sábado. 20.04.2024

Un país en busca de portentos

En tiempos de liquidación, como está ahora el Gobierno de España, es momento de hacer balance de la gestión de una crisis mundial, que empezó siendo hipotecaria, para pasar a ser financiera y que se ha convertido en política en lo que atañe a Europa.

En tiempos de liquidación, como está ahora el Gobierno de España, es momento de hacer balance de la gestión de una crisis mundial, que empezó siendo hipotecaria, para pasar a ser financiera y que se ha convertido en política en lo que atañe a Europa. España además de no escapar de ese entorno, ha tenido una evolución propia –y más grave– a partir de la destrucción de la construcción por causa del estallido de la burbuja inmobiliaria, lo que ha provocado una cifra de paro insostenible. ¿Cuál ha sido la gestión de toda esta catástrofe por parte de Zapatero? ¿Cuál ha sido su grado de explicación a lo largo de toda esta travesía? ¿Han sido efectivas las medidas?

Durante mucho tiempo se empecinó en negar la crisis e impuso esa tesis al resto de miembros del Gobierno, incluida la consigna de no pronunciar la palabra “crisis”. Esa negación se hizo evidente durante la campaña de las últimas elecciones legislativas. Y no cesó hasta marzo de 2009 cuando el número de parados ya se había incrementado en más de un millón.

En enero de 2008, cuando ya muchas voces habían advertido de la que se nos venía encima, Zapatero aseguraba que no teníamos un escenario de crisis económica por delante, “en absoluto”. “Es una falacia, puro catastrofismo […] Estamos creciendo por encima del 3 por ciento. Aunque mañana crezcamos al 3 o al 2,8 por ciento, que es un crecimiento bueno, vamos a seguir creando empleo y teniendo superávit. Si esto es una crisis, ¿qué pasaría si estuviéramos creciendo al 1,5 por ciento, destruyendo empleo y tuviéramos un déficit del 3 por ciento como la mayoría de los países con los que competimos?”, añadía entonces.

En el marco de esa misma campaña de las elecciones, puso en marcha una rebaja fiscal que consistió en la deducción de 400 euros en la declaración del IRPF. “Bajar los impuestos es de izquierdas”, decía entonces. Además, suprimió el impuesto de patrimonio, con la justificación de que, como gravaba a las clases medias, se había convertido en un impuesto injusto. En aquel momento no se pensó en poner ningún impuesto para las grandes fortunas ni gravar las SICAV, ni nada por el estilo. España crecía y la recaudación era más que suficiente para financiar propuestas que, en realidad, no contenían equidad ni redistribución de la renta (cheque bebé, o las llamadas leyes sociales).

Pero, se trataba de una rebaja fiscal de ‘va y viene’, ya que, un año después, en plena recesión, Zapatero ha optado por suprimir la deducción de los 400 euros, desmontando la supuesta rebaja fiscal, lo que además de incoherente ha generado desconcierto entre los ciudadanos. La causa era ya el impacto directo de la crisis y la bajada de la recaudación al mismo tiempo que crecían las cantidades que había que destinar al desempleo.

Sus previsiones sobre el PIB y la posterior recesión en que se ha entrado de lleno han seguido la misma tónica. Es decir, previsión tras previsión han sido desmentidas por los mejores analistas y expertos económicos en España y en el exterior, y se han estrellado contra la realidad de las cifras de los diferentes indicadores económicos.

Otro tanto ha sucedido con la evolución que ha seguido la tasa de desempleo en España. Mientras él y su equipo económico hacían gala de un optimismo infundado, transmitiendo un mensaje continuado de brotes verdes y de recuperación inmediata, los organismos internacionales como los propios datos del Ministerio de Economía han ido echando por tierra ese optimismo.

Zapatero mientras tanto iba reiterando que la recuperación económica de España se produciría de forma paralela a la del resto de economías europeas más solventes. El pasado 14 de noviembre de 2010, sin ir más lejos, el presidente del Gobierno afirmaba que “afortunadamente estamos en puertas de salir de la grave crisis económica”; y añadía que el gran objetivo del Ejecutivo es “volver a crear cuanto antes empleo”. Sin embargo, la realidad es la opuesta, ya que seremos los últimos en salir de la crisis, como constatan todos los expertos en Economía sin excepción. Los últimos datos de Eurostat y la Comisión Europea constatan que España es el único país de la zona euro, salvo los rescatados, que no crea empleo. Mientras tanto, Zapatero ha abaratado el despido y ha precarizado el empleo.

Pero para que este análisis sea completo, hay que hacer una serie de precisiones de carácter político e ideológico sobre el gobierno de Zapatero y su estilo de gobierno que explican en buena medida, tantas contradicciones y sobre todo, la ausencia de medidas inteligentes tendentes a la inversión pública-privada para la creación de empleo.

Zapatero no ha sido consciente de que un gobernante con limitaciones en la comprensión de la realidad, sin gran capacidad de análisis e intelectualmente limitado, necesita a su lado equipos muy potentes. Todo indica, por el contrario, que Zapatero ha decidió siempre a partir de sus propias intuiciones, muchas veces por motivos propagandísticos, tácticos o electoralistas, esto es, que partían de un desconocimiento de la realidad económica o histórica de España y su entorno. A veces las decisiones las tomaba un grupo muy reducido de personas, muchas veces, sin que sus propios ministros o equipos más amplios de asesores supieran por dónde iban los tiros. Eso explica que se hayan tomado decisiones como las que he mencionado y que meses más tarde ha habido que abandonar, o que haya sido tan torpe y actuado tan equivocadamente como lo ha hecho frente a la crisis, careciendo a estas alturas de la mínima credibilidad que necesita un gobernante.

También se ha recurrido, cuando lo ha hecho, a equipos en donde los liberales predominan de modo absoluto. En el campo económico y social se ha desprendido de socialdemócratas o socialistas coherentes como Jordi Sevilla, Jesús Caldera o Cristina Narbona, entre otros, para preferir los consejos de liberales como Miguel Sebastián, David Taguas (que de la Oficina económica de Zapatero pasó significativamente a la patronal de la construcción) y, en general, de los que forman la plantilla de esta última. ¿Cómo se puede pensar que es posible hacer política socialdemócratas cuando la doctrina en la que uno se inspira es claramente liberal?

Zapatero ha cometido el error de creer que se puede llegar lejos en política social dejando que la política económica se oriente fundamentalmente a salvaguardar un marco productivo predominantemente dominado por el mercado desregulado y la especulación. No solo eso: No parece que Zapatero haya tenido en cuenta que cuando es así, o se incurre en un coste muy grande que hay que financiar convenientemente (con políticas fiscales a las que ha renunciado) o simplemente se diseñan medidas que luego no se pueden llevar a la práctica, lo que tarde o temprano hace que la gente se frustre y pierda confianza en el gobierno que las ha vendido como grandes avances sociales. Me da la impresión de que ni Zapatero ni sus asesores han contado con algo esencial: las políticas socialdemócratas de bienestar (que en tantos aspectos han sido positivas y proporcionado mejores condiciones de vida a millones de personas) son siempre el resultado de un pulso ganado al capital y a los grandes poderes financieros e industriales. Nunca se conquistan como algo gratuito frente a estos últimos porque de este modo, éstas no se consolidarán como derechos, sino que serán el resultado de una mera coyuntura económica favorable. Eso siempre constituyó el ADN del socialismo que Zapatero parece desconocer. Lo cierto es que Zapatero nunca ha querido enemistarse con el gran capital, ni plantear verdaderas políticas públicas como impuestos para crear empleo, o simbólicas, que limiten los beneficios o acabar con las jubilaciones escandalosas.

Tal vez el error estratégico para el progreso material de España de Zapatero en este sentido, fue el no haber aprovechado la etapa de expansión para promover el cambio productivo que ha querido fomentar justo cuando la crisis echaba por tierra la posibilidad de impulsarlo con éxito. No puede decirse que en este aspecto cambiara el rumbo anterior que sobre todo había fortalecido el Partido Popular en la etapa de Aznar sino que lo reforzó. Ha sido un tiempo perdido que difícilmente se superará con un gobierno de centro-derecha de carácter corporativista. Desesperanzadas las personas por el paro al que se ven abocadas, asfixiado el crecimiento por la falta de crédito, angustiado el Estado por la deuda, Zapatero deja un país y una sociedad en busca de portentos.

Un país en busca de portentos
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