jueves. 18.04.2024

Un mar de chapapote

NUEVATRIBUNA.ES - 10.6.2010...cuando la plataforma Ixtoc-1 de PEMEX, situada en la bahía de Campeche vertió más de medio millón de toneladas de petróleo durante nueve meses. No son frecuentes los accidentes de este tipo, pero cuando se producen son pavorosos, tanto por sus costes en vidas humanas, como por los daños ecológicos y económicos.
NUEVATRIBUNA.ES - 10.6.2010

...cuando la plataforma Ixtoc-1 de PEMEX, situada en la bahía de Campeche vertió más de medio millón de toneladas de petróleo durante nueve meses. No son frecuentes los accidentes de este tipo, pero cuando se producen son pavorosos, tanto por sus costes en vidas humanas, como por los daños ecológicos y económicos. Mayores que los habituales de los petroleros, como el del Torrey Canyon en 1967, que originó la primera gran marea negra o que el del Exxon Valdez en la costa de Alaska en 1989. Desde julio de 1947, en que se produjo la explosión del Ocean Liberty en el puerto de Brest, hasta abril de 2010, el CEDRE (Centro de Documentación, de Investigación y de Experimentación sobre la Contaminación Accidental de las Aguas Marinas) de Francia, ha registrado 241 grandes vertidos, especialmente de petróleo, pero también de productos químicos. Por otra parte, este mismo centro de investigación, con datos de la Academia de Ciencias Norteamericana referidos al año 2.000, estimaba en más de medio millón las toneladas de hidrocarburos que acaban cada año en las aguas marinas, como resultado de la limpieza de tanques de combustible, pequeñas fugas y averías de los buques mercantes. A todo esto hay que sumar los efectos causados por las guerras. Durante la Segunda Guerra Mundial, que tuvo como dos de sus principales escenarios el Atlántico norte y el Pacífico, fueron hundidos miles de barcos con su carga y combustible de carbón o fuel (solamente Gran Bretaña y EE.UU. perdieron casi 25 millones de toneladas) y en las tres guerras del Golfo el petróleo fue utilizado como objetivo y como arma, sobre todo en la de 1991, en la que se derramó intencionadamente 1 millón de toneladas de crudo que se extendió sobre 3.200 Km2 de superficie marina. Además de otras barbaridades realizadas hasta hace poco, como las pruebas nucleares efectuadas por Francia y EE. UU. en algunos atolones del Pacífico o el depósito de más de 140.000 toneladas de residuos radiactivos de alta actividad en la fosa Atlántica (prohibidos definitivamente en 1993).

En fin, que son ya más de seis décadas las que llevamos agrediendo intensamente a los ecosistemas marinos que sin embargo tienen una capacidad asombrosa de regeneración, como hemos comprobado en las costas de Galicia, en la que se ha generado un ciclo de destrucción - regeneración en un tiempo relativamente breve, tras cada nuevo desastre marítimo. Esto puede hacer pensar que los mares tienen una infinita posibilidad de absorber y reciclar todos los impactos y no es cierto, puesto que muchos de sus efectos son acumulativos. Por esas agresiones, por la explotación masiva e irracional de los recursos pesqueros, con instrumentos cada vez más sofisticados y por el fenómeno del calentamiento global, los indicadores básicos empiezan a emitir señales cada vez más claras de alarma, como acaba de denunciar la organización internacional Oceana. La capacidad de carga de algunos de sus ecosistemas está llegando al punto de saturación. Y la perspectiva de futuro no es nada halagüeña ante los planes de nuevas perforaciones, de apertura de nuevas líneas de navegación en el Ártico, una vez que los hielos perpetuos se van fundiendo y ante la aparición de otra amenaza: la minería de gran profundidad para obtener materiales metálicos y minerales raros en los fondos oceánicos.

El mar es una fuente inmensa de recursos de gran importancia para la economía, pero es también nuestra despensa, la reserva de biodiversidad más importante que tenemos y el medio de vida directo o indirecto del 8 % de la humanidad. Si no se pone coto a las prácticas depredadoras e insostenibles y se adoptan cuanto antes decisiones a escala internacional que permitan preservar el mar para las generaciones futuras, los daños pueden ser irreversibles en muchos aspectos. Hemos visto que la respuesta de Obama a la tragedia de la Deepwater Horizon, aunque políticamente muy diferente a la que, en su día, dieron Aznar y Rajoy en el caso del Prestige, no ha sido suficiente para evitar el daño ya causado y veremos si las buenas intenciones y propósitos de suspender las nuevas exploraciones petrolíferas y aumentar las exigencias de control, no se quedan como las que se hicieron con los bancos cuando comenzó la crisis financiera: en agua con… chapapote.

Pedro Díez Olazábal participó en la fundación del Sindicato de Enseñanza de CC.OO y ha estado siempre vinculado a los movimientos sociales. Ha desempeñado los cargos de Alcalde de Arganda del Rey, diputado de la Asamblea de Madrid y Vicepresidente Tercero, portavoz en la Comisión de Medio Ambiente y Presidente de la Asamblea de Madrid.

Un mar de chapapote
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