viernes. 19.04.2024

Theo Angelopoulos

Hace unos días se conocía la noticia de la muerte de Theo Angelopoulos a consecuencia de las heridas que sufrió al ser atropellado por una moto a las afueras de Atenas cuando buscaba localizaciones para su última película. Para quienes amamos su cine, su muerte ha significado una brutal paradoja.

Hace unos días se conocía la noticia de la muerte de Theo Angelopoulos a consecuencia de las heridas que sufrió al ser atropellado por una moto a las afueras de Atenas cuando buscaba localizaciones para su última película.

Para quienes amamos su cine, su muerte ha significado una brutal paradoja. Angelopoulos, un continuador de la tragedia griega en el sentido de concebir el espacio fílmico como una constante dialéctica entre lo visible y lo no visible, que había conseguido como nadie en su narrativa cinematográfica hacer presente aquello que esta ausente, cuando narra la muerte o la violencia, muere de la forma mas explicita que pueda imaginarse, atropellado en plena calle por una motocicleta.

El cine de Angelopoulos es una experiencia intensa en la que resulta imposible ser un mero espectador, hace sentir a cuantos lo disfrutan su plena capacidad para dar sentido a todo lo que sucede y les transfiere buena parte de la responsabilidad de su interpretación, pero al mismo tiempo la intencionalidad de su obra conserva toda su intensidad.

Angelopoulos, explora una y otra vez en sus películas la “condición humana”, siente la necesidad de desentrañarla, impulsado por el fracaso del proyecto colectivo que ha supuesto la historia europea del siglo XX.

Su obra es un viaje constante, un proceso de conocimiento individual y colectivo; individual para indagar en los estragos que produce el exilio, como muestra en su inquietante opera prima “Reconstrucción”, colectivo para la búsqueda de la libertad en su particular viaje a ninguna parte en “El viaje de los comediantes”, película que le valdría el reconocimiento del pueblo griego, que vivía bajo la dictadura de los coroneles, además de catapultarle a la fama internacional.

Pero será en “La mirada de Ulises” donde su obra alcance su máximo esplendor. En esta ocasión su propuesta es un viaje en busca de los orígenes, un intento de explicación y de refugio para todo lo que en ese momento se está derrumbando, simbolizado en la guerra de los Balcanes, (la guerra como metáfora de la Modernidad) y, recreado en los paisajes desolados de Albania y la antigua Yugoslavia.

En el cine de Angelopoulos el silencio es el principal elemento de significación de aquello que quiere contar, un silencio que se va apoderando poco a poco de la imagen y del espectador y le sumerge en un mundo de meditación que ya no podrá abandonar hasta el final de la proyección. Cine intimista, pausado, con escenas de gran belleza y de enorme impacto visual.

La muerte de Theo Angelopoulos significa la desaparición de un creador comprometido con su tiempo, sabedor como nadie que lo más importante de la representación está fuera del cuadro. La larga escena de la niebla en la Sarajevo de los francotiradores de su ya mencionada “La mirada de Ulises” es un legado maravilloso de su concepción del mundo y de la vida.

Con la marcha de Angelopoulos el luto de Europa se hace aún más largo y penoso.

Theo Angelopoulos
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