jueves. 25.04.2024

Se va para Barranquilla

Eran noches de vinilo. Noches de luna negra y encuentros. Giratoria y redonda “la noche noche nochera” Tiempos de existencia negra, de baile al son de un disco negro, invento último de una negra época. Pick-up de aquel entonces. Cuando Franco, Solís, Fraga Iribarne. “Se va para Barranquilla, se va el caimán, se va el caimán” Inocente la cancioncilla aquella. Prohibida.

Eran noches de vinilo. Noches de luna negra y encuentros. Giratoria y redonda “la noche noche nochera” Tiempos de existencia negra, de baile al son de un disco negro, invento último de una negra época. Pick-up de aquel entonces. Cuando Franco, Solís, Fraga Iribarne. “Se va para Barranquilla, se va el caimán, se va el caimán” Inocente la cancioncilla aquella. Prohibida. Algún censor interpretó que el que se iba era Franco. Y la vetó. Hubo que archivar el vinilo circular. Nos pisaron el alma. Tumbaron noches de amor. Nos arrancaron el primer trago de vino y sexo. Y dejó de sonar cuando el NODO ensalzaba las virtudes del dictador y adorábamos todos al fundamentalista de El Pardo

Se reirán los jóvenes que lean este artículo. Bienaventurados los que pueden sonreír porque de ellos será el mundo. Se acordarán algunos con pena en el costado. Costó lágrimas, silencio, mucho silencio, porque el compañero no era compañero, era a lo mejor un chivato, un político social, un amigo-enemigo, camisa azul, correaje brillante como las botas del general-generalísimo. Costó saltar las fronteras huyendo de perros perseguidores, adiestrados en venganzas, en calumnias que costaban cárcel, pan y azúcar moreno. Todos desconfiábamos de todos. Nadie era prójimo. Llevaban charreteras y desenfundaban pistolas negras, muy negras, de la época negra y el vinilo.

Fraga estaba allí. Albacea de la España una, grande y libre. Dueño-heredero de la calle. Impasible el ademán. Dicen que le cabía el estado en la cabeza. Pero en el centro de esa cabeza estaba la guardia mora, amparando al detector de las hordas judeomasónicas, al caudillo católico-apostólico-romano, bendito por los siglos de los siglos. Puerta del Sol convertida en calabozo humillante de quien se atrevía a pensar, a soñar una España diferente, abierta como una madre pariendo libertad. Fraga estaba allí, abortando el perfume de una vida inventada, caliente como un pan de pueblo áspero, prohibiendo canciones sencillas, en el pick-up sabático de algún baile enamorado, multando los besos de los parques, castigando los pechos acariciados en la esquina de una noche de luna llena.

Fraga se va. Colaboró –es verdad- a implantar la democracia. Pero cuando la democracia ya estaba aquí. Por ella lucharon Felipe, Santiago, Pasionaria, Camacho los que murieron frente al anonimato de una tapia blanca, los que fueron enterrados en una tierra sin nombre. No. Fraga no luchó por la libertad.

José Bono, el que por fin también se va, el que nunca supo dónde estaba, el que nunca supimos qué pensaba, mitad socialista mitad Fidalgo-sindicalista-aznarista, le ha enviado una carta al “patriota de bien” porque "sería mezquino hurtarte el reconocimiento que merece el trabajo que has hecho a favor de la convivencia y de la construcción de una España en la que quepamos todos, sin sectarismos ni exclusiones". Y le da las gracias por haber colaborado "a que llegase la democracia" a España, por haber trabajado "para que los extremismo se encauzaran en medida muy relevante". Lo encomienda a “Dios, camino y vida en el que ambos creemos” Lo dice Bono.

Creo profundamente en el ser humano y en su conversión. También en el viraje político. Y admito el cambio, sincero o estratégico, de Fraga. Pero no puedo admitir que este último reducto del franquismo luchara y contribuyera a la llegada de la democracia.

Se va Bono, injertado de frases comunes, de un cristianismo ornamental, de repeticiones por sabidas carentes de sentido. Me alegro. Ojalá alguien le escriba una carta llena de verdades, sin anestésicos, literaria y brillante.

Se va Fraga. La historia archiva vinilos, calabozos, calles-propiedad, besos castigados, abrazos separados por una censura inhumana. Me alegro también. La libertad termina triunfando. Fraga se va haciendo un brindis desde la sombra sombría de aquel ruedo negro. A lo mejor las compañías de disco la ponen otra vez de moda: “Se va para Barranquilla…”

Se va para Barranquilla
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