sábado. 20.04.2024

Reinventarse

En tiempos de crisis, muchas personas han sufrido personalmente las consecuencias económicas de la misma. Pero la crisis económica también está dejando toda una serie de consecuencias morales, personales, podríamos decir, que afectan a la motivación y la energía de cada ciudadano para afrontar la existencia vital.

En tiempos de crisis, muchas personas han sufrido personalmente las consecuencias económicas de la misma. Pero la crisis económica también está dejando toda una serie de consecuencias morales, personales, podríamos decir, que afectan a la motivación y la energía de cada ciudadano para afrontar la existencia vital.

Un nuevo estudio reciente, hecho público el pasado año por los medios de comunicación, ha descubierto que tener un empleo no siempre es sinónimo de mejor salud psicológica, sino que depende de la calidad del puesto de trabajo. De hecho, las personas con más posibilidades de empeorar en su salud mental a lo largo del tiempo son las que sufren las peores condiciones laborales, y estarían más sanas de haberse mantenido desempleadas.

Tener trabajo es bueno para la salud… pero no siempre. Estar empleado con un sueldo fijo proporciona muchos beneficios, como un papel social definido, amistades y un horario. Pero cuando los empleos no son así, y se experimenta poco control sobre la labor que se realiza, el empleo es muy estresante y proporciona pocos apoyos y recompensas, entonces trabajar no es bueno para la salud. De hecho, la salud mental se reduce en 5,6 puntos cuando se pasa del paro a un mal trabajo.

Estas son algunas de las conclusiones de un estudio de la Universidad de Camberra en Australia, que se ha publicado en la revista ‘British Medical Journal’ y que se ha llevado a cabo en siete fases distintas de recogida de datos de más de 7.000 personas en edad laboral, en una encuesta nacional en los hogares que se realiza cada año en Australia. Para medir la calidad ”psico-social” de un puesto de trabajo, los investigadores analizaban variables como las demandas y la complejidad laboral, el nivel de control y la seguridad percibida en el trabajo.

Los trabajadores tenían la opinión de que los que estaban desempleados tenían peor salud mental, de forma global, que los que trabajaban. Pero el análisis de los datos no llevaba a la misma conclusión. Al contrario, cuando se tenían en cuenta otra variedad de factores que influyen en la salud mental, como el nivel educativo y el estatus marital, la conclusión a la que llegaban los expertos era que la salud psicológica de quienes no tenían trabajo era comparable, y a veces incluso mejor, que la de las personas con empleo pero en condiciones de baja calidad laboral. Los que obtenían un trabajo con condiciones adecuadas, en cambio, mejoraban su salud mental en tres puntos.

El estudio llegó a la conclusión de que las personas que experimentaban el mayor declive en la salud eran las que tenían las peores condiciones laborales. Los investigadores descubrieron que existía una asociación lineal entre el número de condiciones desfavorables en el trabajo y la salud mental. Cada una de estas condiciones adversas rebajaba las puntuaciones en salud mental.

Atendiendo a los resultados de este informe, reflexionamos brevemente sobre el significado que cobra el término reinvención, que lo definimos como un proceso consistente en descubrir y fortalecer capacidades  para superar la incertidumbre. Se trataría que nuestra personalidad hallase cuáles son nuestros talentos y también percibir dónde se sitúan nuestras principales barreras para afrontar un determinado problema.

A ese proceso de reinvención se puede llegar mediante una etapa de hundimiento personal, en el que la persona hace un análisis de la situación, o lo que es más infrecuente, pero sin duda más adecuado para afrontar situaciones adversas, mediante un proceso de inspiración que se realiza a lo largo de nuestra vida. Ese proceso de inspiración es una búsqueda continua en nuestros espacios de salud, de confianza, de seguridad, y consiste en aportar ante cada situación, soluciones que tiendan a producirnos esos procesos. Frente a un problema, por ejemplo, perder el empleo, descubrir cómo soy y cómo debo mostrarme, me ayuda a dar una respuesta en base a las posibilidades de la vida. Para ello, hay que ser cuidadoso sobre cómo revisar el pasado, analizando respuestas satisfactorias del pasado ante los problemas (buscar antecedentes en el pasado de situaciones problemáticas superadas), o enfocando los problemas de un modo creativo, de tal manera que podamos conseguir cambiar el estado de ánimo para transformar el modo en que percibimos las cosas.
La clave siempre es sobrevivir a la incertidumbre, que es el principal estado por el que nuestro cerebro entra en crisis al no valer las mismas respuestas que utilizábamos antes en situación de estabilidad. Por ello, lo más importante  es buscar soluciones creativas focalizando la atención en las oportunidades. Ello se consigue entrenando nuestro cerebro y esa búsqueda mediante el liderazgo, que no es otra cosa que sacar lo mejor de uno mismo y ser capaz de inspirar a otras personas en situaciones de dificultad con nuestro ejemplo para salir de crisis individuales y de problemas colectivos. Siguiendo a Piaget, en este proceso debemos atender tanto a las sensaciones como a la inteligencia. “Los sentimientos asignan un objetivo a la conducta, en tanto que la inteligencia se limita (o puede limitarse) a proporcionar los medios (la técnica). Pero existe una comprensión de los objetivos como de los medios, la que incluso modifica incesante la finalidad de la acción. En la medida en que el sentimiento dirige la conducta atribuyendo un valor a sus fines, hay que limitarse a decir que proporciona las energías necesarias a la acción, en tanto que el conocimiento le imprime una estructura”.

En ese proceso de liderazgo, tenemos que ser conscientes de nuestros márgenes de exploración y de libertad para facilitar que se abran opciones nuevas o adaptaciones. La reinvención a través del liderazgo consiste, fundamentalmente, en enfocar la atención en lo que queremos, en lo que nos provoca pasión, entusiasmo, que en lo que nos provoca miedo. Hay que entrenar percepción e inteligencia, en la medida en que la primera trabaje al servicio de la segunda. Según Piaget “la percepción es el conocimiento que adquirimos de los objetos o de sus movimientos, por contacto directo y actual, en tanto que la inteligencia es un conocimiento que subsiste cuando intervienen los rodeos y aumentan las distancias espacio-temporales entre el sujeto y los objetos”. Pero la percepción debe regular lo que procesamos a través de la inteligencia. En este sentido, el liderazgo es un proceso de vanguardia en la exploración de soluciones, un proceso condicionado por la inteligencia, pero regulado en todo momento por una correcta percepción de los hechos. Como ha recalcado José Luís Pinillos “percibir entraña un cierto saber acerca de las cosas percibidas y sus relaciones, un cierto prisma de significación que alberga de algún modo una pretensión de verdad”.

Reinventarse supone sobre todo, ser consciente que, con nuestro trabajo, con el esfuerzo constante, todo ser humano es capaz de crear una gran diferencia. A través del entrenamiento maduro del esfuerzo y del trabajo, el hombre adquiere percepciones que añade a su inteligencia. No se es parte de la solución de los problemas criticando la situación que ha llevado al problema, sino aportando soluciones creativas que añadan valor y que consigan superar el problema.

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