viernes. 29.03.2024

Una deriva peligrosa

Estamos asistiendo, sin escuchar casi ninguna voz preocupada, a una peligrosa deriva de la política en Europa. Que vayan a ser dos tecnócratas quienes asuman la dirección de los gobiernos de Grecia e Italia sin haberse presentado a unas elecciones, es sólo la parte más visible de esa peligrosa deriva.

Estamos asistiendo, sin escuchar casi ninguna voz preocupada, a una peligrosa deriva de la política en Europa. Que vayan a ser dos tecnócratas quienes asuman la dirección de los gobiernos de Grecia e Italia sin haberse presentado a unas elecciones, es sólo la parte más visible de esa peligrosa deriva.

Desde luego no es ningún secreto que el prestigio de los políticos y de la izquierda en España y en Europa, están atravesando sus horas más bajas. La izquierda está sumida en una crisis de ideas y de credibilidad tremendamente preocupante, especialmente para quienes nos sentimos con esa sensibilidad de pensamiento.

Y paradójicamente, ha sido la crisis económica, la tremenda depresión sufrida en lo que se conoce como “el primer mundo” (en la que poco o nada ha tenido que ver la izquierda) la que ha servido como detonante de la mayor crisis ideológica que se recuerda en el seno de la izquierda desde la segunda guerra mundial.

Hace sólo diez años, en Europa, de los quince estados que componían la Unión Europea, once de ellos estaban regidos por gobiernos socialdemócratas. Hoy de los veintisiete estados que forman la Comunidad, sólo cuatro lo hacen: España (hasta el día 20), Austria, Eslovenia y Chipre.

De los países con más tradición de izquierda, como Francia, Reino Unido, o la propia Alemania, llegan tímidos pasos y algún avance hacia una reformulación del proyecto socialdemócrata. Se empieza a debatir sobre la manera de cómo conseguir mayor implicación de la ciudadanía en la política. Pero la situación política afronta tal deterioro y la gente está tan descontenta, que no va a bastar con un cierto “agiornamiento”.

Estamos en una situación de crisis total, no solo económica, en donde ha faltado y sigue faltando, un planteamiento común y un discurso claro por parte de la socialdemocracia europea. Y ha faltado también una actitud firme, unificada y coherente de parte de lo que se supone que debería ser su soporte social: la Confederación Europea de Sindicatos.

El Gobierno de España, como antes hicieran también los gobiernos socialdemócratas de Grecia y Portugal, ha hecho un seguidismo brutal, cumpliendo con detalle la “salida” de recortes sociales impuesta por la derecha europea capitaneada por la señora Merkel y su escudero Sarkozy; contribuyendo con ello a la desmovilización, el desencanto y el desánimo en el seno de la izquierda española.

¿ERA POSIBLE OTRA POLÍTICA?

Es la pregunta a resolver, si era y si es posible otra política. Y la respuesta, si queremos seguir teniendo esperanza en que es posible un mundo más solidario, sólo puede ser una respuesta afirmativa. Y me atrevo a remarcar como idea fundamental, que esto sólo será posible si las personas nos implicamos en la exigencia de avanzar hacia una democracia más participativa y a que la acción política vuelva a descansar sobre la ética y el compromiso, para así poder lograr el rearme moral y ético que necesita la política. Justo lo contrario de lo que persigue la derecha extrema mediática cuando bombardea con el que “todos son iguales” y con el que todos van a medrar y a ver que pillan; buscando que la gente aborrezca la política.

Son estos mensajes machaconamente repetidos los que, junto a los errores de unos gobiernos de izquierda empeñados en hacer la política económica dictada por la derecha neoliberal, están llevando al conjunto de la izquierda a sus peores momentos de credibilidad.

En otra situación, nunca se hubiera aceptado acríticamente por parte de la izquierda, que países como Italia y Grecia pasasen a ser gobernados por tecnócratas sin haber sido elegidos en unas elecciones democráticas.

¡Así de mal andan las cosas en el seno de la izquierda!

Una deriva peligrosa
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