50 años han venido a demostrar que dicho supuesto ya no es así. ¿Convendría entonces ampliar el número de años para ese cálculo o generalizarlo a toda la vida laboral? En un país con las fluctuaciones del mercado laboral, el paro histórico y la precariedad de los contratos, tampoco dicha estimación resultaría totalmente justa. Máxime cuando la tradición de los países latinos frente a la de los anglosajones, tiene más en cuenta al ciudadano en general que al contribuyente, ese tax payer que tanto se angustia cuando Barack Obama habla de reformar el sistema de la seguridad social en un entorno dominado por los seguros privados. Mejor sería pues, si lo que se quiere es proteger a esos viejos que ya no lo son tanto, ¿por qué no aceptar la propuesta de los sindicatos y que el periodo de cálculo de la pensión se estableciera a la carta y que fuera el trabajador quien pudiera elegir los quince o los veinte años de cotización que prefiera, respecto al cómputo total de su vida laboral?

En esos ajustes finos de José Luis Rodríguez Zapatero, habrá que ver cuál es la propuesta de reforma laboral que se dará a conocer esta misma semana. ¿Entrará al trapo de la reducción de salarios que reclama el FMI o del despido libre y gratuito que persigue la CEOE? Es de esperar que no sea así, aunque nadie nos librará de que nos calcen el concepto de flexiseguridad que ya figuraba, en plena bonanza económica, en el programa electoral que llevó a los socialistas al gobierno en 2004. Pero, ¿a qué llamaremos flexiseguridad? ¿A una movilidad laboral a capricho de los empresarios o estrictamente en función de la realidad laboral, empezando por la del propio trabajador?

El presidente Rodríguez Zapatero no quiere perder la liga de la historia, aunque sea a fuer de perder definitivamente las próximas elecciones. Ojalá que sus medidas sean lo suficientemente atinadas como para no perder el respeto de los trabajadores. Y el de los parados. Habría que invitarle a rezar por ello en su desayuno de oración con Barack Obama. Aunque los rezos se dirijan a Santa Rita, patrona de lo imposible.

Juan José Téllez es escritor y periodista, colaborador en distintos medios de comunicación (prensa, radio y televisión). Fundador de varias revistas y colectivos contraculturales, ha recibido distintos premios periodísticos y literarios. Fue director del diario Europa Sur y en la actualidad ejerce como periodista independiente para varios medios. En paralelo, prosigue su carrera literaria como poeta, narrador y ensayista, al tiempo que ha firmado los libretos de varios espectáculos musicales relacionados en mayor o menor medida con el flamenco y la música étnica. También ha firmado guiones para numerosos documentales.

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