viernes. 29.03.2024

Sarkozy y la orden del Fénix

El presidente�mago, del Estado Francés, dotado del don de la ubicuidad, anda estos días atribulado, porque su proyecto estrella de vender las centrales nucleares de 3� generación made in France, que no manchan, ni traspasan, ni se mueven, ni se notan, está en tela de juicio, desde que, en tan solo un mes, se hayan producido varios “incidentes” en una de estas centrales “seguras” y en una fábrica atómica.
El presidente�mago, del Estado Francés, dotado del don de la ubicuidad, anda estos días atribulado, porque su proyecto estrella de vender las centrales nucleares de 3� generación made in France, que no manchan, ni traspasan, ni se mueven, ni se notan, está en tela de juicio, desde que, en tan solo un mes, se hayan producido varios “incidentes” en una de estas centrales “seguras” y en una fábrica atómica. Lo que, en lenguaje llano significa, que se han “ido de varillas” y han arrojado unos cuantos kilos de material radiactivo al entorno.

Claro que el Gobierno francés no se ha arredrado y ha salido en tromba a predicar, ante todo transparencia: “lo vamos a contar todo” (varios días después) y luego la eficiencia: “vamos a buscar la radioactividad hasta que la encontremos” y por si acaso se ha ido a esconder con sus colegas de otra central, pues van a investigar las 19 instalaciones, que albergan los 58 reactores nucleares del país. Se sugiere, incluso, que van a poner anuncios ofreciendo recompensas, como en el Oeste americano.

Porque para Sarko, la misión nuclear es la nueva tarea de “la Grandeur”, que nació con la Quinta República de De Gaulle y su “force de frappe”, que metió a Francia en el selecto club de los países capaces de destruir el planeta con todos sus habitantes. Política de largo alcance, que siempre apoyaron desde los comunistas hasta la extrema derecha (en esta última, es natural), y tuvo sus continuadores en Mitterrand, durante cuyo primer mandato ejecutaron los servicios secretos galos el atentado terrorista en Auckland*, contra el Rainbow Warrior, buque de Greenpeace, insignia de la flotilla pacifista contra las pruebas nucleares en el atolón de Mururoa, hace ahora veintitrés años y que causó la muerte al fotógrafo Fernando Pereira ; y en Chirac, que lanzó la última ráfaga de bombas atómicas de prueba en el 96.

Esa resurrección del fénix nuclear, que de nuevo recorre el mundo, se está aprovechando de que el cambio climático pasa por todos los Valladolid del planeta, lo que le viene de perlas para hacer caja al lobby industrial y político que lo constituye, como aquellos viajantes que vendían enciclopedias, hasta que internet y la Wikipedia, acabó con las pesadas colecciones de tomos, destinadas a guardar los viejos conocimientos, junto con el polvo de las estanterías. Pues eso, ahora que hay que bajar las emisiones de CO2, a vender nucleares y siempre hay alguien que pica y las compra, como Finlandia, a la que le están colocando una de estas joyas de La France.

Con excepciones, no crean que se las va a vender a Irán, no, porque los ayatolás son malos y las quieren, no para producir electricidad, sino para hacer bombas nucleares y ya se sabe, que para bombas las nuestras, que si matan en masa, lo hacen justificadamente, por Dios y por la Patria, como en Hiroshima y Nagasaki. Porque, por si no se han dado cuenta, la industria nuclear es quien suministra, tras un costoso y largo procedimiento, cuya tecnología monopolizan unos pocos países (entre ellos Francia), el plutonio, que es el material básico del que se compone la cabeza explosiva de un misil nuclear o de una bomba atómica.

La misión renuclearizadora de Sarkozy, surge de la búsqueda de la nueva “Grandeur”, versión francesa resucitada del viejo paradigma del nacionalismo imperialista, que vuelve a brotar de entre las cenizas del sueño progresista de una Europa de los ciudadanos, exportadora de paz, igualdad y libertad en el mundo bárbaro del neocapitalismo en crisis.

  • Hechos probados, tras la investigación, juicio y condena de los autores en Nueva Zelanda, lo que obligó al Estado Francés, con la mediación de la ONU, a indemnizar a Greenpeace

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