viernes. 19.04.2024

Regular, gracias a dios

'Regular, gracias a dios' es el título que puso José Antonio Labordeta a su autobiografía poco antes de morir. En el prólogo de la misma escribió: “… La frase se la debo a un colega marroquí, que al preguntarle por su salud me respondió: regular, gracias a dios. Supongo que dijo Alá, que para mi es dios con minúscula.

'Regular, gracias a dios' es el título que puso José Antonio Labordeta a su autobiografía poco antes de morir. En el prólogo de la misma escribió: “… La frase se la debo a un colega marroquí, que al preguntarle por su salud me respondió: regular, gracias a dios. Supongo que dijo Alá, que para mi es dios con minúscula. A fin de cuentas, ésta es la explicación menos dolorosa y más ajustada que he encontrado para responder a todos aquellos que en estos días se interesan por mi mermada salud”.

He elegido esa expresión por dos razones. Una, por la manera natural y espontánea con la que Labordeta explica a quién debe  el  título de su autobiografía. Lo relata con esa sencillez campechana que le caracteriza, no le importa mencionar  “...que se la debo a un colega marroquí…”. Da lo mismo que sea de donde sea, el caso es que la expresión más allá de su autor, le sirvió, la utilizó y la contó con la mayor naturalidad del mundo. Dos, aprovechar esta oportunidad para rendirle un homenaje por su trayectoria y su calidad humana, bien tan preciado y que tanta falta hace en estos tiempos tan turbios.  

Volviendo a aquella frase de mi paisano, esa respuesta no se debe necesariamente a su desconocimiento del idioma, sino a una manera de expresarse, radicada en los residuos culturales que se nos incrustan en la memoria desde que nacemos y que resurgen espontáneamente ante la fatalidad. En todas las culturas que se rigen por valores religiosos, o donde esos valores predominan, este tipo de manifestaciones se repiten en las actitudes y las expresiones cotidianas. Ese papel preponderante de las religiones está fundamentado en la promoción del arrepentimiento, de la resignación, del sentimiento de culpa, del sometimiento y hasta del agradecimiento, incluso ante una desgracia por grave que ella sea.

Para hacer una comparación aclaratoria, esa expresión en nuestra cultura podemos decir que aúna y extracta el arrepentimiento, la confesión y el sometimiento a la vez, pero el paradigma que más se le acerca en la cultura cristiana es “poner la otra mejilla”. Así que, sintetizando, la cosa consiste en estar siempre preparados para arrepentirse, para resignarse y encima dispuestos a poner la otra mejilla en cualquier momento y ante cualquier circunstancia.

Curiosamente, el nuevo gobierno empezó por ahí precisamente en su “inicio del inicio”, apelando a nuestra comprensión y responsabilidad, cuando lo que realmente pretende es nuestra entrega incondicional  y la disponibilidad a tiempo completo de nuestras mejillas y sobre todo de nuestros bolsillos. La metáfora encaja, como anillo al dedo,  con todas las decisiones tomadas hasta el momento. Si siguen a este ritmo, que Dios o Allah nos coja confesados  ¡Nunca serán mejor invocados!  

En otro orden de cosas, Rajoy eligió seguir la tradición y efectuar su primer viaje al extranjero yendo a Marruecos. Es una decisión acertada desde todos los puntos de vista, con ella disipa cualquier duda respeto a una hipotética animadversión hacía el país vecino. Esta visita manifiesta lo que ya barruntábamos, que una cosa es estar en la oposición o en  campaña electoral y  otra  ser jefe de estado.

En Marruecos les pasa lo mismo,  a Rajoy le  trataron cómo corresponde a un presidente de gobierno de un país vecino, con el que existen muchos intereses en común; de manera a no desaprovechar ninguna ocasión de ir tejiendo los mimbres de una concordancia que supere el estado de desconfianza que predomina históricamente en las relaciones entre los dos países y que repercuta favorablemente en interés de los dos pueblos. Tanto desde esta orilla cómo desde la otra no son pocos los que llevamos años clamando por un ámbito de relación que vaya más allá de los meros gestos y se encamine hacía el establecimiento de un marco de relaciones amplio, donde todos los actores concernidos estén implicados, y donde se ponga encima de la mesa no sólo lo que nos une, sino también todo aquello que genera animadversión y desconfianza mutua,  para intentar superar ese estado de hecho.

En un reciente artículo de Bernabé López, aparecido en un periódico de tirada nacional, el autor hace mención al “lobby dominante poco amante de lo hispano” en Marruecos. Estoy de acuerdo sobre el fenómeno de lobby pero no sobre la definición  de anti español, porque el lobby al que se refiere Bernabé, digámonoslo con claridad es el lobby pro francés que vela por los intereses económicos, políticos y culturales de una fuerza hegemónica con intereses vitales en la región y que obviamente no quiere ceder ese privilegio.

Mientras tanto, España está fraguando su área de influencia y de intereses en la zona moviéndose entre dos disyuntivas: una relacionada estrictamente con su competición directa con Francia, lo que la lleva a tener muy en cuenta hasta qué punto esa incursión en la región puede incidir en las relaciones entre los dos países y, la otra, en cómo hacer posible el convertirse en socio estratégico de Marruecos sin que ello levante recelos de Argelia, otro país estratégicamente importante para España. En esta coyuntura en la que precisamente las relaciones entre Francia y Argelia no pasan por sus mejores momentos, España puede ser un factor de ponderación en la zona, si basa su política en la cordura y en la generación de equilibrios, en vez de buscar cómo sustituir o desbancar a tal o cual lobby en Marruecos o en Argelia, al tiempo que se pretende quedar bien con todos ellos.

El verano pasado se calcula que más de 45000 ciudadanos de la élite económica y social marroquí eligieron España para pasar sus vacaciones de verano. Esta tendencia está en continuo crecimiento. Los colegios e institutos públicos españoles son de los más solicitados, particularmente en ciudades “afrancesadas”. El Instituto Cervantes está implantado en todas las ciudades importantes de Marruecos con un alto nivel de actividades y una demanda que aumenta año tras año. Los universitarios marroquíes en las universidades españolas se cuentan por centenas. Las relaciones económicas y empresariales están a un nivel que puede considerarse vital para los dos países.

Estos indicadores son demasiado importantes para menospreciar el potencial y la proyección de España en la zona, particularmente en Marruecos. Pero ese potencial hay que reorientarlo hacía unas propuestas políticas y una diplomacia audaces, con iniciativa y un cierto grado de atrevimiento, porque España, en la coyuntura actual, tiene la oportunidad de jugar a tres bandas y demostrar que, frente a las relaciones tradicionales que, en la mayoría de casos, intentaban desplazar y dividir, otras relaciones más justas y provechosas son hoy posibles. 

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