jueves. 28.03.2024

Rajoy en Cádiz

Estupefacción. Imagino que ese es el término adecuado para definir la sensación de muchos escuchando el discurso de Rajoy en el acto institucional dedicado al 200 Aniversario de la Constitución de Cádiz, una inaceptable utilización del momento para lanzar un mitin electoral a pocos días de los comicios autonómicos de Andalucía y defender sus “reformas” y sus “cambios”.

Estupefacción. Imagino que ese es el término adecuado para definir la sensación de muchos escuchando el discurso de Rajoy en el acto institucional dedicado al 200 Aniversario de la Constitución de Cádiz, una inaceptable utilización del momento para lanzar un mitin electoral a pocos días de los comicios autonómicos de Andalucía y defender sus “reformas” y sus “cambios”.

Defenderlos asimilándolos, nada menos, a lo que hicieron los diputados que elaboraron y aprobaron la Constitución de 1812, dando la vuelta a las cosas y dejando a quienes nos oponemos al destrozo del estado del bienestar y de las condiciones laborales que el PP está perpetrando en el papel de quienes hace doscientos años torpedearon la vigencia y la puesta en marcha de aquella ley de leyes.

Atención con dejar pasar sin más este tipo de actitudes, protestando un poquito, casi como para cumplir con el ritual de dejar constancia del desacuerdo. Porque lo de Cádiz se suma a la actitud de Rajoy hacia el Congreso y en el Congreso, en cuya última sesión de control protagonizó una lamentable actitud de falta de educación para con los portavoces de la oposición.

Esto de las formas, en democracia, tiene gran importancia.

No se puede aceptar que quien encabeza el gobierno utilice su posición para monopolizar actos institucionales que, además, están presididos por el jefe del estado. Con ello conculca las normas implícitas que nos dimos con la Constitución de 1978.

Y tampoco se puede aceptar que trate de evadirse de las funciones de control que corresponden al Parlamento despreciando a quienes los ciudadanos han elegido como sus representantes para que, desde la oposición, critiquen la labor del ejecutivo.

Porque si lo aceptamos, el siguiente paso será excluir a quienes no sean del agrado de la mayoría de los actos de todos y acallar a quien no comparta un pensamiento único que dirige el gobierno entre elección y elección, no por derecho divino o natural.

Es verdad que en las actitudes se delatan los contenidos. Los liberales que hicieron la Constitución de Cádiz discutían con vehemencia pero con respeto y pensaban en un estado para servir y no para ser servido.

Eran los absolutistas los que actuaban y pensaban de otra manera y afirmaban con su Rey aquello de marchemos todos juntos y yo el primero por la senda de la Constitución, para luego hacer todo lo contrario.

Yo, de haber estado en el acto de Cádiz, no hubiera tenido duda: tras pedir permiso a quien lo presidía, me hubiera ido. Por dignidad democrática y en honor a la Pepa.

Rajoy en Cádiz
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