jueves. 25.04.2024

Simplemente, Aznar

NUEVATRIBUNA.ES - 5.11.2010Si para los revolucionarios franceses y para los demócratas de los dos siglos siguientes el término progreso iba indisolublemente ligado a la prosperidad material y cultural de la sociedad en su conjunto, para los deformadores del mismo, que no son otros que los adalides del neoconservadurismo más pacato y desalmado, la palabra progreso se relaciona exclusivamente con el crecimiento económico depredador de un individuo, un grupo
NUEVATRIBUNA.ES - 5.11.2010

Si para los revolucionarios franceses y para los demócratas de los dos siglos siguientes el término progreso iba indisolublemente ligado a la prosperidad material y cultural de la sociedad en su conjunto, para los deformadores del mismo, que no son otros que los adalides del neoconservadurismo más pacato y desalmado, la palabra progreso se relaciona exclusivamente con el crecimiento económico depredador de un individuo, un grupo de individuos o una comunidad cualquiera en un momento dado, es decir con una carrera interminable para ver quien es capaz de situarse en los primeros lugares del escalafón aunque sea a costa de la explotación de continentes, países y ciudadanos del mundo entero, aunque ese crecimiento ponga en riesgo el equilibrio ecológico del planeta, aunque haga inviable la vida a medio plazo. En ese sentido, la palabra progreso, desposeída de su carácter igualitario, esperanzador y utópico, que incluye la creencia en que el hombre será capaz algún día de construir una sociedad justa, amable y bienhechora, cobra un nuevo significado que la hace desagradable al oído y al intelecto, pues sustituye la natural aspiración del género humano a vivir en un mundo mejor por la certeza de lo contrario.

Hace años, en un conocido programa de televisión, La Clave, se produjo un debate sobre el pensamiento político de Franco. Los contertulios se enzarzaron acaloradamente sin que el moderador –José Luis Balbín- interviniese más de lo necesario. Cuando la polémica estaba en su cenit, Juan Diego, que había permanecido en silencio, hizo sonar su voz ronca y dijo: “El pensamiento político de Franco está en este libro”. Se hizo un silencio expectante. Con parsimoniosa lentitud, Juan Diego enseñó el voluminoso libro a las cámaras procediendo a abrirlo. Era un libro decorativo, vacío, no tenía ninguna página, por tanto ningún pensamiento. Sólo servía para guardar un revólver o una petaca de güisqui, que en el caso del genocida sería un vasito de leche. Pues bien, el pensamiento político y económico de José María Alfredo Aznar López cabe en el mismo libro que enseñó Juan Diego en La Clave, es el vacío, una mezcla de primitivismo hispánico y de internacionalismo cazurro de Chicago. En repetidas ocasiones ha dicho Aznar López, que es el verdadero responsable de la parte española de la crisis con su política económica especulativa, con su construya usted cuanto quiera y dónde quiera y con su desregularización del mercado financiero, que si él hubiera estado en el gobierno jamás se habría producido esta crisis, porque esta crisis es responsabilidad exclusiva de la política económica izquierdista del gobierno Zapatero. Pero, incapaz de contenerse, no se queda ahí y va mucho más lejos después de haber propiciado la destrucción paisajística y urbana de media España, de ser el promotor del aniquilamiento del tejido industrial del país: Yo, y sólo yo, tengo las recetas para salir de esta situación en un plazo corto, porque yo tengo amigos poderosos, porque yo sé lo que no está escrito en los libros. Para salir de la crisis, dice el profesor magnífico de la Universidad de Georgetown lo mismo que decía un mi abuelo: Que los empresarios, los emprendedores tienen que estar con las manos libres para hacer lo que les venga en gana y que sólo así, confiando en ellos, que fueron quienes trajeron el vendaval actual, saldremos del agujero. Bueno, bien, vale.

Aznar López, como un troglodita para el que ni la historia ni la evolución ni el progreso verdadero tienen valor alguno, cree que la única receta válida es más de lo mismo, más política neocon. Por supuesto que si eliminamos las cuotas de las seguridad social, los impuestos directos, el impuesto de sociedades, las leyes urbanísticas y paisajistas decentes, permitimos a los emprendedores contratar y despedir a los trabajadores en diez minutos e implantamos un salario máximo de doce euros al día para los obreros, se saldrá de la crisis momentáneamente, y digo momentáneamente porque al cabo de muy poco tiempo las empresas no tendrán a quién vender sus productos; por supuesto que si volvemos, como él quiere, al modo de producción esclavista, habrá muchos esclavistas dispuestos a tener esclavos. Todo eso se sabe desde la noche de los tiempos, todo eso es un insulto a la inteligencia de cualquier persona, pero además, todo eso demuestra el infantilismo y la perfidia de un hombre mediocre que inexplicablemente llegó a presidir un gobierno y a colocar a su ministro de Hacienda, que nunca demostró mérito alguno como rector de sus empresas, al frente de ese antro de la explotación que es el Fondo Monetario Internacional.

¿Para cuándo el procesamiento de Aznar y sus colegas de las Azores por delitos contra la Humanidad, por el genocidio de iraquíes a cambio de petróleo? ¿Cuándo seremos capaces los seres humanos de desterrar para siempre de la cosa pública a tipos de esta calaña? Sólo es cuestión de tiempo, y de dignidad social.

Pedro L. Angosto

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