jueves. 28.03.2024

Rajoy y la salvación de España

Dice la actual Constitución Española en su artículo 25 que las penas privativas de libertad irán encaminadas a la reeducación y reinserción social de los penados.

Dice la actual Constitución Española en su artículo 25 que las penas privativas de libertad irán encaminadas a la reeducación y reinserción social de los penados. No sé lo que durará la constitución monárquica, pero ese artículo es uno de los más logrados de la misma porque va más allá de la realidad al contener el componente utópico que deben tener todas las normas democráticas: La cárcel no es sólo un lugar donde se encierra al delincuente sino que debe ser el instrumento para que todas las personas, por horrible que haya sido su crimen, puedan ser recuperadas para la sociedad. No digo que esto ahora mismo sea así, pero sí que el ordenamiento jurídico al respecto obliga a los gobiernos a caminar en esa dirección. Otra cosa es que lo hagan.

Al igual que los convictos, todas las personas cometemos errores, unas veces intencionados, otras sin querer, y todas tenemos derecho a rehacer nuestra vida si mostramos voluntad para ello. Rajoy no tiene culpa alguna de ser hijo del magistrado franquista que juzgó el caso Redondela. Pero si es responsable de no haber condenado jamás al régimen fascista español, es decir, de no haberse querido reeducar ni reinsertar en demócrata, pues no puede ser demócrata quien con su voto y el de sus compañeros de partido ha impedido una y otra vez que la democracia española condene el genocidio franquista y ponga los medios necesarios para esclarecer todos los crímenes y hacer justicia. Es comprensible, lo entiendo, lo primero es la familia. Digo esto por los modos de gobernar que este señor –un actor secundario muy malo, sin carácter alguno, algo así como Arturo Fernández, elevado a las máximas cimas del poder por pura inercia decadente– ha utilizado desde que desgraciadamente llegó al poder hace ahora 8 meses.

Mariano Rajoy llegó al Gobierno con un programa electoral determinado en el que se comprometía a no subir los impuestos –yo soy partidario de subir y mucho los que afectan a los que más tienen–, a no recortar en Sanidad, Educación y Pensiones, a no reducir la prestación por desempleo y respetar a los funcionarios. En el debate televisado con Alfredo Pérez Rubalcaba –que no estuvo lo sagaz que se le suponía–, el candidato socialista le hizo una serie de preguntas reiterativas que Rajoy dejó sin respuesta. Aquellas preguntas querían poner a la luz pública las verdaderas intenciones, el programa real que los franquistas del Partido Popular iban a desarrollar en el Estado caso de salir victoriosos de los comicios, cosa que entonces parecía evidente pero no tanto como demostraron los resultados. Rajoy y sus ministros sabían perfectamente cuál era la situación de España en diciembre de 2011, y mucho antes, porque fueron ellos, los gobiernos de Aznar de los que formó parte el tal Rajoy, los que crearon la burbuja inmobiliaria y desregularizaron el mercado financiero, porque fueron ellos quienes al promover la economía especulativa sobre la productiva hipotecaron el futuro de España para muchas décadas, porque fueron ellos quienes permitieron que los bancos –que recibían mucho dinero prestado de Francia y Alemania, ese que hoy nos exigen– diesen créditos al alza, sobrevalorados a personas con muy poca o nula solvencia, porque fueron ellos los generadores del mayor periodo de corrupción que ha sufrido este país desde que “acabó” la dictadura, y porque, la señora Merkel forma parte de la misma internacional reaccionaria y neoliberal que él. No hubo herencia recibida, fue el gobierno Zapatero quien la recibió envenenada: En 2006, un servidor preguntó, al término de una conferencia en el Club Información de Alicante, al responsable económico del Grupo Parlamentario socialista Ricard Torres por la burbuja inmobiliaria –todavía no había estallado el obús– y por si tenían pensado parar aquella monstruosidad de alguna manera. Ricard Torres, explicó meridianamente entonces la situación del país: La política del gobierno del que era vicepresidente Mariano Rajoy había hecho que un porcentaje altísimo del PIB español dependiese directa o indirectamente de la construcción y los trapicheos financieros, cortar de golpe aquella dinámica –dijo– habría sido poner en el paro de la noche a la mañana a millones de trabajadores. Buscamos –argumentó- un aterrizaje suave para volver a incentivar la economía productiva. En eso vino la crisis y todo se fue al garete, pero quienes inventaron la fórmula mágica de construye donde te salga y presta lo que te salga fueron Aznar, Rajoy, Rato y todo su equipo de incompetentes. Por tanto, ya lo creo que Rajoy estaba enterado de cómo estaban las cosas, del mismo modo que también lo sabían Merkel y Sarkozy que participaron prestando cantidades astronómicas a los bancos de aquí con la misma intención: Especular.

Dicho esto sobre la herencia recibida, hablaremos del presente. Mariano Rajoy y sus ministros saben lo justito de democracia. Es algo que no forma parte de su tradición familiar, de su educación sentimental, ni de su moral, ni de sus creencias que por un lado se cuidan mucho de su interés personal, y por el otro continúan la tradición secular de la derecha española –siempre autoritaria cuando no violentamente dictatorial– de andar cogiditos de la mano de Dios, que es al fin y al cabo el Todopoderoso. Se dice que eso de la memoria histórica son paparruchas, claro uno no va a denunciar a su padre ni a decir que participó en este o aquel crimen; se califica a los parados de vagos que sólo buscan la prestación y la bartola; se criminaliza a los funcionarios que nada tuvieron que ver con la crisis que ellos engendraron, rebajándoles sueldos, quitándoles pagas, alargando su jornada laboral, como si la partida presupuestaria dedicada a pagar funcionarios democráticos fuese una hucha de la que tirar para tapar los agujeros que ellos crearon con su estulticia codiciosa y maliciosa sin que ni uno sólo haya pisado todavía los suelos de las cárceles dónde, según la constitución, se reinserta y reeduca a los delincuentes. Se dice que no podemos sostener la Educación, la Sanidad, las pensiones ni las dependencias, pero no se tocan las grandes fortunas, no se persigue el fraude fiscal, se dan miles de millones a la iglesia católica, se pertrecha a la policía con los últimos adelantos para lisiar ciudadanos, valgan lo que valgan, se mantienen costosísimas operaciones militares en países dónde no pintamos absolutamente nada y se dedican cantidades inimaginables de dinero a salvar marcas bancarias que tendrían que haber desaparecido –y sus directivos encarcelados de inmediato- tras crear un banco público que garantizase los depósitos de los pequeños ahorradores. Al mismo tiempo que se repite una y otra vez que no podemos, se incita a los ciudadanos a hacerse planes de pensiones y sanitarios privados –verdadero y único objeto de la política económica del gobierno Rajoy: Privatizarlo todo– cuando en este país nadie sabe si dentro de cinco años existirá la entidad a la que ha estado destinando parte de su sudor convertido en ahorros. En fin, un cuento muy viejo, tan viejo como la historia del capitalismo, del nepotismo y del robo, un cuento que nos lleva inexorablemente a la ruina de los más y al enriquecimiento progresivo de los que ya son muy ricos.

Todo esto es gravísimo, tanto como para justificar una revolución democrática que expulse de los poderes – de todos, incluido el económico y principal– a los incapaces ultraliberales y encarcele a todos los corruptos y especuladores. Pero además de esto, señor Rajoy, en democracia, cuando uno incumple todas y cada una de las promesas electorales que le llevaron al poder, cuando uno actúa sistemáticamente contra el interés general, se dimite y se deja paso a quienes tengan verdadera vocación de servidores públicos y alternativas válidas y eficaces para dar la puntilla a este sistema y poner los cimientos de otro que esté por completo y lo supedite todo al bien común. Señor Rajoy, es usted un incompetente, empero, como la mayoría de los estultos, es usted un malvado, pues sólo desde la maldad se puede comprender su comparecencia del pasado día 11 de julio, una comparecencia que pasará a nuestra historia con letras negras de luto y rojas de dolor. Usted, en su soberbia incomprensible, actúa del mismo modo que lo han hecho todos los “patriotas” de su calaña, vendiendo nuestra alma al diablo. ¿Por qué no se va a dormir la siesta al Registro de la Propiedad de Santa Pola y nos deja que nos salvemos sin su ayuda?

P.D.: Una curiosidad, ¿cómo ha conseguido en tan poco tiempo que su policía vuelva a ser gris?

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