jueves. 28.03.2024

Regenerar la política y la empresa

El sistema económico se define por dos cosas fundamentales: la transparencia y la confianza...

El sistema económico se define por dos cosas fundamentales: la transparencia y la confianza. Si las dos han saltado por los aires tendremos que restituirlas con nuevas normas

Cuando se entremezclan política y empresa, terminan tejiendo redes y comportamientos corruptos, por eso la separación del mundo político del empresarial es el primer eslabón a romper para cortar la cadena de los tráficos de compra de voluntades. Y ese, y no otro, es el motivo por el que debe prohibirse la llamada ‘puerta giratoria’: salidas de la política y entrada a los consejos de empresas y viceversa. Con las experiencias que vivimos, ni un minuto más debe durar esa permisividad.

Necesitamos que un nuevo código de ética corporativa plantee con urgencia que la transparencia de las sociedades es un objetivo de la economía nacional y debe informarse con más claridad las relaciones con los grupos de interés, sociales, económicos, políticos, religiosos y culturales. No se puede dejar que un problema que está debilitando al sistema quede en algo voluntario, precisamos de unos principios vinculantes. De esta forma no quedaríamos (como ocurre ahora) a la espera de la denuncia o el despecho para enterarnos del mal funcionamiento o del atropello de los derechos. No queremos volver a revivir con bochorno los escándalos de gestión temeraria y de aprovechamiento personal de instituciones como las Cajas o de empresas cotizadas y las implicaciones de los políticos que las regentaban.

El objetivo de las auditorias, las comisiones de control y la RSC  no es hacer un marketing de empresa sino defender los intereses de los accionistas, en especial de los minoritarios que no participan en la gestión. Ahora toda la ciudadanía está inquieta, a consecuencia de la cadena de escándalos, porque no se entiende cómo empresas importantes están en los entramados de la compra de voluntades. Urge que todas las empresas del Ibex, o las que tengan más de 500 empleados, o con una facturación superior a los 40 millones de euros, o con un volumen de activos superior a 20 millones de euros, publiquen sus códigos de ética, sus controles de cumplimiento de su responsabilidad corporativa, las incompatibilidades que tienen sus empleados para ejercer ciertas funciones y que las auditorias no se queden indiferentes ante el incumplimiento de los códigos de comportamiento.

Quiero insistir en que la sociedad está asumiendo un concepto de responsabilidad, y no desea que todo quede en manos de controladores profesionales, pagados y designados por quienes tienen que ser controlados. La ciudadanía se está empoderando, no sólo en los derechos políticos sino en exigir que el sistema económico y financiero, al que está ‘salvando’ porque es necesario para seguir garantizando el futuro, es ‘suyo’, ya que al haber acudido al sector público, o sea al bolsillo del contribuyente, le da a éste un derecho. Un derecho social para exigir que los que tienen obligación de informar para rendir cuentas, sean propuestos, no por los que les contratan, y les pagan, sino por la parte independiente de la sociedad civil o por organismos independientes de consumidores, o por las minorías de accionistas.

Hay que iniciar sistemas de separación de poderes efectivos, en la política y en la empresa, para que independencia e incompatibilidades sean efectivas, rectificar cuanto antes la permisividad de interferencias que se viven en un campo tan sensible como es el control, la transparencia y la ética.

Luchar contra las prácticas permisivas que nos han llevado a los escándalos de corrupción no es tarea fácil, pero una cosa ha quedado de manifiesto: con las normas actuales el fracaso ha sido espectacular. Tan explosivo, que se llegó a decir “que había que refundar el capitalismo”. Seamos más realistas. El sistema económico se define por dos cosas fundamentales: la transparencia y la confianza. Si las dos han saltado por los aires tendremos que restituirlas con nuevas normas. Las vigentes no nos valen. Y no nos valen porque ni reguladores ni inspectores ni auditores, ni los muchos controladores, denunciaron  los agujeros negros del sistema cuando se estaban generando. Miraron para otro lado y protegieron la opacidad, porque el que paga manda. Solucionemos el problema antes de preguntarnos si merece la pena el sacrificio hecho para sanear y reflotar las finanzas y las empresas. Estamos a tiempo. Si lo vamos dejando, puede que de verdad se hunda todo el sistema por falta de confianza en los que administran y en los que nos gobiernan.

Regenerar la política y la empresa