viernes. 19.04.2024

Un suave viento de aire fresco

Seguramente habrá quienes piensen que no es para tanto, que al fin y al cabo, solo va a afectar a quienes comenzaron su vida laboral antes de los diecinueve años. Me estoy refiriendo al compromiso rescatado por el ya Presidente de Francia, durante la campaña electoral, de devolver la jubilación de todos los franceses a los sesenta años de edad para quienes hubieran cotizado 41 años.

Seguramente habrá quienes piensen que no es para tanto, que al fin y al cabo, solo va a afectar a quienes comenzaron su vida laboral antes de los diecinueve años.

Me estoy refiriendo al compromiso rescatado por el ya Presidente de Francia, durante la campaña electoral, de devolver la jubilación de todos los franceses a los sesenta años de edad para quienes hubieran cotizado 41 años. Ni más ni menos que como estaba el tema en Francia antes de los recortes impulsados por la derecha alemana para toda la Unión Europea. Cuando, amparándose en la gravedad de la crisis económica, comenzaron con todo tipo de recortes sociales, tendentes a desmontar el estado de bienestar construido durante los últimos cuarenta años.

Por eso, con la que lleva cayendo en la Unión Europea desde aquel fatídico mes de Mayo del año 2010, digo lo de “fatídico” para la socialdemocracia y para los sectores de la izquierda en su conjunto, porque fue cuando la Canciller Merkel, sintiéndose fuerte ante la crisis económica, planteó su “hoja de ruta”; la de los recortes sociales que los países de la Unión Europea debían afrontar, sí o sí, si querían contar con el apoyo alemán para superar la crisis. Sin que hubiera entonces, en aquel momento determinante, ninguna voz que se alzara desde la socialdemocracia organizada, en defensa de una política económica alternativa.

Por todo ello que Hollande, ya como presidente de Francia, acabe de anunciar la aprobación de los decretos que dan cumplimiento a su compromiso electoral, de devolver a los franceses los derechos de jubilación a como estaban antes de la última reforma impulsada por el tándem Merkozy, es un aire fresco y un viento de esperanza para el conjunto de la izquierda en la Unión Europea.

Sin duda que hacen falta nuevas medidas y nuevos impulsos que sirvan para revitalizar nuestras decaídas democracias que llevan demasiado tiempo languideciendo, entre otras razones por la falta de ética en la política; por los incumplimientos, descarados, de los programas electorales sin que puedan exigirse las oportunas responsabilidades…, y por tantas cosas más que harían, de éste breve artículo, todo un tratado de necesidades para los próximos ocho/diez años de actividad política.

Por eso, pocas veces una medida como la relatada, de volver a la situación anterior a las crueles reformas para con los trabajadores y las trabajadoras de Europa, ha podido tener tanto significado como para marcar, incluso, el inicio de un nuevo tiempo político.

Hoy todas las esperanzas de la izquierda europea están mirando a Francia. A Francia y a su presidente; aparentemente un hombre de escaso carisma, que no es nuevo en las lides políticas, pero que al menos de momento, está haciendo lo que dijo que iba a hacer si el pueblo francés le daba su apoyo. Y eso hoy, por desgracia, es el mayor patrimonio de honestidad que puede acompañar a cualquier político.

Eso, junto a rebajarse el sueldo un 30% como prometió en campaña electoral, son las dos perlas positivas que Hollande acaba de aprobar en sendos decretos, y que marcan el rumbo para el resto de la izquierda europea.

Que vayan tomando buena nota los socialistas españoles, si es que aspiran a salir del “agujero negro” en el que los sumió la postura obediente y claudicante de Zapatero para con el eje Merkozy.

Un suave viento de aire fresco
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