lunes. 07.10.2024

Una crítica desde la izquierda para bancos y cajas

nuevatribuna.es | 27.01.2011Hasta ahora no me había atrevido a hablar de bancos y cajas porque este sector es fácilmente depositario de las iras de los ciudadanos por la crisis. Me refiero al sector financiero en el mundo y especialmente en USA.

nuevatribuna.es | 27.01.2011

Hasta ahora no me había atrevido a hablar de bancos y cajas porque este sector es fácilmente depositario de las iras de los ciudadanos por la crisis. Me refiero al sector financiero en el mundo y especialmente en USA. Aquí la ideología neoliberal ha hecho estragos, porque ha propiciado leyes en este país que han eliminado el control del sector por parte de la FED (Reserva Federal) y eliminó en su día la diferenciación entre banca comercial y banca de inversión o de negocios. Aún es pronto para saber ponderar las causas de la crisis mundial, pero una de ellas es precisamente el papel de esta desregulación. Otra candidata a la categoría causal de la crisis es la política de tipos de interés de los últimos 10 años de la propia FED que los ha mantenido muy bajos para favorecer una supuesta mejoría en la inversión y, consecuentemente, una mejora del empleo. Eso no parecía necesario ni conveniente porque hace tiempo que USA y sus posibles inversiones habían caído en la trampa de la liquidez keynesiana: por más que bajara la FED los tipos de interés, la economía privada de USA no reaccionaba, no resultaba creíble y las supuestas bondades de este keynesianismo monetario se habían agotado. En cualquier otra circunstancia o país, eso hubiera perjudicado a su sector exterior por la caída de la entrada de capitales ante tan bajos tipos de interés y, por ende, hubiera contribuido al deterioro de su balanza exterior. Desgraciadamente para todos nosotros, el mayor aliado de esa política monetaria inadecuada ha sido China, su Gobierno, su Banco Central (Bank of China) han estado comprando bajo criterios estratégicos a medio plazo bonos yanquis a pesar de su baja rentabilidad (2 billones). La tercera causa de la crisis mundial es el egoísmo y la mentira. El egoísmo de los privados, de mucho de todos nosotros, de nuestros vecinos, de nuestros conocidos, que han especulado en el sector inmobiliario porque las facilidades bancarias de crédito y tipos de interés ha permitido comprar casas, no para vivir, sino para venderlas en el futuro porque los tipos de interés de los créditos eran más pequeños –mucho más en España desde la entrada del euro- que la diferencia de precios actualizada entre el coste del crédito y el valor hipotético de la venta futura. Era en efecto una burbuja y, cuando se ha pinchado, no sólo ha bajado el valor de los activos (inmuebles) –cosa que sólo sería preocupante para sus propietarios- sino que la construcción se ha parado con las consecuencias que ya todos sabemos. Ese egoísmo fue teorizado y defendido por A. Smith con su libro de “Una investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones” en ¡1776! Desde entonces los neoliberales de ahora y de antaño han tomado como catecismo lo que era sólo un juicio sin fundamento de un escocés andarín y moralista. Ahora vemos en las teles a naderías intelectuales como los Rodríguez Braun, los Juan José Toribio, los Schwartz, los Fernández Ordoñez, etc., defender este catecismo en puestos –algunos- de responsabilidad, a pesar de que no dan una, ni ellos, ni las agencias, ni los actores que deberían comportarse bajos esos principios. Los actores –inversionistas, simples especuladores, empresas en crisis- recurren a la teta del Estado –nuestros impuestos- para buscar soluciones. No entro en juicios morales de estos tipos, porque la palabra que me viene a la menta es repugnancia. Pero así es el capitalismo, su pilar es el egoísmo y hay que contar con ello mientras no lo echemos abajo, aunque no por ello haya que dar facilidades a sus defensores y acólitos, porque estos son prescindibles, al menos en lo público.

La crisis ya se ha instalado y llega –siempre ha estado- en el sector financiero. En USA, Irlanda, Reino Unido, Bélgica, Holanda, Francia, Alemania, se ha solucionado la parte bancaria de la crisis sin ningún pudor neoliberal: simplemente los mismos que defendían el sólo mercado han puesto a las naciones en un brete: o me prestáis dinero a tipos privilegiados y/o me compráis las acciones ahora que están caras para que me la vendáis cuando estén baratas y arregláis mis desaguisados o declaro la quiebra bancaria. Se referían al Estado, a los poderes públicos, a los Presupuestos, a nuestros impuestos. Y lo han conseguido, porque también lo público –deuda pública- depende de la financiación privada de inversionistas, tanto en su versión más llevadera, como la meramente especulativa –los Goldman Sachs de turno- que sólo pueden ser rentables con la especulación. ¿Cuál ha sido la respuesta a todos esto por parte de Bruselas y de la Merkel en Europa, por ejemplo?: anteponer unas miserables elecciones en Westfalia- Renania –que de todas formas perdió- en mayo del año pasado al futuro de la Unión Económica, de Europa y del papel de ésta en un futuro próximo. Merkel es un ejemplo de política miserable e ignorante en lo económico, dando todas las facilidades a los especuladores, avisándoles de sus movimientos, de lo que iban hacer, de lo que no querían hacer y de lo que no tendría más remedio que hacer a pesar de todo. Casi mejor que siga así, porque si fuera inteligente sería aún más peligrosa. Claro, que los burócratas de Bruselas y el BCE han estado a la altura –a la bajura- de la teutona.

He dicho todo esto para hablar de España y sus finanzas privadas, porque todo esto acorta, limita terriblemente los márgenes de maniobra con que cuentan los gobiernos, incluso aunque acertaran –aunque sea por casualidad- con la política correcta. Sin margen no ha posibilidad de acierto. Desde lo público, los temas de las finanzas privadas del sector financiero privado sólo tienen un plazo óptimo: el largo plazo. No hay un solo sector de la economía que exija más perspectiva, más visión a largo plazo, más estrategia, que el financiero, porque el crédito que se concede hoy se devuelve a veces pasado decenas de años. De él dependemos y dependen que los ciclos y las crisis –incluso aunque no sean los causantes- se acorten, se limiten. Como no ha habido esa perspectiva, salvo en parte la del Banco de España, con una política de liquidez y solvencia anticíclica que se ha demostrado absolutamente insuficiente e inoperante, ahora las soluciones son siempre malas, insuficientes, parches para contentar a los mercados o así lo parece o para que así se lo parezca a los especuladores. Las cajas españolas han cometido el mismo error desde los años 90 hasta ahora que los bancos en los 70 y siguientes: aumentar el número de oficinas innecesariamente desde el punto de vista del acceso físico de los clientes a las entidades, compitiendo entre ellas, con el resultado de un exceso de oficinas por comparación con la banca de otros países. En aquel tiempo las cajas eran un modelo de solvencia, de ratios de depósitos por empleado y, sobre todo, de oficina por depósitos, con una distancia doble de esta relación respecto a la banca. Hoy están a la par, cuando no peor. Hay que reconocer que en ello ha tenido como una causa más el control de estas por parte de los poderes autonómicos, sus ansias de expansión. No parece una casualidad que ambas expansiones se han dado a la par, a la vez en el tiempo: el número de oficinas y el aumento de los presupuestos y competencias de las Autonomías. La restricción del crédito por parte de las cajas ahora en la crisis demuestra que su gestión ha estado y está en manos privadas, y eso a pesar –¿o con la connivencia?- de los representantes autonómicos, de los partidos y de los sindicatos. Y ahora, claro, hay que recurrir al dinero público para que se fusionen y para arreglar algunos escandalosos desaguisados (Caja Sur, Bancaja, etc.). Ahora no hay soluciones claras de izquierdas al problema. Pero, a pesar de todo, algunos criterios han de servir de guía: 1) Hay que separar lo público de lo privado lo más tajantemente posible, construir un muro para evitar que lo público que entra por la puerta salga por la ventana a lo privado. Y si ya no hay más remedio, ha de serlo para evitar un mal mayor, como es el de la crisis de confianza de los clientes –no tanto de los mercados-; 2) Si ha de prestarse dinero, tanto de forma directa como buscando cualquier mecanismo condicionado a la fusión, ese crédito a de volver a lo público, sin posibilidad de su no devolución; 3) Los posibles fallidos o morosos son responsabilidad de lo privado, de los que los concedieron manejando el dinero de los clientes. Esta es la función del banquero, pero asumiendo la responsabilidad, no alargando la mano impúdicamente a la teta del Estado cuando algunos privados no pueden devolverlo. Un banquero que no asume responsabilidad es un delincuente potencial que puede convertirse en real aunque siga con chaqueta, camisa dura y corbata; 4) Para mí no existe gran diferencia entre bancos y cajas. Me refiero en cuanto al negocio bancario. Soy más claro: no existe ninguna. El otro día decía el diario “Público” que el gobierno privatizaba las cajas: ¿Pero desde cuando han sido públicas que yo no me he enterado? Es verdad que queda la Obra Social, pero esa es una guinda sin pastel. Lo público no se define por la propiedad, sino por la gestión. Unas cajas que conceden créditos con los mismos criterios privados que los bancos son tan privadas como ellos. Sólo si se buscaran mecanismos –yo he apuntado algunos en otros artículos- que obligaran a las cajas a comportarse en el crédito con miras a los intereses generales del país y dejando en segundo lugar -o quizá tercero- sus cuentas de resultados, podría ser el inicio de una banca –con cajas o sin ellas- pública.

El poder autonómico en las cajas no ha servido para cambiar los comportamientos privados de las cajas, aunque las actuaciones y resultados sean muy dispares entre unas y otras.

Es verdad que para ser economista no he aportado ninguna cifra. En otras situaciones, para otros problemas las cifras son imprescindibles: aquí serían una anécdota.

Sin perspectiva no hay política de izquierdas para este problema, sólo hay malas soluciones y/o soluciones interesadas para eludir el fisco, la justicia o recurrir a la teta del Estado: es decir, meras soluciones neoliberales.

Antonio Mora | Economista

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