jueves. 25.04.2024

Santiago Carrillo

Santiago Carrillo ha muerto, con más de ochenta años comprometido con la causa de los trabajadores, peleando primero por sostener la causa republicana para, sin transición, bregar por recuperar las libertades políticas y la democracia en España, frente a una dictadura fascista ferozmente represiva. Tan dilatada vida política, acaso sin parangón, dan para muchas historias.

Santiago Carrillo ha muerto, con más de ochenta años comprometido con la causa de los trabajadores, peleando primero por sostener la causa republicana para, sin transición, bregar por recuperar las libertades políticas y la democracia en España, frente a una dictadura fascista ferozmente represiva. Tan dilatada vida política, acaso sin parangón, dan para muchas historias. En todo caso nosotros quisiéramos destacar algunos ejemplos de su ingente labor y de su aportación teórica y práctica, de los últimos veinte años en la lucha contra la Dictadura del franquismo. Es verdad que Franco murió en la cama, pero el “atado y bien atado” del que presumían los acólitos del dictador, fue superado por la insistente e incansable batalla política desarrollada por los trabajadores y el pueblo español a cuyo frente siempre estuvo Santiago Carrillo.

Es preciso recordar que el pacto final de los demócratas con los herederos del franquismo reconvertidos y con el mismo Juan Carlos, empezó a fraguarse 20 años antes con la política de Reconciliación Nacional preconizada por el PCE, reforzada extraordinariamente con la acción en las fábricas, en la Universidad y las calles de España, que se impulsó desde la estrategia de la alianza de las fuerza del trabajo y la cultura. Centenares, miles de hijos de los vencedores de la guerra civil, desde las universidades, vinieron a aliarse con las organizaciones obreras, que ya, más fortalecidas, terminaron por arrinconar los restos del aparato franquista.

Es para nosotros inevitable el recuerdo de aquellos acontecimientos pues entramos en el Partido Comunista siendo muy jóvenes, tras los intentos fallidos por el PCE de la Huelga General Política y la Jornada de Reconciliación Nacional, en 1958 y 1959 respectivamente, convocada principalmente por la Pirenaica pues la organización del Partido era aún endeble. En estos años, siendo gobernador Altozano Moraleda, se produjo también en Sevilla la semana de manifestaciones exigiendo aumentos salariales.

Casi de inmediato, nos encontramos con la necesidad de crear las Comisiones Obreras. El sindicato oficial del régimen, la CNS, no nos valía a los trabajadores, pero también los sindicatos tradicionales de clase, como la UGT y la CNT, habían prácticamente desaparecido. En aquella coyuntura, los mineros asturianos, en las huelgas de 1962 formaron espontáneamente las primeras comisiones y la dirección del Partido Comunista, encabezada por Santiago Carrillo, intuyó que ésta podría ser la forma en hacer resurgir de un nuevo movimiento obrero. Las Comisiones Obreras con las asambleas, a pecho descubierto, las fuimos extendiendo por todos los focos industriales del país. Quizás sea esta una de las mayores aportaciones que quedan de los comunistas a la democracia española y supuso innumerables detenciones, procesos, cárceles, despidos, crímenes, torturas, etc., etc, pero se consiguió implantar un original movimiento social de primera importancia que ha perdurado hasta la actualidad como es el sindicato de CCOO. Carrillo esta en el origen y en el desarrollo de este logro.

Así mismo, nos viene a la memoria los sucesos ocurridos en 1968 en Checoslovaquia, conocidos popularmente como “la primavera de Praga”. Los trabajadores y los ciudadanos en general encabezados por el dirigente Alexander Dubček, trataron de introducir en el socialismo los derechos y las libertades conquistados por los trabajadores europeos. Los tanques rusos ocuparon las calles de Praga y acabaron con ese movimiento esperanzador. El discurso de Carrillo analizando aquellos acontecimientos y criticando al gobierno soviético, terminó con una frase inédita hasta entonces en un dirigente comunista: “dictadura ni la del proletariado”. Los comunistas militantes del PCE discutieron esta tesis no en las universidades ni en círculos culturales pues nos eran vedados entonces sino, en las células clandestinas y en las cárceles. Difícil discusión no exenta de desgarraduras, principalmente entre los militantes veteranos, pero a partir de entonces, nuestra estrategia y nuestra ideología, porqué no decirlo, cambió.

Pero en la base de todo este proceso están los sucesos acaecidos en 1956. El Partido Comunista decidió cambiar de línea política, de táctica y de acción. Resumiendo, se trataba de defender la tesis de la Reconciliación entre los españoles. No había otra salida como alternativa a la Dictadura pues ésta basaba su actuación en el resultado de la guerra civil: vencedores y vencidos sin dar nunca tregua a los últimos, pero, a esas alturas, la mayoría de los españoles, no importa en que bando hubieran luchado en la guerra, sufrían las consecuencias del régimen dictatorial. Por ello, la Reconciliación Nacional no fue para su inspirador, Carrillo, y los comunistas una mera cuestión táctica sino que formaba parte de nuestras convicciones mas profundas: la futura España democrática no podía cimentarse en una nueva versión de la confrontación habida en la guerra civil, en nuevas venganzas y revanchismos. Los comunistas –mas tarde asumido por los demás partidos políticos y los sindicatos que hicimos la resistencia al franquismo y la transición-, defendimos esta tesis porque creímos que era lo que había que hacer. No hubo olvido de las víctimas de la represión de la guerra civil y la posguerra sino, una rotunda convicción de que lo prioritario era construir la democracia con un tránsito no traumático ni violento.

Durante la transición, muchas y muy variadas fueron las peripecias del día a día, como la asunción por el PCE de la bandera bicolor, las idas y venidas de las diferentes plataformas democráticas y otras muchas vicisitudes. En todo caso, cuando aquél sábado de la semana santa se legalizó el PCE -el partido, como se decía-, habíamos recorrido la mayor parte del camino hacia la recuperación de la democracia.

La Reconciliación Nacional, la alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura, el pacto por la libertad, los Pactos de la Moncloa, la Huelga General siempre en el horizonte y las mas amplias alianzas en los momentos difíciles, forman parte de un acerbo cultural que ha seguido influyendo y dando categoría original y personalidad a todo el transcurrir de la moderna democracia española. En ella, Santiago Carrillo tiene un sitio de honor.

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