jueves. 25.04.2024

Rezagados en el presente

Hemos empezado el año y algunos todavía nos encontramos rezagados en el presente, haciendo balance del año que acaba...

Hemos empezado el año y algunos todavía nos encontramos rezagados en el presente, haciendo análisis y balance del año que acaba. Pero la realidad inmediata que se avecina es futuro. El nuevo año tendrá como principal naturaleza política las elecciones. Mediante éstas se configurarán los Ayuntamientos y Gobierno de Navarra para los próximos cuatro años. La ciudadanía tendrá la ocasión de empoderarse momentáneamente. Como diría el ínclito Anguita, el Soberano tendrá la palabra y construirá un nuevo futuro político.

No serán unas elecciones cualquiera. Al margen de las europeas del año pasado, que siempre parecen que no cuentan, serán las primeras elecciones de la postcrisis. No tanto porque hayamos salido de ella, sino porque nos permitirán hacer un balance ciudadano, democrático,  de la gestión pública realizada en los años más duros de la crisis que nos ha tocado vivir. En estos comicios, la ciudadanía tendrá ocasión de valorar  lo acontecido y tomar decisiones sobre las próximas políticas públicas.

Desconozco qué pasará.  Los sociólogos no tenemos una bola de cristal; si fuera así, nos dedicaríamos a otra cosa. El comportamiento electoral, en última instancia, es inescrutable. No obstante, me atrevo a apuntar tres tendencias principales que conforman la actitud de quien acude a votar. El voto de castigo,  el voto de esperanza y el voto de identidad. El voto de castigo significa que una persona opta por una opción para reprobar a otra. En su día, un partido político como HB trabajó electoralmente esta vía mediante el slogán:” Vota a HB. Lo que más les molesta”. La actitud de ese elector no es tanto de propuesta sino de protesta ante lo realmente existente. Por otro lado, la actitud del voto de esperanza o altruista se basa en optar por opciones que elector entiende resultarán convenientes para el interés general. Se trata de poner el acento electoral en la utilidad social de su decisión. Por último, el voto de identidad. Pase lo que pase, estos electores votarán a los suyos, que son los que le representan y defenderán sus intereses básicos. Que pueden ser ideológicos, étnicos o propios.

Respetando las actitudes de todos los electores, no descubriré nada diciendo que a mí me gusta la segunda actitud; donde el elector opta por aquello que irá mejor al País, en este caso Navarra. Máxime ante la importancia del momento en que vivimos. Estamos ante una coyuntura; de cambio de modelo social. La sociedad postcrisis nos conducirá a un nuevo modelo. Un nuevo modelo por construir entre todos y todas. Donde es preciso evitar la creciente tendencia hacia la desigualdad,  la exclusión y fragmentación social. Éste es un reto de magnitud. Estamos en tiempos intensos, graves, decisorios. Para afrontarlo se necesita de fuerza social positiva. Por todo ello, ¿Merece la pena votar cabreado? ¿No es acaso mejor hacerlo con esperanza y pensando en el Bien Común?

Rezagados en el presente