martes. 16.04.2024

Socialismo made in USA

En 1912, un candidato socialista, Eugene Debs, alcanzó un millón de votos en las elecciones presidenciales norteamericanas.

Según recientes encuestas, un 47 % de los estadounidenses ya no reaccionan con espanto ante la idea de que un político se califique como socialista

En 1912, un candidato socialista, Eugene Debs, alcanzó un millón de votos en las elecciones presidenciales norteamericanas. Nunca más el socialismo logró esa cota, y hasta la palabra se fue diluyendo del mensaje político hasta convertirse en un arma arrojadiza contra cualquier dirigente demócrata con propuestas sociales de reforma al capitalismo y al individualismo, instalados como un dogma. De hecho, en la década de los 50 del pasado siglo los términos socialismo y comunismo eran intercambiables y se utilizaban indiferentemente para designar a los sospechosos de connivencia con la URSS en las “cazas de brujas” promovidas por Mc Carthy. Socialista llamaban a Roosevelt  sus más feroces enemigos, y socialista se calificaba a Obama desde las filas ultraconservadoras del Tea Party y la Cadena Fox ante sus planes reformadores de la Sanidad.

Recordemos también que los sindicatos norteamericanos han basculado en sus apoyos hacia republicanos y demócratas, desde un pragmatismo desideologizado que tiene antecedente en la propia conformación de la Nación, en la carencia del aristocratismo europeo, de la conquista de tierras y oportunidades en la carrera hacia el Oeste, y un sinfín de explicaciones sociológicas que apuntó con claridad el economista alemán Werner Sombart en un ensayo titulado “¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos?”,publicado en 1906, y que algunos estudiosos sitúan al nivel de interés que la “Democracia en América” de Alexis Tocqueville.

Con estos antecedentes, un veterano senador del Partido Demócrata, Bernie Sanders, ha tenido el coraje de enfrentarse, con escasos recursos, a la poderosa Hillary Clinton en unas primarias en las que ha pasado de ser una anécdota pintoresca a convertirse en un fenómeno real, atractivo entre sectores sociales diversos y, particularmente, en las jóvenes generaciones. Sanders ha ganado en suficientes Estados como para demostrar que será necesario contar con el mensaje que ha ido divulgando y que ha abierto brecha en una sociedad cada vez más polarizada y conmocionada por la irrupción del populismo arrollador de derechas de Donald Trump en las filas republicanas. Sanders se presenta, sin complejos, como un socialdemócrata y utiliza un discurso en el que no excluye la mención a las clases sociales, ni a los oprimidos ni a los opresores. Denuncia la injusticia social y las desigualdades clamorosas. “Para mí, la socialdemocracia es tener un gobierno que represente a todos, y no solo a la gente más adinerada, un 1%, que es lo que pasa ahora en nuestro país”

Según recientes encuestas, un 47 % de los estadounidenses ya no reaccionan con espanto ante la idea de que un político se califique como socialista. Supone una notable evolución en la que algo habrán tenido que ver las políticas de Obama, pero que sólo ha cristalizado ante el discurso de Bernie Sanders. No es probable la victoria de Sanders e incluso está en el alero el resultado final del duelo entre Hillary Clinton y Donald Trump, en unas elecciones que, una vez más, vamos a contemplar como espectadores aunque nos conciernan tan directamente sus efectos. Quedémonos, mientras tanto, con alguna reflexión: la posibilidad de adecuar nuestro sistema de primarias, haciéndolas tan participativas y ricas en el debate como las norteamericanas, y, sobre todo, con la idea de que la ideología no es una antigualla que debe disfrazarse ante las exigencias de un marketing electoralista de diseño .Para usar y tirar en función de una hipótesis de cosecha de votos, pasajera.

Pase lo que pase, desde España, gracias Sanders.

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