jueves. 28.03.2024

Sor Teresa Forcadas, candidata a la presidencia de la Generalitat

Diversos medios han informado que sor Teresa Forcadas, la monja benedictina de clausura, se dispone a colgar los hábitos. Según parece es cuestión de días.

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Diversos medios han informado que sor Teresa Forcadas, la monja benedictina de clausura, se dispone a colgar los hábitos. Según parece es cuestión de días. De entrada digamos que Forcadas representa también la irrupción de las mujeres en la política que se viene dando, afortunadamente, de un tiempo a esta parte. Así pues, sor Teresa deja el convento y reafirma lo que insinuó hace algunas semanas, esto es, que se presenta como candidata a presidir el gobierno de la Generalitat de Catalunya para las todavía no convocadas elecciones de otoño próximo. A tal fin llama a partidos políticos y movimientos sociales a que apoyen su candidatura en una lista unitaria. Ya hablaremos, cuando se haga público el programa Forcadas, qué juicio nos merece. Ya diremos algo cuando sepamos qué partidos y fuerzas le dan su apoyo.  Todo se andará al ritmo del viejo dicho agrario: los molinos de Dios muelen despacio. 

Este breve ejercicio de redacción tiene, sin embargo, otro objetivo: mostrar una diferencia no irrelevante ente algunas cosas de un ayer no tan lejano y las de estos últimos tiempos. Veamos.

En mis tiempos la presentación de un candidato a un puesto determinado era fruto de un planteamiento colectivo o tenía las apariencias de serlo. Un grupo más o menos amplio de amigos, conocidos y saludados proponían como candidato a Fulano. Ahora han aparecido dos novedades: o bien existen primarias o bien tal o cual persona presenta personalmente su propia candidatura.

La primera forma (las primarias)  despersonaliza el hecho de auto presentarse; sin embargo, tras la celebración de dichas primarias el nominado adquiere un carácter personalista que va más allá del primus inter pares: objetivamente el plebiscito le confiere un áurea que va más allá de las estructuras dirigentes. 

La segunda forma: quien se presenta así mismo es la novedad más unipersonal. No es el caso único de Forcadas, pero sí el más llamativo. Y puede ser interpretado a la carta. Habrá quien piense y diga que se trata de un acto de coraje y responsabilidad; también saldrán voces que impugnen lo anterior y se instalen en que es un comportamiento egocéntrico y presuntuoso. O ambas cosas a la vez.

Sea como fuere, el caso es que estamos asistiendo a una práctica generalizada de hiper liderismo formal en todos los partidos –todos quiere decir que no se escapa ninguno--  como nunca se ha visto en la política. Que, además, se traslada mecánica y miméticamente a todos los líderes territoriales. A estos dirigentes el poder les viene desde el cargo en sí, no desde una manera de ejercer dicha responsabilidad. Cuando alguien díscolo intenta alzar la voz se pone en marcha una especie de  Princeps namque, cuyo toque de arrebato sirve de intimidación no sólo al crítico sino al conjunto de la organización, ¡por si las moscas!

Sobre ese particular, vale la pena tener en cuenta una reflexión de Roger B. Myerson, premio Nobel de Economía de 2007: «Porque los líderes nacionales no tienen ningún incentivo para nombrar líderes provinciales y locales eficaces que les hagan la competencia y, en cambio, tienen incentivos para nombrarlos simplemente mediocres y fieles» (La Vanguardia de hoy).  

Esto es la muerte del intelectual orgánico. El colectivo como sujeto pensante queda reducido a sujeto pensado, no sólo desde arriba sino desde el que está arriba por encima –y a veces al margen-- de todos.  En resumidas cuentas, tengo para mí que ahora que tanto se habla de la renovación y regeneración de la política se están desarrollando paroxísticamente viejas patologías  y apareciendo nuevas. Y algo verdaderamente chocante, o quizás no tanto. A saber, cada partido parece decirle a los demás: «Estoy de acuerdo con vuestra renovación y en contra de la mía».  

Sor Teresa Forcadas, candidata a la presidencia de la Generalitat