jueves. 25.04.2024

Rubalcaba y Chacón nada de nuevo para la izquierda

Lo he dicho anteriormente por escrito y me ratifico: el PSOE es un partido irrecuperable para las posiciones de izquierdas. Y no me refiero a una izquierda radical sino simplemente a la que se corresponde con la clásica de la socialdemocracia. El PSOE ya hace mucho que abandonó ese camino, lo hizo con González, no lo recuperó con Zapatero y ahora ni Rubalcaba ni Chacón representan un intento de recuperar las posiciones socialdemócratas.

Lo he dicho anteriormente por escrito y me ratifico: el PSOE es un partido irrecuperable para las posiciones de izquierdas. Y no me refiero a una izquierda radical sino simplemente a la que se corresponde con la clásica de la socialdemocracia. El PSOE ya hace mucho que abandonó ese camino, lo hizo con González, no lo recuperó con Zapatero y ahora ni Rubalcaba ni Chacón representan un intento de recuperar las posiciones socialdemócratas.

Ya hace mucho tiempo que el PSOE es un partido social-liberal, un partido de centro izquierda, no de izquierda. Un partido socialdemócrata no es un partido revolucionario sino que, como han dicho sus críticos, es un gestor honrado del sistema, que no discute, pero si que pretende una mejor redistribución de la riqueza en su interior, a través de una fiscalidad progresiva y un incremento del gasto social redistributivo. Y el PSOE desde los tiempos de González no hace una política de este tipo. La última vez que se hizo una política fiscal digna de ese nombre fue en tiempos de Josep Borrell.

Hoy dentro del PSOE difícilmente podemos oír posiciones socialdemócratas en sus dirigentes. Las últimas voces de este tipo han sido las del citado Borell o las de Cristina Narbona, pero no nos confundamos, pese a su vigencia son voces “outsiders” dentro del PSOE, o fuera del discurso interno las reflexiones de Jordi Sevilla.

El último intento, finalmente abortado, por resituar al PSOE en la vía socialdemócrata fue la protagonizada por Borrell que logró vencer a Almunia en las primarias para sustituir a González. Pese a su triunfo Borrell dimitió como candidato a raíz del caso de los responsables corruptos de Hacienda en Barcelona, pese a no estar implicado pero por un sentido de la responsabilidad política que le honra y que es en si mismo muy socialdemócrata.

Toda la supuesta renovación derivada de la elección de Zapatero, ya no tenía nada que ver con una visión socialdemócrata pese a su vocabulario supuestamente radical. Zapatero fue sin duda un dirigente que, debemos reconocer, profundizó y potenció las libertades ciudadanas en algunos ámbitos. Este es el caso de la legislación sobre el aborto o el matrimonio entre personas del mismo género. En otros casos, como el del laicismo del Estado, no avanzó, y cabe decir que mejoró económicamente la situación de la iglesia católica pese a los ataques de ésta por la legislación que afectaba a las costumbres de la sociedad.

Zapatero tuvo un discurso que cabe considerar avanzado, liberal, en cuestiones de libertades ciudadanas. Pero en cuestiones económicas y sociales su actuación, ni en sus mejores momentos, fue ni por asomo de izquierdas ni siquiera socialdemócrata. El mejor resumen es su famosa frase “bajar impuestos es de izquierdas”. Todas sus medidas están faltas de una concepción mínimamente de izquierdas. El PSOE con Zapatero efectuó una política fiscal regresiva, continuadora de la del PP, y procíclica y económicamente equivocada al potenciar, entre otras, la burbuja inmobiliaria. Sus medidas de rebaja lineal de los 400 euros, o las ayudas lineales por nacimiento de hijos, demuestran su falta de sólida concepción redistributiva. No pueden efectuarse medidas de ese tipo sin vincularlas al nivel de renta del perceptor. Zapatero efectuó unas políticas populistas destinadas a favorecer nichos de posibles votantes y aprovechando la situación de euforia económica en su primer mandato.

Posteriormente cuando estalla la crisis, Zapatero se hunde en su falta de convicciones y se rinde a los mercados y a las políticas de derechas que le imponen Merkel y cía. El ajuste por el ajuste, sin ningún tipo de política de reactivación. El cargo del coste de la crisis sobre los sectores más desfavorecidos, pensionistas y asalariados, son el final de su tiempo político, durante el cual gusta rodearse de banqueros y grandes empresarios para demostrarles el talante con el que afronta la crisis, a la vez que de aleja y enfrenta a los sindicatos.

En fin el balance de toda esta etapa es el de un gobierno del PSOE que se definiría claramente como social-liberal, es decir conservador en políticas económicas y fiscales, mientras es liberal en políticas de convivencia.

Y ahora: ¿que podemos esperar del PSOE?

Del próximo Congreso del PSOE no cabe esperar ningún cambio en profundidad. Estamos viendo en sus vísperas que todo se reduce a una lucha de camarillas por el poder interno sin ningún discurso innovador en lo que respecta al terreno de las ideas. Lo más novedoso ha sido algún artículo, de los citados veteranos Borrell-Narbona, sobre renovación de las formas internas de organización o sobre la necesidad, de momento más utópica que real, de potenciar el PS Europeo como alternativa global. Y poca cosa más.

Parece que este Congreso esté centrado en solventar situaciones endogámicas dentro del partido pero que no parece ser sensible a las necesidades de la ciudadanía ni del electorado de izquierdas. Realmente no se ha podido oír ningún discurso político novedoso y todo se reduce a posiciones ya conocidas con ligeros matices diferenciados entre candidatos. En el fondo parece todo más propio de un ajuste de cuentas internos entre diversos clanes. Ajuste de cuentas más crudo cuando dada la situación del partido hay menos que repartir. Porque realmente ahí esta el quid de la cuestión. El PSOE es hoy un partido de aparato más que de militantes y la grave derrota ha creado la dura realidad de menos pesebre para contentar a todos los miembros del aparato. Algo de eso ya se ha visto en el entremés que ha sido el Congreso del PSC en Catalunya.

La lucha por el poder entre Rubalcaba y Chacón, es entre candidatos con políticas intercambiables en la mayoría de sus aspectos, y ambos prominentes responsables políticos y representantes de la época Zapatero. Ambos con fuertes derrotas electorales a sus espaldas, uno como candidato, la otra como cabeza de lista en Catalunya, superada por primera vez por CiU. Parece ser la contienda entre los antiguos y veteranos miembros del aparato en tiempos del felipismo, frente a los social-liberales continuadores del zapaterismo, por mucho que disimulen o renieguen. Rubalcaba es un buen y veterano político, con experiencia, conocimiento y buen discurso, pero responsable de la evolución del partido hasta el actual social-liberalismo, desde los tiempos de González hasta el fin de Zapatero. Chacón ha sido sin duda uno de los símbolos del zapaterismo y hasta ayer la mejor “hooligan” de Zapatero. Hace un discurso formal del que no se sabe que profundidad tiene y hasta la fecha no se le puede atribuir ninguna reflexión conceptual fuera de la apelación a una renovación sin objetivo definido.

Realmente el proceso hacia el Congreso ha sido bastante gris y en algunos casos hasta patético, con salidas de tono de gente como Bono reclamando que el candidato no debía tener empacho en gritar “Viva España”. Con apelaciones centralistas anticatalanas en algunos casos o referencias a una renovación inconcreta, y poca cosa más de novedad. Parece que el famoso federalismo, que Zapatero defendió originalmente y después cayó en desuso, está hoy fuera del debate socialista, ya no hablemos de la recuperación real de cualquier discurso económico y social con contenido y profundidad socialdemócrata.

En definitiva ninguna buena noticia a la vista, por lo que hace a una perspectiva mínimamente de izquierdas ni tan sólo moderadamente socialdemócrata.

Rubalcaba y Chacón nada de nuevo para la izquierda
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