jueves. 28.03.2024

Retórica, simplemente retórica

La pedagogía ha envuelto al actor que todo político lleva dentro. Desde la tribuna de la democracia, las élites legislativas han saboreado el ruido de las formas en detrimento de los contenidos. El poder de la oratoria en el envoltorio de la retórica ha dejado escépticos a las clases medáticas. El debate, o dicho de otro modo, la lucha argumental en la jaula de la palabra, no ha entusiasmado al espectador más exigente.

La pedagogía ha envuelto al actor que todo político lleva dentro. Desde la tribuna de la democracia, las élites legislativas han saboreado el ruido de las formas en detrimento de los contenidos. El poder de la oratoria en el envoltorio de la retórica ha dejado escépticos a las clases medáticas. El debate, o dicho de otro modo, la lucha argumental en la jaula de la palabra, no ha entusiasmado al espectador más exigente.

El pensamiento vertical ha ganado la batalla al horizontal. ¿Dónde está la creatividad?, ¿dónde está el titular espontáneo?, ¿Para qué 48 horas hablando si con menos de una habría bastado?

La indignación es la vagabunda de la razón y la compañera de la emoción. La crítica sin alternativa y la ética maquiavélica en detrimento de la kantiana ha hecho del debate la foto de la frustración. Después de miles de palabras, adornadas con citas y tecnicismos propios del argot político, el pueblo soberano ha sido el peor parado, sí aquellos que se acuestan por la noche con el móvil desierto de llamadas y con la esperanza de recibir mañana, la oportunidad del trabajo.

Más de lo mismo, titulares de prensa predecibles acordes con la línea editorial de sus pagadores. Hemos presenciado el discurso esperado de unas “élites tóxicas” inmersas en sus segmentos de mercado, salpicadas por el pasado y manchadas por la mentira en las verdades de las hemerotecas.

Es preocupante, indigno de cualquier ciudadano, hemos perdido el horizonte del Estado. ¿Dónde comienza el político y termina el interés por el Estado? Una vez más, no se han aportado soluciones. Pero, cabe preguntarnos, ¿existen soluciones para problemas globales sin organismos de coordinación internacional, e intereses mercantiles por encima del bienestar general?

¿Es coherente que Alemania haya hecho daño a España, compañera de tripulación, de forma tan irresponsable en el veneno inyectado ante la especulación causística del “pepino?, ¿es responsable que el líder español de la derecha no acuda a la llamada de Europa para poner su voz ante la consulta griega, con la excusa banal del “resfriado”?, ¿es coherente que la iglesia, paradigma de la austeridad; organice la macrofiesta de los jóvenes en Madrid y paralelamente pida sin decoro, la “x” en el impreso de la renta?, ¿es responsable que un país con “la soga hasta el cuello”, la monarquía no haya ajustado su techo de gasto, al igual que su pueblo?, ¿es coherente…?, ¿es ético…?, ¿es responsable…?

La incoherencia ha sido el combustible que ha alimentado la indignación de miles de insultados en las calles de Madrid. La reacción en cadena, o dicho de otro modo, la combustión de los gases no se sofoca, sin el cortafuegos de la confianza.

Desde la indignación más profunda, es sorprendente como la “derecha” pide a gritos "elecciones anticipadas" sin ningún papel sobre la mesa. La irresponsabilidad materializada en la tribuna y la crítica destructiva decadente de siempre, sin la necesaria alternativa para un pueblo harto de tanta retórica. Solicitan visionar una nueva película, no les gusta la que ven, pero carecen de guión, de actores y directores para realizar una mejor.

Todo han sido reproches, “el bla, bla…, de todos los días”. La descalificación por sistema y la mentira como medio para oler las paredes de la Moncloa. Desde Izquierda Unida, no le tiembla la voz a Llamazares para denunciar el “giro a la derecha” de Zapatero y solicitar la "cuestión de confianza" al ejecutivo en contraste con la praxis de su partido en las tierras extremeñas. La demagogia instrumentalizada en forma de palabra, decir hoy blanco y mañana negro. Todo se reduce a la estrategia de crear identidades políticas en marcos neoliberales. Anteponer las ideologías interesadas cuando todos pedimos globalización en los mercados e intervencionismo político en las tribunas.

¿Dónde están los bancos cuando más los necesitamos?, ¿era sostenible seguir el ritmo irresponsable de pobres con maquillaje de ricos?, ¿era viable por mucho tiempo hipotecas de 35 años con contratos privados sujetos a las coyunturas de mercado?… La politización oportunista de los desajustes del mercado, por parte de las élites conservadoras, ha conseguido mediante la retórica demagógica de sus líderes incrustrar en la creencia popular gobierno igual a mercado. Sólamente los países comunistas sujetos a regímenes de economía centralizada son responsables de los desajustes sistémicos de orientación, ordenación y distribución de sus producciones. Por tanto, es totalmente irresponsable utilizar la retórica en la tribuna de la democracia para solicitar a gritos intervencionismo estatal bajo prismas neoliberales. ¿Es correcto que el líder de la derecha pida más intervención cuando en las tierras manchegas suenan las campanas de las privatizaciones y copago de los servicios públicos como paradigma del republicanismo más americano?.

Ha sido el debate de la memoria, el reproche continuo al presidente, la misma música con la misma orquesta de siempre. “usted no reconoció la crisis”, “usted ha girado a la derecha”, “usted ha tomado las medidas erróneas”, “usted…”, pero y ¡ustedes!; ¿qué han propuesto para evitar el desenlace?. Ya lo dijo Cayo, “no queremos ser partícipes del naufragio del Titánic”, o dicho de otro modo, es mejor salvar nuestros intereses de partido por encima de los generales. Con esta actitud política, la indignación no será convencida por el imperio de la retórica.

Retórica, simplemente retórica
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