sábado. 20.04.2024

Una liturgia histórica en Washington

19.1.2009 El próximo 20 de Enero de 2009, el 44� presidente de los Estados Unidos tomará posesión de su cargo. Es un hecho histórico por muchas circunstancias, pero particularmente por el hecho de ser el primer presidente negro, cuya elección reivindica a la nación donde el sueño americano vuelve a ser posible. La diversidad étnica y cultural presente en España, se siente orgullosa del negro Barack Obama, que gobernará dicho país.
19.1.2009
El próximo 20 de Enero de 2009, el 44� presidente de los Estados Unidos tomará posesión de su cargo. Es un hecho histórico por muchas circunstancias, pero particularmente por el hecho de ser el primer presidente negro, cuya elección reivindica a la nación donde el sueño americano vuelve a ser posible. La diversidad étnica y cultural presente en España, se siente orgullosa del negro Barack Obama, que gobernará dicho país. Ese "Yes, we can” es un símbolo y un estímulo de la cohesión social y de la esperanza colectiva sin precedentes, movilizada en busca de soluciones e implicación ciudadana ante la crisis mundial actual.

La práctica social norteamericana de reconocimiento de la diversidad cultural y étnica integrada en su tejido social y económico, le han situado entre los países más prósperos del mundo. Obama encarna el rescate de los valores liberales en el momento mismo de convulsión internacional, de crisis económica, de pérdida de esperanza y sin norte en un Estados Unidos en declive, lleno de ignominia por lo que ha significado la imposición al mundo de las guerras de Irak y Afganistán y la forma en la que ha vapuleado los derechos humanos y la democracia, con los Guantánamos y la tortura como método, una degradación que ha personificado el presidente Bush mediante la imposición de fórmulas económicas conservadoras desde las tesis de primacía absoluta de la mano invisible del mercado, lo que sólo ha incrementado la desigualdad en el mundo y en la propia nación norteamericana.

Obama, tampoco es un político al uso. Es una persona con experiencias vitales que han marcado su carácter, desde su infancia en Indonesia y Hawai. Su conocimiento y comprensión de África a través de la Kenia de su padre musulmán, su esfuerzo y mérito en un país donde los negros no lo han tenido nada fácil, le dan esa sensibilidad para hablar con la convicción de quien ha logrado la máxima representación siendo uno de a pie, en contraste con lo que en otros confines sólo se consigue por herencia o por pertenencia a grupos de poder. Esa es América y ese es el imán que tiene Barack Hussein Obama. Ser el primer presidente negro marca un punto de inflexión en la sociedad norteamericana, algo que ya no tiene retorno. Aunque el resentimiento racial esté ahora agazapado, ha sido herido de muerte y es sólo cuestión de tiempo que se convierta en un luctuoso recuerdo del pasado, ya que el nuevo presidente sólo quiere mirar al futuro. Este cambio significa además un gran vuelco cultural en un mundo cada vez más diverso por cuenta de las migraciones.

Abraza Obama la memoria de Abraham Lincoln, la remembranza del 16� presidente que acabó con la esclavitud y que también inició su carrera política en Illinois, resaltando el valor de la igualdad, principio consagrado en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de la que hoy es Obama la máxima concreción política. Pero toca también a los republicanos que se sienten parte de esta liturgia emprender el camino de la redención de un pasado doloroso.

Mirando más allá de los actos solemnes que viviremos el 20 de Enero en Washington y que acapararán millones de miradas, Obama no es el salvador del mundo. Él lo ha dicho al establecer su compromiso de remover las causas determinantes de la crisis económica y ético social, al decir que buscará el mayor consenso en las soluciones que propone y al esforzarse en generar ilusión, explicando que de la crisis se saldrá si todos trabajan en la misma dirección y si se actúa con urgencia. Esa transparencia transmite fuerza y llama a la responsabilidad ciudadana. Además, el mensaje transmite preocupación por quienes están pagando las consecuencias, los trabajadores. La sensibilidad por los problemas reales es lo que gusta al ciudadano, su preocupación por evitar las ejecuciones hipotecarias es lo que marca la diferencia de un presidente que conecta con los que estaban esperando a que algo distinto les motivara para ponerse en marcha.

Esa invitación a “hacer” ha despertado al “león dormido”. Obama no sólo ha buscado la participación de los electores, no ha dicho “votadme e iros a casa”, sino que ha convocado a la ciudadanía a que le acompañe en esa tarea de cambio. La sencillez del mensaje dirigido a quienes durante décadas han sido espectadores pasivos de la economía y de la política, sufriendo las consecuencias de la especulación financiera, fue lo que ilusionó a los votantes, lo que tocó la sensibilidad de las personas, lo que le permitió entablar un diálogo con la gente, escuchando sus problemas, infundiendo confianza y logrando la complicidad que se ha traducido en movilización social.

Los ciudadanos se han sentido actores y aunque puede que no se cumplan todas las expectativas, que no se produzca un cambio tan radical como el que muchos esperan, que el nuevo presidente no pueda cumplir todo lo propuesto, lo cierto es que habrá aportado una nueva forma de ver las cosas, en la que la solidaridad está muy presente, con la recuperación de las medidas económicas keynesianas y la marginación de la moral económica de la prevalencia del individualismo, del mercado y del más fuerte de Adam Smith. Obama ha demostrado que las estructuras y métodos tradicionales que utilizan los partidos para convocar voluntades no van con los tiempos y que las ideas, hoy, han de ir de la mano del quehacer diario, de la coherencia.

Son muchos los retos que afrontar, como presidente de los Estados Unidos, y Obama no lo oculta. Su sencillez y honradez le alejan de la prepotencia de su predecesor. Se ha rodeado de los mejores, tiene un plan que se distancia y mucho de las fórmulas neocon y de continuidad características del gobierno de Bush, que pasará a la historia por su ineficacia y por haber promocionado la guerra de Irak, donde han muerto más de 4.000 americanos.

Un plan de reactivación económica que atiende las urgencias, pero que piensa en la estabilidad futura, basado en Inversiones e incentivos fiscales, en el freno a la caída del mercado inmobiliario y sobre todo en evitar que se deteriore aún más con las ejecuciones hipotecarias, promete modernizar y poner las bases del control y transparencia del sistema financiero interno. El pensamiento keynesiano respalda estas propuestas, y es que ahora triunfa Keynes tanto entre los conservadores como entre los liberales una vez comprobado el fracaso de implementar las fórmulas del dejar hacer, dejar pasar. Llegados a este punto crítico, unos y otros prefieren volver a planteamientos de regulación estatal, aunque muchos se marcan un plazo hasta que se vean síntomas de recuperación porque en el fondo lo que quieren es que todos paguemos por la crisis, una tesis que no está mal como principio de solidaridad, pero que resulta escandalosa cuando vemos que los responsables de la debacle reclaman intervención e inyección de fondos estatales sólo para volver a lo mismo.

En lo relativo a las decisiones globales, está claro que el mundo espera una nueva arquitectura para la gobernanza. Esta crisis en un mundo interdependiente muestra las consecuencias de la desregulación y del descontrol de la ambición desmedida. Crece a pasos agigantados la conciencia de que hay que cambiar la ética que hasta ahora lo ha regido. El próximo mes de marzo se reunirá de nuevo el G20 y para entonces Obama, que ya ejercerá la presidencia, tendrá la oportunidad de plantear las medidas en materia de regulación, coordinación internacional y transparencia a la que debe someterse el sistema financiero internacional.

Pero no debemos olvidar que hay otros aspectos esenciales que debe acordar la comunidad internacional en términos de equidad y redistribución de la riqueza mundial, tales como el control a la especulación y las medidas para proteger a los consumidores frente políticas de préstamos abusivas y agresivas. La política debe volver a gobernar la economía.

Las nuevas propuestas necesitan instrumentos solidarios y mecanismos financieros alternativos, dando paso a la iniciativa y la innovación social a través de la promoción de sistemas cooperativos, mutualistas, y microfinancieros. La crisis que se originó en Estados Unidos ha irrumpido de lleno en nuestros hogares europeos por lo que deberíamos tomar buena nota de todo lo que sucede al otro lado del Atlántico.

Yolanda Villavicencio Mapy
Diputada Socialista Asamblea de Madrid

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