viernes. 26.04.2024

Una amenaza para todos

Aterra leer los planes que tenía ETA. Su desprecio por la vida. Su incapacidad para aceptar que no hay nada más espantoso que la muerte. Tenían previsto secuestrar a Isaías Carrasco, falló el secuestro y lo mataron. Tenían previsto secuestrar Benjamín Atutxa y matarlo dos días después.Leído así, como documento frío de un legajo judicial, da pavor comprobar cómo han perdido cualquier rasgo de humanidad.
Aterra leer los planes que tenía ETA. Su desprecio por la vida. Su incapacidad para aceptar que no hay nada más espantoso que la muerte. Tenían previsto secuestrar a Isaías Carrasco, falló el secuestro y lo mataron. Tenían previsto secuestrar Benjamín Atutxa y matarlo dos días después.

Leído así, como documento frío de un legajo judicial, da pavor comprobar cómo han perdido cualquier rasgo de humanidad. Uno no puede imaginarse la reunión, la conversación que mantuvieron los etarras, en la que, tranquilamente, barajaban todas las iniciativas. No se puede imaginar uno de qué manera señalarían el objetivo. Cómo dirían: “si no se le puede secuestrar, hay que matarlo”.

Es difícil situarse en su piel para poder entender cómo se puede hablar de un hombre con nombres y apellidos, cómo se puede decidir, fríamente: “lo secuestramos y, a los dos días, lo matamos”. Porque están hablando de un hombre que respira, que a esa misma hora estará, a lo mejor, besando a un ser querido, tomándose un vinito con los amigos, ajeno a que su vida esté sentenciada por otros hombres que se toman su vino, que bromean y besan a sus novias.

El terror es terror porque desgarra la normalidad. Porque es algo incomprensible y negro. Así que uno se sienta ante el papel en blanco y siente que la vida ya no es un valor. Siente que ETA ha hecho de la muerte su más sangriento valor. Y piensa en esos hombres amenazados que ignoraban que alguien había decidido romper la vida. Que había alguien que, en algún lugar, estaba decidiendo su muerte a plazo fijo. Y siente su miedo, su peligro como algo propio.

Isaías iba a ser secuestrado, pero algo falló y alguien apretó el gatillo. Luego ETA da un paso más y decide que al secuestro de otro hombre le seguirá la muerte no se sabe por qué. Nadie sabe por qué se señala a alguien, qué crimen horrendo ha cometido para ser eliminado. Y nadie sabe quién será el próximo, qué acción heroica se planeará en cualquier lugar, a cualquier hora.

Al final, se llega la certeza de que no hay razón alguna. Que el terror no tiene razones. Que nada hay que justifique una bomba, un asesinato. Que nada importa. Que no se salva nadie. Y uno tiene la sensación de que las declaraciones de los militantes de ETA detenidos, buscan crear esa sensación de terror, de miedo. Que sus declaraciones son una amenaza a cada hombre y mujer de este país, de cualquier país. A todos nos avisan de lo que puede pasarnos. Todos sentimos el mismo miedo.

Y lo terrible sería que, como escribió Felipe Benítez Reyes, llegáramos a pensar que:

De poco va a servirnos
el saber que hubo un tiempo en que la vida

valía su peso en oro.


La vida debe seguir valiendo su peso en oro. Debe seguir valiendo como una vida.

Una amenaza para todos
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