viernes. 26.04.2024

Turquía, economía y Unión Europea

nuevatribuna.es | 27.01.2011Turquía es una sociedad contradictoria, existiendo al mismo tiempo una separación cada vez mayor entre la población urbana occidentalizada que ha logrado dominar la religión, y la periferia rural de carácter tradicional, religiosa y orientalizada.

nuevatribuna.es | 27.01.2011

Turquía es una sociedad contradictoria, existiendo al mismo tiempo una separación cada vez mayor entre la población urbana occidentalizada que ha logrado dominar la religión, y la periferia rural de carácter tradicional, religiosa y orientalizada. La democracia turca está amenazada tanto por parte de los islamistas moderados del libre comercio y seguidores de los ajustes estructurales del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, como por los laicistas ultras que desprecian a las minorías armenias y kurdas, las libertades y la voluntad popular.

Dentro de las singularidades turcas destaca el papel del ejército, que hace suyo el legado kemalista del laicismo. El ejército es un Estado dentro de otro Estado, ejerciendo una tutela y estando al margen de los avances que se dan en la sociedad turca e incluso en el mundo.

Los militares tienen su propio plan de estudios, cuentan son sueldos más altos, una mayor cobertura social y sanitaria, préstamos en condiciones preferentes y disponen de grandes conglomerados industriales propios como el OYAK y el TSKGV, con decenas de miles de trabajadores en sus empresas. Además estos grupos industriales están exentos del pago de impuestos.

Ante la continúa negativa de la Unión Europea a Turquía, ésta empieza a mirar con criterio propio hacia Oriente Próximo, el Cáucaso, Rusia y los Balcanes, áreas históricas de influencia turca. Pero sigue mirando ya más lejos hasta China, Brasil o el norte de África. Están planteándose unirse al grupo de grandes naciones emergentes formado por Brasil, Rusia, India y China el BRIC+T.

Turquía pretende desempeñar un papel muy importante en la esfera internacional e impulsando lo que se denomina “un nuevo otomanismo” que ha propiciado un acercamiento a Irán, Iraq, Siria y Líbano.

Turquía es un país con crisis cíclicas muy fuertes, ya en el año 2001 sufrió una fuerte depresión, con una caída de su PIB del 7,5%, con una grave crisis financiera y una gran depreciación de su moneda, la lira turca. Tuvo que acudir el FMI y el BM al rescate, a cambio de ir aplicando toda la doctrina neoliberal que exigen siempre estas instituciones.

En la actual crisis, Turquía ha salido fortalecida, pues a pesar de la caída en el año 2009 de su PIB en un 4,8%, para el año 2010 se prevé una subida del 8,2 y para los años 2011 y 2012 crecimientos superiores al 5,5% de su PIB.

Su ubicación estratégica y su bajo nivel de endeudamiento público con un 49%, han llevado al país a recibir grandes cantidades de capital extranjero en busca de alta rentabilidad. El déficit anual en 2010 es del 4,9% a pesar de la caída de ingresos pro impuestos, y su inflación históricamente alta se encuentra en el 9%.

El sector bancario turco ha resistido muy bien la crisis actual sin ayuda del dinero público. Es significativa la inversión reciente del BBVA en un banco turco por más de 5.000 millones de euros. Los intercambios entre Turquía y la Unión Europea rondan los 100.000 millones de euros anuales y el 80% de la inversión en el país proviene de Europa.

A pesar de estos datos espectaculares, su economía presenta debilidades estructurales muy fuertes. El 25% de su población trabaja en la agricultura, mientras que en la Unión Europea es del 3%, lo que significa un atraso económico evidente. Su economía sumergida ronda el 43%, lo que pone de manifiesto la debilidad del Estado. Sólo el 25% de las mujeres trabaja en el mundo laboral.

Su sistema fiscal es caótico y su capacidad recaudatoria es sólo del 20%, mientras que en los países de la OCDE está en más del 30%. Su debilidad en fuentes de energía es muy fuerte, importa el 99% de gas y el 95% del petróleo que consume y su factura anual pasa habitualmente de los 50.000 millones de euros. Sin embargo, hay una gran disputa por hacer pasar gaseoductos y oleoductos por su territorio para sacar el gas y petróleo del Asia Central y llevarlo así al mercado y de ello debería aprovecharse Turquía.

Esta gran dependencia energética marca mucho sus finanzas, pues a pesar de la fuerte entrada del capital extranjero en su economía, así como la gran expansión del turismo, no es suficiente para compensar su factura energética.

Uno de sus problemas turcos es el de la corrupción, ocupando el puesto 56 en el índice que elabora anualmente Transparency Internacional, esto es debido a la estrecha relación existente entre los partidos gobernantes y las grandes corporaciones económicas turcas.

Uno de los aspectos que llama la atención es su sistema de pensiones, donde con 50 años pueden jubilarse y tiene 9,5 millones de pensionistas. Su edad media de vida está en 72 años.

Recientemente el premio Nobel de literatura turco, Orhan Pamuk, decía que Turquía estaba muy decepcionada con la Unión Europea. Debe de saber que muchos europeos nos sentimos también muy decepcionados con la forma actual que ha tomado la Unión Europea. Es un hecho evidente que está en crisis por varias razones: falta de avances democráticos, ningún avance social, falta la definición del DEMOS europeo, una política cultural europea, unido a los desajustes económicos de tener una moneda única pero sin políticas comunes en fiscalidad, finanzas…

A todo ello, y aquí sí afecta a Turquía, Europa ha ido ampliándose continuamente sin unos criterios claros, lo que está provocando su propia parálisis. Amplios sectores de la izquierda europea muestran un deseo de la entrada de los turcos, mientras que los partidos conservadores no quieren. Siempre he defendido el NO a Turquía, pero no por motivos religiosos, emigratorios, propios del pensamiento conservador.

Desde mi punto de vista mi oposición se basa en que antes de cualquier proceso de ampliación se debe avanzar en buscar una Constitución que dé forma total al proyecto y responda a los intereses de los europeos, no sólo en economía, sino también en la política social con una carta de derechos fundamentales: educación sanidad, pensiones. Una democracia real con elección directa de las instituciones, pudiendo elegir al Consejo de Europa, a los miembros del Banco Central, etc.

Mientras esto no se dé, para mi no tiene ningún sentido seguir ampliando. Me he opuesto a la Constitución europea que nos intentaron imponer de forma antidemocrática y los posteriores sucedáneos, pues no deseo una Unión Europea de los capitalistas, sino un proyecto ilusionante de Europa como el anteriormente descrito, partiendo de la aceptación de la diversidad europea como algo enriquecedor.

Turquía tiene un futuro espléndido y debemos apoyarle en todo, pero Europa tiene problemas identitarios, políticos, sociales y económicos que debe resolver para seguir siendo una realidad ilusionante que ahora no lo es. Todos nuestros recortes de derechos políticos y sociales nos vienen impuestos por esa Unión Europea. Esta Europa no es la que queremos y me supongo que Horma Pamuk tampoco.

Edmundo Fayanás | Profesor y licenciado en Historia

Turquía, economía y Unión Europea
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