Tapas variadas en el escenario político

La danza de meandros y otras sinuosidades para situarse en mejores condiciones en el nuevo sujeto político.

Primera tapa: chicoleos al chilindrón

Leemos en los diarios -y nos lo confirman voces siempre dispuestas a lavar la ropa fuera de casa- que en la coalición catalana Catalunya sí que es pot algunos partidos que conforman la coalición (ICV y Podemos) están un poco de uñas. El problema es que el primer espada catalán de Podemos, y portavoz adjunto de la coalición, siente que el protagonismo que cree merecer es escaso,  que sus apariciones públicas son pocas y de poca monta. Ya lo decía la vieja copla: “Todos queremos más, más y más y mucho más”. Es normal que estos dimes y diretes aparezcan en estas jóvenes coaliciones, cuya argamasa todavía no es lo suficientemente sólida y donde todavía el vínculo entre el “yo” y lo colectivo se encuentra en pañales. 

Ahora bien, este rifirrafe ha aparecido cuando Ada Colau ha planteado un nuevo proyecto político: ir a la formación de un partido que recoja todas las sensibilidades de la izquierda catalana, que se siente alternativa. No afirmo que haya relación entre el enfado del portavoz adjunto y el proyecto de la Colau. Pero si lo hubiere las cosas tendrían otro cariz. A saber, la danza de meandros y otras sinuosidades para situarse en mejores condiciones en el nuevo sujeto político. Lo que se dice para llamar la atención de que ese trayecto será muy complicado. Porque cada componente acudirá con sus códigos, sus particulares idiotismos de oficio y su particular interpretación de la (matemática) ley  de la monotonía. Todo un conjunto de retales que necesitará de una avisada modista o de un sastre probado.  

Será natural, pues, que todas las ambiciones personales y colectivas aparezcan. Que los codos verticales y los codos horizontales se pondrán en marcha. Llamo codos verticales a los que se ponen encima de la mesa en el momento de la reflexión; y defino los codos horizontales aquellos que se desplazan para darle en los higadillos a quien se tiene al lado. En todo caso, sugiero que los participantes de ese proyecto tengan en cuenta lo que un avisado Manel García Biel ha escrito recientemente: “Las confluencias entre las izquierdas alternativas tradicionales y los “emergentes” sólo serán positivas si cada una de las partes respeta las aportaciones de los otros sin voluntad de hegemonía de parte. La unidad entre iguales, desde el consenso les puede llevar a obtener la hegemonía cultural y política en la sociedad. Que es la que debería interesar a todos en su conjunto, la que se debe conquistar”. 

Segunda tapa: conejo a la campera

El primer mandatario iraní ha visitado Roma. Magnífico. Fuentes bien informadas señalan que puso como condición que, en las visitas a museos, su vista no topase con ningún desnudo, ya fuera estatua o cuadro, de macho o hembra alguna. Cosa que el caballero ha negado posteriormente.

Como es natural, dado el carácter obsequioso de Matteo Renzi, se autorizó la espina dorsal y las ´obscenidades´ de los viejos romanos y los libidinosos renancentistas desaparecieron del mapa. La cosa se solucionó poniendo cartones para tapar tetas, escrotos y penes. Entiéndase, cartones de quita y pon. O sea, nada que ver con el estropicio que mandó hacer el quinto Pío que ordenó al pobre Volterra que le pusiera bragas y calzoncillos a las pinturas de la Capilla Sixtina, ganándose así el mote de Braghettone. No criticamos a Volterra, pues el hombre tenía que ganarse de alguna manera el sustento.

No obstante, el Papa Francisco ha dejado la Capilla Sixtina que luzca todas sus grandezas, vale decir, aireando los atributos de cada cual a la vista general sin que haya pestañeado, que sepamos, el mandatario iraní.

Tercera tapa: arroz a la cazuela

El señor del Café de Ocata, el profesor Gregorio Luri, va a publicar su último libro, El cielo prometido, una mujer al servicio de Stalin, que es la historia de la familia Mercader, que editará Ariel. Será aproximadamente cuando los Idus de Marzo, que en este caso es lo que corresponde. Me atrevo a pronosticar una considerable polvareda y recomendar que no lo lean los potencialmente expuestos al infarto. Por mi parte, espero tenerlo en mis manos, y de paso enterarme de lo que no me quisieron contar quienes, interpelados por un servidor, me respondieron aquello de “pelillos a la mar”.