sábado. 20.04.2024

Repartir dolor y repartir sobres

En un lacrimoso ejercicio de sinceridad fingida, pero sin percibir claramente el dramático sentido de lo que estaba diciendo, el ministro de Justicia decía hace poco tiempo que gobernar era repartir dolor.

En un lacrimoso ejercicio de sinceridad fingida, pero sin percibir claramente el dramático sentido de lo que estaba diciendo, el ministro de Justicia decía hace poco tiempo que gobernar era repartir dolor.

La frase alude solamente a una parte de la actividad gubernamental, a la destinada a las clases subalternas, la más conocida por la población por los sacrificios que les supone, pero elude otras actuaciones destinadas a defender los intereses de las clases económicamente más poderosas, que se podrían calificar de repartir alegrías.

El asunto es más grave cuando se sabe, como se va sabiendo a pesar del secreto que rodea el asunto, que en el partido del Gobierno, cuyos dirigentes no se cansan de predicar una austeridad selectiva, se consideran exentos de tales sacrificios y disfrutan de un trato especial. Tan especial que se podría decir que la sede central, y algunas más, del Partido Popular, ha sido durante años paraísos fiscales, si en ellas se pagaban sobresueldos en dinero negro a altos cargos del partido y a otros militantes o se manejaban fondos no declarados. Repartir dolor para muchos, pero beneficios, prebendas, sinecuras y mamandurrias para unos pocos, resume toda una concepción de la política.

Cuando la mayoría de los ciudadanos, y en particular los asalariados con nómina, están sometidos a un estricto régimen fiscal, en el Partido Popular el tesorero pagaba sobresueldos con un dinero que escapaba al ministerio de Hacienda, sin que el ministro del ramo y otros miembros del Gabinete, que por allí debían pasar con alguna frecuencia, se sintieran concernidos. “No consta”, “no sabía”, “nadie ha cobrado”, “no lo he visto” y otras frases similares han sido la respuesta de altos cargos del partido y del Gobierno cuando se les han preguntado sobre el tema. Eso y el anuncio de efectuar una auditoría interna, que presumiblemente servirá para poco.

Tras destaparse el caso Naseiro, en 1989, que fue desestimado o archivado por un defecto de forma, ya se hizo una auditoría interna, que acabó con la deposición de Naseiro del cargo de tesorero. En el informe, que hizo Gallardón, se exoneraba de cualquier responsabilidad, pues nada sabían, a Fraga y a Aznar, que acababa de llegar a la vicepresidencia del partido, y se pedía alguna depuración pero poco más. El honor del partido estaba a salvo, pero parece que la limpieza no fue muy profunda. Cospedal ha dicho en fecha reciente que se habían realizado dos auditorías y que se volverá a hacer otra, pero es dudoso que arroje alguna luz, entre otras cosas, porque Bárcenas cuando fue cesado del cargo de tesorero nacional se llevó de la sede de Génova 9 cajas conteniendo documentos, sin que a nadie de la dirección del partido le llamara la atención que un señor que se veía obligado a dejar el cargo se llevara las pruebas de esa falta de confianza.

Corto se quedaba Antonio Machado, cuando, aludiendo al régimen “canovista”, escribía: Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón. Repartir dolor y repartir sobres, he ahí un retrato actual de las dos Españas, y las dos Españas hielan el corazón.

En el Partido Popular no han conocido el dolor que anunciaba Gallardón, esperemos que a partir de ahora les entre, por lo menos, algún dolor de cabeza.

Repartir dolor y repartir sobres