viernes. 26.04.2024

Todo el poder para Anacleto

26.1.2009En los tebeos infantiles de los 60, siempre gozaron de especial predicamento Mortadelo y Filemón, con su correspondiente agencia de información. Sus aventuras siguen transcurriendo hoy incluso en pantalla grande, bajo la atenta tutela de su padre, el inmortal Ibáñez. Sin embargo, fuimos muchos quienes sentimos una especialísima simpatía por Anacleto, agente secreto, obra del malogrado Manuel Vázquez.
26.1.2009

En los tebeos infantiles de los 60, siempre gozaron de especial predicamento Mortadelo y Filemón, con su correspondiente agencia de información. Sus aventuras siguen transcurriendo hoy incluso en pantalla grande, bajo la atenta tutela de su padre, el inmortal Ibáñez. Sin embargo, fuimos muchos quienes sentimos una especialísima simpatía por Anacleto, agente secreto, obra del malogrado Manuel Vázquez. No sabría, no obstante, discernir con cuál de esas caricaturas guarda mayor relación el caso de espionaje detectado en la comunidad de Madrid y que hace derramar ríos de tintas entre partidarios de Esperanza Aguirre, de Alberto Ruíz Gallardón o, sencillamente, de la sensatez y del sentido común a la hora de utilizar la información pública.

En tiempos del dictador Francisco Franco, solía decirse con cierta grosería política que cada español guardaba un caudillo en el bolsillo: salvo, seguro, aquellos a los que el caudillo propiamente dicho guardaba en la cárcel, en el exilio o en el cementerio. Ahora, todos debemos guardar un paparazzi, un goebbels de la telebasura, un 007 de bolsillo que a veces logra entrar en la nómina de algún organismo.

Es cierto que la información es poder. Pero no es cierto que todos los supuestos servicios de información informen realmente y contribuyan al mayor empoderamiento de sus instituciones. A veces, estas agencias resultan mucho menos listas que Plinio, aquel memorable municipal de Tomelloso que crease el lamentablemente olvidado Francisco García Pavón. A menudo, pareciera que el Superagente 86 hubiera elaborado la RPT de algunos de estos servicios discrecionales a los que termina faltándoles precisamente la discreción. Y si la opinión pública internacional ha asistido a sonados fiascos de la inteligencia pública, desde la CIA al CNI, por no mencionar al MI5 británico, ¿qué podremos esperar de esos torpes remedos de espías de andar por casa, que ni siquiera gozan de la marcada profesionalidad de Pepe Carvalho y de esos otros eficaces pero a menudo mal vistos detectives privados?

Veinticinco años después de 1984, el Big Brother de Georges Orwell se ha convertido en una morrocotuda parafernalia de uniformes, huelebraguetas, cámaras de seguridad y cámaras de circuito cerrado: hoy día, cualquier ujier se cree James Bond y la multiplicación de policías no significa necesariamente la reducción ponderada del número de ladrones. Visto lo visto en el caso de Madrid y mientras su patata caliente salta por los tejados internos del PP, de un partido a otro, de una institución a otra o incluso entre medios de comunicación, la cuestión pendiente no es ya la del modelo de seguridad que queremos para nuestro país o para la Unión Europea: dejemos para otro día el debate sobre lo anacrónico y hasta peligroso que resulta la multiplicación de cuerpos policiales, incluyendo a la Guardia Civil que paradójicamente sigue sin ser civil. En esa misma secuencia, cabe plantearnos por qué en vez de crear, potenciar y reforzar un servicio secreto que sirva a las necesidades de todo el Estado �y las comunidades autónomas siguen siendo tan estatales como el gobierno central--, terminamos llenando al conjunto del territorio de correveidiles de andar por casa; de aficionados que terminan sirviendo como hazmerreír en lugar de fuente fidedigna para que el poder democrático tenga más poder con la intención de que la democracia sea más fuerte. Aquí, cuando el único poderoso es Anacleto, el Estado de derecho termina siendo un monigote. Así nos va: nos gastamos un manso en ojos públicos y ni siquiera somos capaces de acertar con los partes meteorológicos.

Juan José Téllez
Escritor y periodista

Todo el poder para Anacleto
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