jueves. 28.03.2024

Sebastián en el país del oro negro

Durante dos días, la ciudad saudí de Yeda, ha estado en el foco de atención del mundo de la economía y de la política, porque allí se sentaron los representantes de los países productores (unos pocos) y consumidores (el resto) de petróleo.
Durante dos días, la ciudad saudí de Yeda, ha estado en el foco de atención del mundo de la economía y de la política, porque allí se sentaron los representantes de los países productores (unos pocos) y consumidores (el resto) de petróleo.

Todos en amor y compaña, hablando del oro negro: que si está por las nubes, que si la culpa es de los productores, que no producen lo suficiente para atender a la demanda para que sigan subiendo los precios, que no, que la culpa es vuestra, que sois insaciables y cada vez consumís más gasolina; que como todos somos “güenos”, pues la culpa la deben tener unos seres, que nadie conoce ni por asombro (¿extraterrestres?) y que les llamamos los “especuladores” y en eso sí, claro, todos de acuerdo.

Y en esas, nuestro Ministro de Industria, Turismo y Comercio, Sebastián, como Tintín tras la insolación en el desierto, va y les dice que lo que pasa es que con los precios “bajos” (sic) de los últimos quince años, que nos hemos hecho adictos a la “gasofa” y la esnifamos como si fuera ese polvo blanco que vuelve tarumbas a los ejecutivos agresivos y que lo que hay que hacer es empezar a pensar en otro tipo de fuente energética.

Claro, esto debió sonar como mentarle la madre a los de la perilla y no digamos nada a los productores “outsiders”, como el “milico” venezolano, reconvertido en “ultrarequeterevolucionario”, que ha descubierto a su edad, que el petróleo es un arma cargada de futuro. Muy bien por Sebastián, les ha dicho a los “hunos” (los que hacen guerras por el petróleo) y a los otros, los que las justifican, que esto de la dependencia de los fósiles (no se han dado por aludidos en el PP) es peligroso y que hay que abrir las fuentes, que hoy apenas gotean, de las energías renovables, para que por ellas salgan los chorros de kilovatios que necesitamos los desarrollados y que demandan los que aspiran a desarrollarse. Pero cuidado, porque los malos acechan y como en la historieta de Hérgé, pueden en cualquier momento aprovechar esa idea para seguir subiendo el precio del petróleo (¿200 dólares el barril?) y ganar más y más dinero, a costa del resto del mundo.

Eso sí, hay que celebrar que para los pobres reservaron un pensamiento piadoso y el “Jeque Blanco”, prometió el oro y el moro, aunque para no abusar, lo someterá, al criterio del mayor defensor de los parias de la Tierra, que todo el mundo sabe que es el Banco Mundial. Sebastián estuvo bien en Yeda, aunque no sabemos qué quiso decir con eso de que hay que resolver el problema de los residuos nucleares (¿quién?). Pero en casa hay que predicar con el ejemplo: aprovechando todos los edificios oficiales para instalar placas solares fotovoltaicas y térmicas, los terrenos sobrantes del Estado para parques eólicos, colocando sistemas de cogeneración en los miles de calderas de todos los centros públicos y poniendo en marcha planes de ahorro energético obligatorios en todos los departamentos ministeriales.

Eso como primer paso que habría que extender luego mediante normas legales y / o negociación, a las Comunidades Autónomas, Ayuntamientos y a la empresa privada. Hecho esto, lo siguiente sería iniciar de verdad la transición hacia la energía del hidrógeno (que le pregunte a Rifkin). Las declaraciones, las buenas intenciones y las llamadas a la sostenibilidad, están bien y lucen “progres”, pero seguiremos siendo cada vez más yonkis del petróleo, que, por cierto, ha vuelto a subir.

Sebastián en el país del oro negro
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