viernes. 29.03.2024

Ucronías futuras II: 2021

Escribo estas líneas a modo de reflexión sobre lo ocurrido desde aquel noviembre infausto que marcó el hito de entrada en el periodo de la historia europea que algunos historiadores ya denominan como “posdemocrática”.

Escribo estas líneas a modo de reflexión sobre lo ocurrido desde aquel noviembre infausto que marcó el hito de entrada en el periodo de la historia europea que algunos historiadores ya denominan como “posdemocrática”.

Primero se puso de rodillas a los gobiernos, incluidos los pocos progresistas que subsistían y se les obligó a aplicar unas llamadas “reformas”, que no eran sino duros recortes de derechos que acababan con el paradigma sobre el que se había construido el consenso social y político europeo desde la Segunda Guerra Mundial basado en tres pilares: democracia parlamentaria, estado del bienestar y libertad de mercado.

Pero como los políticos se encontraban con dificultades muy difíciles de salvar, bien por ideología, bien por no saber o querer enfrentarse a la fuerte protesta sindical y social, se acudió a los tecnócratas. Desde Berlín se forzó a los parlamentos a colocar al frente de varios países a los asesores de los mismos especuladores que habían desencadenado el desastre de unos años antes. No eran más que capataces de alta titulación, encargados de aplicar su hoja de ruta.

Los trabajadores respondieron a la agresión con una ola de luchas sin precedentes. Prácticamente toda Europa vivió una movilización permanente, durante aquellos primeros tiempos de gobiernos tecnocráticos.

Por eso, como ni así lograban su objetivo, casi sin solución de continuidad se pasó a la solución final: “los gobiernos de la confianza”. Eufemismo con el que dulcificaron la resurrección de “cirujanos de hierro” en cada país, capaces de imponer a cualquier coste el programa de desmantelamiento del viejo modelo social con la excusa de salvar la economía. Se convirtió en lema oficial la idea del economista Friedrich von Hayek que prefería una dictadura liberal a la democracia sin liberalismo económico.

En cada país se siguió un método conforme a su idiosincrasia. En algunos fue un parlamento elegido el que aprobó, por amplia mayoría, otorgar la confianza a presidentes “fuertes” para, a continuación, aprobar estados de emergencia nacional - se utilizaba lenguaje de guerra - aplazando incluso los calendarios electorales.

En España no hizo falta, desde aquel 20N la cosa fue rodada. Con todo el poder en su mano, la derecha subsumió las funciones, en principio de los tecnócratas y luego, cuando la cosa les empezó a desbordar, la de los “cirujanos”.

Los años siguientes han sido muy duros. Una vez que barrieron literalmente de las calles toda forma de protesta, fueron a por los sindicatos. Cambiaron las leyes laborales, se cargaron la negociación colectiva, limitaron el derecho de huelga, de reunión y de manifestación. Después metieron mano a la izquierda política, que pasaron a denominar “antisistema”. Modificaron la antigua Ley de Partidos para dejar extramuros a todos aquellos que no tragaban, reinterpretando a su modo la Constitución. Liquidaron la libertad de información privatizando RTVE, el resto de medios o eran suyos o se plegaron a sus consignas. Las elecciones han seguido celebrándose. Las han ganado ya dos veces por mayoría aplastante. Tras la primera, claro, cambiaron la Ley Electoral. El Poder Judicial no lo tocaron, no les hizo falta.

Aunque el número de parados siguió aumentando vertiginosamente, oficialmente bajó porque cambiaron las normas de cómputo. Durante un tiempo mantuvieron el subsidio y las prestaciones básicas a los desempleados, pero luego las redujeron drásticamente “porque España no se lo podía permitir”. Reconvirtieron la, según ellos, carísima sanidad pública, en un sistema estratificado en función de la capacidad económica que entregaron a grandes aseguradoras. La escuela pública duró algo más, porque entonces aún no era negocio, pero pronto la repartieron entre los curas y algunas antiguas constructoras.

Tengo que terminar esta carta, que ya es la hora de bajar al comedor, donde me siento con Garzón ¿le recordáis? Él está aquí desde hace mucho tiempo. Al fin y al cabo yo solamente llevo dos años en espera de juicio por “agredir” con mis costillas (se rompieron) a la bota inmensa de un armario de dos cuerpos vestido de azul en una manifestación “no autorizada” y por atentado contra su honor por compararle con los “grises” del franquismo. No sé por qué se molestan por eso, si han vuelto a reponer las estatuas de Franco en toda España.

Un saludo desde la celda 57 de la cárcel de Soto del Real, mirando a la Sierra que empieza a vestir sus galas de otoño.

Ucronías futuras II: 2021
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