sábado. 20.04.2024

Rosa Aguilar y la abducción de Izquierda Unida

NUEVATRIBUNA.ES - 28.4.2009El fichaje se esperaba pero fue sorprendente. La alcaldesa de Córdoba Rosa Aguilar, de Izquierda Unida, se incorporó hace unos días como consejera de Obras Públicas al nuevo gobierno de la Junta de Andalucía, presidido por el socialista José Antonio Griñán, en sustitución de Manuel Chaves.
NUEVATRIBUNA.ES - 28.4.2009

El fichaje se esperaba pero fue sorprendente. La alcaldesa de Córdoba Rosa Aguilar, de Izquierda Unida, se incorporó hace unos días como consejera de Obras Públicas al nuevo gobierno de la Junta de Andalucía, presidido por el socialista José Antonio Griñán, en sustitución de Manuel Chaves. Mientras la derecha se apresuró a denunciar su transfuguismo, en la coalición de la que formaba parte, se dividieron las posturas entre quienes parecieron aliviarse por haber pasado ya ese trance presentido; entre quienes como Gaspar Llamazares le acusaron de deslealtad y entre quienes se alegraron de que una izquierdista moderada abandonase una formación política que algunos quisieran que fuera exclusivo pasto del tremendismo.

Vayamos por partes, dijo el descuartizador: Rosa Aguilar no se sentía cómoda a bordo de ese equipo, ya hace tiempo que abandonó el Partido Comunista y llevaba mucho más oyendo el canto de las sirenas socialistas. Pero junto a la lógica renuncia a la alcaldía de Córdoba, donde gobierna IU en coalición con el PSOE, digo yo que podría haber avisado a los suyos de que pensaba dejarles, en vez de que se enterasen de su decisión prácticamente por la prensa. Es de suponer que, a la hora de dar ese paso habrá valorado suficientemente la extraña suerte de casi todos aquellos que han viajado desde los alrededores del comunismo español hacia las filas socialistas o quedaron simplemente perdidos en torno a su órbita: ¿qué fue, por ejemplo, de personalidades de tanto fuste como Javier Mohedano, de Enrique Curiel, de Jerónimo Andreu, o de Cristina Almeida? Desaparecieron, en mayor o menor medida, de la escena política. También hubo excepciones, claro es, como demuestran Diego López Garrido o, en Andalucía, Amparo Rubiales. Pero, dentro del PSOE, subsiste una extraña interpretación de la parábola del hijo pródigo que, cuando retorna a la casa del padre histórico, no se le da una fiesta sino que se le da carpetazo.

Hay, por otra parte, un sector de la izquierda se siente vivamente molesto de que exista Izquierda Unida. Piensan que todos sus votos irían necesariamente al PSOE en caso de su desaparición, sin tener en cuenta que se cuentan por miles los sufragios relativamente perdidos entre quienes optan por siglas extraparlamentarias de esa misma tendencia. Es bastante probable, por ejemplo, que a José Antonio Griñán le haga falta pactar con Izquierda Unida en Andalucía durante la próxima legislatura, si no quisiera entregar el gobierno autonómico en manos del Partido Popular. Y es que el voto entre socialistas y compañeros de viaje de lo que fue el comunismo se encuentra claramente dividido en dicha comunidad, donde Izquierda Unida mantuvo en 2008 sus seis parlamentarios, a pesar del fiasco estatal de la coalición.

Es cierto que los izquierdistas que actualmente lidera Cayo Lara han cometido errores y que los postulados ideológicos de algunos de sus líderes se aproxima a veces al bolchevismo del hombre de Orce. Pero tampoco los altamiranos del PSOE y del PP pueden presumir demasiado en cuanto a actualidad ideológica.

Es cierto que hay una enorme distancia en las posiciones que mantienen los afines a Gaspar Llamazares o los que se alinean con el alcalde de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo. Pero, ¿por qué no pueden navegar juntos si en el PSOE lo hacen Izquierda Socialista y los partidarios de la Tercera Vía? A pesar del sistema d�Hont y de la propaganda al uso, este país lleva demostrando desde los años más tempranos de esta democracia que no es afín al bipartidismo y que en las urnas todavía cabe una amplia gama de colores.

Es cierto que el Partido Popular ha logrado incorporar a su ideario a electores de centro y de la extrema derecha, haciendo prácticamente residual la presencia en cualesquiera comicios del neofascismo español que ha intentado en diversas ocasiones organizarse bajo diversas siglas y plataformas electorales. Cierto es que ninguno de los partidos mayoritarios ha logrado desbaratar a buena parte de los nacionalismos periféricos, pero la izquierda es otra cosa. No me pregunten por qué, pero es otra cosa.

Una vieja rencilla ideológica provoca que un amplio sector del PSOE recele de lo que queda al Este de su edén: desde Izquierda Unida a grupos troskistas, alternativos, anarquistas o antisistema. Pero, de la misma forma, difícilmente una enorme porción de los electores de estos grupos darían su respaldo al PSOE, ni siquiera tapándose la nariz, como algunos afirman cuando apuestan por el voto útil.

A muchos demócratas no nos gusta al cien por cien lo que ocurre en Izquierda Unida, pero mucho menos nos gustaría que esta coalición se diluyese en la historia. Porque aunque su proyecto no haya dado grandes frutos políticos, todavía supone un foro de encuentro para el pensamiento progresista que disiente de la socialdemocracia. ¿Para qué abducirlos? ¿Es que acaso el socialismo democrático puede permitirse el lujo de renunciar a un interlocutor que le recuerde que existen otros horizontes? Más allá de los maximalismos anacrónicos y de la burocratización sectaria de algunos de sus voceros ocasionales, todavía es posible creer que esa alianza que lleva veinte años manteniendo el tipo a pesar de sus detractores puede convertirse a la larga en una bancada de ideas para lo que nos quede de utopía. Algo tan importante, en los tiempos que corren, como el posibilismo.

Juan José Téllez es escritor y periodista, colaborador en distintos medios de comunicación (prensa, radio y televisión). Fundador de varias revistas y colectivos contraculturales, ha recibido distintos premios periodísticos y literarios. Fue director del diario Europa Sur y en la actualidad ejerce como periodista independiente para varios medios. En paralelo, prosigue su carrera literaria como poeta, narrador y ensayista, al tiempo que ha firmado los libretos de varios espectáculos musicales relacionados en mayor o menor medida con el flamenco y la música étnica. También ha firmado guiones para numerosos documentales.

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