jueves. 25.04.2024

Salida con todos

Anoche, al salir de una cena con varios y viejos amigos, uno de ellos se ofreció a llevarme a casa. Mi amigo es un periodista de años que ha vivido otras crisis, otras noticias, otras situaciones.Era muy tarde. Martes de madrugada. Las calles estaban llenas de gente. En las terrazas algunos jóvenes charlaban tranquilamente y grupos de chavales caminaban por las aceras de calles llenas de automóviles.
Anoche, al salir de una cena con varios y viejos amigos, uno de ellos se ofreció a llevarme a casa. Mi amigo es un periodista de años que ha vivido otras crisis, otras noticias, otras situaciones.

Era muy tarde. Martes de madrugada. Las calles estaban llenas de gente. En las terrazas algunos jóvenes charlaban tranquilamente y grupos de chavales caminaban por las aceras de calles llenas de automóviles. Mi amigo hablaba con preocupación de la situación económica. Citaba a amigos comunes, a medios informativos de los que se rumorea que presentarán, tarde o temprano, algún plan de regulación de empleo.

“Las cosas están mal”, me decía. “Pero, ¿sabes cuál es el problema? Que nos negamos a admitir la realidad. No nos damos cuenta de la gravedad del momento. Mira: un martes y las calles llenas, los bares llenos. Nosotros mismos, ya lo ves, hemos estado tan tranquilos cenando como si no pasara nada. Y no es que yo crea que hay que engañarnos o, por el contrario, que no tenemos que salir a cenar, a tomar una copa� No es eso. Pero me da la sensación de que estamos empeñados en cerrar los ojos. Las cosas no van bien. Y no queremos admitirlo”.

Mi amigo me hacía ver que en todos nosotros hay un afán de resistirse a la realidad. Hay miedo a admitir la crisis. “Joder”, decía”, es que no podemos caer en el pesimismo. Es que esto va a ser la hostia cuando empiecen a despedir gente. Y va a ser larga, ¿eh? Va a ser una crisis larga. Ya lo verás”.

Me llevó casi en silencio hasta casa. A la mañana siguiente los diarios anunciaban regulaciones de empleo, suspensiones de pagos. Caída de inversiones. Resulta que el ladrillo está pegado con arena. Resulta que hay empresas inmobiliarias que se hunden sin que nadie sepa qué ha pasado con los beneficios de los años de bonanza. Resulta que amigos nuestros de enfrentan a un posible despido.

Dice el presidente del Gobierno que nuestra economía tiene capacidad de resistencia. Yo no sé si es verdad. Porque las señales de alerta parecen indicar otras cosas. Y ni siquiera sé si es bueno que José Luis Rodríguez Zapatero lance, siga lanzando mensajes de optimismo. Para muchos tal vez sea bueno.

Mi amigo me decía anoche: “Te acuerdas cuando vigilábamos las cifras de paro? ¿Te acuerdas cuándo la subida del desempleo era noticia de primera? Vuelve la información laboral. Las noticias sobre conflictos, sobre despidos”.

Y acababa con una reflexión: “Entonces aquello lo salvaron los grandes pactos sociales, los pactos entre sindicatos y empresarios, a veces, incluso, con la presencia del Gobierno. Pienso que, a lo mejor, va a ser la única salida. Volver a esos pactos. No nos va a quedar otra”.


Leo que el presidente del Gobierno reafirma su confianza en el diálogo social. Y, sobre todo, asegura que ninguna crisis hará que se recorten los derechos y las prestaciones sociales. Es un buen comienzo porque en momentos así, son necesarios.

Volvamos a Gil de Biedma:


La historia es un instante preferido,
un tesoro en imágenes, que él guarda

para su necesaria consulta con la muerte.

Y el final de la historia es esta pausa.


Que dure poco esta pausa. Este instante.

Salida con todos
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