jueves. 28.03.2024

La sandalia de David

Nunca una sandalia había ocupado tanto espacio mediático, ni había sido portada de diarios de tirada estatal. Ni siquiera la sandalia del buenísimo film...

Nunca una sandalia había ocupado tanto espacio mediático, ni había sido portada de diarios de tirada estatal. Ni siquiera la sandalia del buenísimo film “La vida de Brian” había monopolizado tantos minutos de pantalla. Una sencilla sandalia ha protagonizado todos los informativos televisados, tertulias y chascarrillos; desde el TDT Party hasta la “nuestra” TV3, desde la portada de El MUNDO hasta la rahólica columna en LA VANGUARDIA.

Esta sandalia, blandida por el diputado de la CUP David Fernández se ha convertido en el arma de destrucción masiva parlamentaria más peligrosa de todos los tiempos. En efecto, un mugriento diputado para algunos pseudoperiodistas pelotilleros del peperismo militante, se atreve a mostrar este modesto calzado al ínclito Sr. D. Rodrigo Rato, exministro de España, exdirector del FMI, exmandamás de Bankia pero, como diría mi amigo José Luis López Bulla, egregio militante de la Cantimpalo-Conection, especialista en toda clase de desmanes de guante blanco. Con su pluma en mano, este señor ha sido más mortífero que Saddam Hussein y todas sus armas de destrucción masiva que, por otra parte jamás se encontraron.

David se ha puesto en la diana, junto a Pere Aragonés de ERC, que le espetó al militante de la CC que donde debía estar, en vez de en el Parlament de Catalunya, era en la trena, acompañando o no a Díaz Ferrán o a Bárcenas, y a Josep Vendrell, de ICV-EUiA que le soltó que pertenecía a una especie carroñera, que ojo, no sólo no está en extinción, está en plena época reproductiva. Entre la Gürtel, Noos, Bárcenas y el Bigotes, junto a nuestros paisanos Millet y Montull, forman una bella muestra de una especie que está colonizando todas las cuencas de la Península Ibérica, y sobrevuelan, corren y nadan por toda la geografía peninsular.

Cuando estos especímenes capan a sus anchas, provocando con su depredadurismo la desgracia, la ruína de miles de ciudadanos y ciudadanas, y hasta algunas muertes y suicidios, cuando esa bandada de sinvergüenzas roban, choricean, mangan, se apropian de lo ajeno, que en este caso es de todos y con ello arrruínan al estado y provocan recortes sociales con sus andanzas dignas de un Al Capone o Lucky Luciano cualquiera, van nuestros mass-media y se escandalizan con Pere, con Josep i sobre todo con David. Su sandalia y su verbo han sido la emisión que han repetido hasta la saciedad.

Han dicho, para resumir más o menos: “Pero que mal educado eres David, que mira que ser independentista y llamarse Fernández, que así no se hace parlamentarismo, que un representante de los ciudadanos debe guardar las formas, que si vas vestido de forma inconveniente…”.

Alto ahí: ¿Qué formas ha guardado la Cantimpalo Conection? ¿Es elegante hablar de despidos en simulación o de finiquitos diferidos? ¿Está bonito mentir una y otra vez en ruedas de prensa de plasma? ¿Es noble que los duques empalmados nos metan la mano en el bolsillo? ¿Los que tienen las sedes embargadas pueden dar lecciones de ética parlamentaria? ¿Los que sacan a una franquista que reclama que el ejército intervenga en el conflicto de la basura de Madrid, que autoridad moral tienen? Y sobre todo ¿para que puede servir el parlamento en un país donde los que mandan tienen secuestrada la democracia y el estado de derecho? ¿Para que pueden servir las instituciones en las que el Partido Popular pasea a los de las distintas Cantimpalo Conection con total impunidad y con aire de chulos-piscinas? Y si no, veamos que ha pasado con la sentencia del Prestige, por sacar un ejemplo muy reciente.

Pues miren Uds., hasta que esto no se regenere, hasta que las clases desfavorecidas, expoliadas y atracadas no decidan que hasta ahí hemos llegado, actos como el de mi paisano David Fernández no encontrarán el más leve asomo de crítica por mi parte, y puede que, si me tocan mucho las narices, hasta me ponga a aplaudir con las orejas actos como el de David, Pere y Josep. Que ya está bien, hombre.

La sandalia de David