jueves. 25.04.2024

Sociedad de riesgo y valores constitucionales

Momento crítico para nuestra civilización europea. No es la crisis, es el modelo. Y sobre éste, necesitamos pensamientos fuertes...

La Vieja Europa  lleva demasiado tiempo achacosa, enferma

Ulrich Beck, sociólogo recientemente fallecido, acuñó el término de Sociedad de Riesgo para definir una de las tendencias sociales más definitorias del tiempo que nos ha tocado vivir. Mediante esa imagen quería trasmitir lo inestable e imprevisible en que se había convertido nuestro mundo. El control se ve desbordado por el riesgo. Y dada nuestra tendencia humana a la seguridad de lo previsible, este nuevo aspecto nos provoca un desconcierto más que evidente. La confianza y seguridad de las “comunidades parroquiales” ha dado paso a la inseguridad de las sociedades abiertas. En otra dimensión paralela de pensamiento, Habermas tiró de la expresión Patriotismo Constitucional para advertir de la necesidad que tenía la sociedad alemana, y por extensión, la europea, de dotar de contenido, de valores, a las nuevas Sociedades Postnacionales creadas en Europa después de la traumática Segunda Guerra Mundial. Era necesario unir a las personas mediante valores comunes a través de un modelo social determinado. Y no se le ocurrió mejor cosa que pretender unirlos a través de compartir valores y principios sobre cómo convivir. Así pues, Riesgo y Valores son dos conceptos que debemos tener en cuenta a la hora de proyectarnos en este incierto futuro. Uno, como necesidad de adaptarnos a la tendencia de lo impredecible, de lo no controlable. Y el otro, como necesidad de vivir en común, de compartir.
Estoy convencido que Europa es el espacio social de mayor calidad y confort social de todo el planeta. Pero la Vieja Europa  lleva demasiado tiempo achacosa, enferma. Por ello, a mi modo de ver, debemos repensar nuestra civilización europea.  También, debemos recordar que la civilización no se impone, se legitima. Se legitima mediante la libre adhesión de los sujetos, mediante la legitimidad democrática.
En este proceso de adhesión consensuada hay que dar foco a  los principios que nos conforman como civilización.  Recobrar  los valores  fundantes. Los propios del republicanismo cívico tales como libertad, igualdad, fraternidad.  Valores que promueven la participación de la ciudadanía en torno al Bien Común y la Inclusión Social. Los valores cívicos no son meras proclamas; es preciso dotarlos de vigor; plasmarlos en la práctica. Por ello, no se puede soportar en términos de moral pública las grandes bolsas de personas excluidas socialmente que existen en nuestra civilización.

Ahora bien, el label, el certificado, de ciudadanía no sólo lo proporcionan los derechos sino también las obligaciones. Entre ellas, las de cumplir las normas comunes que nos hemos dado. La obligación de ciudadanía significa que los sujetos trasferimos una parte de nuestra libre voluntad a la aceptación de normas comunes, de convivencia. En última instancia, la raíz de ciudadanía es la aceptación de condicionamientos pactados entre iguales, tal como afirma Savater. Las diferentes formas de identidad religiosa, étnica, de tradiciones no se reprimen, ni se anulan, pero deben acomodarse, ajustarse a los principios básicos y procedimientos de nuestra cultura democrática.

Así pues, momento crítico para nuestra civilización europea. No es la crisis, es el modelo. Y sobre éste, sobre el modelo social, necesitamos pensamientos fuertes, no meros maquillajes.

Sociedad de riesgo y valores constitucionales