jueves. 28.03.2024

Quiebra financiera, quiebra social

Por fin lo inevitable se ha hecho posible. Sus acreedores privados han reconocido que Grecia no podía pagar sus deudas y han aceptado una quiebra pactada, que en lenguaje políticamente correcto se llama “restructuración”. El famoso “structured default” griego es una realidad desde el pasado jueves 8 de marzo.

Por fin lo inevitable se ha hecho posible. Sus acreedores privados han reconocido que Grecia no podía pagar sus deudas y han aceptado una quiebra pactada, que en lenguaje políticamente correcto se llama “restructuración”. El famoso “structured default” griego es una realidad desde el pasado jueves 8 de marzo. Era impensable que un Estado europeo de la zona euro no pudiese pagar sus Deudas, como si fuese un vulgar país emergente asiático o latinoamericano, pero al final, los inversores que compraron bonos griegos creyendo que eran tan seguros como los alemanes han perdido 107.000 millones de euros.

Las agencias de notacion han respondido con una nueva rebaja de la Deuda griega colocando al país en situación de “default” parcial. La verdad es que no es para menos, por mucho que se quiera vestir la operación como si fuese una decisión “voluntaria” de los acreedores. Pero de momento ninguna sensación de pánico en los mercados. Y ello, a pesar de que la Asociación Internacional de Swaps y Productos Derivados haya decidido que se había producido un “credit event” y que había que activar el tan temido pago de los famosos CDS, Credit Default Swaps.

El éxito de esa “restructuración” de la Deuda da un respiro a la crisis del euro y al Gobierno griego. Pero está lejos de ser una solución que evite la quiebra social del país.

Cumplidos todos los requisitos exigidos, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera ya puede empezar a desembolsar el segundo plan de ayuda a Grecia. Se ha levantado la espada de Damocles que desde hace dos años se cernía sobre Grecia cuando se acercaban las fechas de reembolso de su Deuda. Pero solo por un tiempo. Aunque el importe total de la de Deuda griega se haya reducido considerablemente, el déficit griego no va a desaparecer por arte de magia. Todo depende de las perspectivas de crecimiento y estas no están tan claras como las optimistas previsiones oficiales pretenden.

Analicemos las cifras de esta restructuración “voluntaria” que en realidad es una quiebra que esconde su nombre. El total de la Deuda griega es de 350 mil millones de euros (mM€). El programa de restructuración se refería a los 206 mM€ en manos de inversores privados, de los cuales 177 mM€ están sometidos al derecho griego y 29 mM€ al derecho internacional. Se pretendía que los acreedores que participaran voluntariamente en el canje por nueva Deuda de menos valor representasen al menos el 90% de esos 206 mM€.

El porcentaje de aceptación ha sido del 83,5%. Mayor, 85%, entre los detentores de Deuda sometida al derecho griego que sobre el del derecho internacional, 69%. El objetivo del 90% no se ha conseguido pero se ha superado el 75% mínimo requerido para que el Gobierno griego pueda aplicar las cláusulas de acción colectiva (CAC) e imponer el acuerdo a la totalidad de los acreedores.

Una vez decidido aplicar esas CAC, la participación, voluntaria u obligada, representará el 95,7% de los 206 mM€ .Todavía puede ser mayor porque ha quedado abierto hasta el 23 de marzo el plazo para la participación voluntaria de los acreedores sometidos al derecho internacional, que no lo habían aceptado. A la vista del resultado algunos lo harán, ya se sabe que a la fuerza ahorcan.

¿Y cuánto van a perder los acreedores privados? La cifra que se cita es de 107 mM€ de los 206 mM€ de la Deuda afectada por la restructuración. Es decir, Grecia se ha quitado de encima la mitad de su Deuda en manos de acreedores privados.

La pérdida de 107 mM€ está calculada teniendo solo en cuenta la diferencia entre los valores nominales de la deuda. A cambio de una obligación de valor nominal 100, los acreedores van a recibir otros títulos por un nominal del 46,5%. El 15% en obligaciones emitidas por el FESF y el 31,5% en nuevas obligaciones griegas. El 53,5% restante se pierde. Estas son las cifras de la operación en lo que hasta ahora se sabe. En realidad la verdadera pérdida total depende de una serie de hipótesis sobre los tipos de actualización utilizados para calcular el valor actual de las cadenas de rendimiento futuros, y a muy largo plazo, de los nuevos títulos de Deuda y compararlos con los de la vieja.

Todo el mundo ha respirado de alivio. Primero los griegos, pero también el resto de los europeos y el sistema financiero global. Alemania, que es quien manda, ha bendecido la operación calificándola de gran paso adelante en la estabilización de Grecia.

Sin duda lo es. Pero como decía antes, el déficit griego no va a desaparecer por eso. El FMI dice, al menos oficialmente, que el déficit primario griego, antes de pagar intereses de la Deuda, debería ser el 1 % del PIB este año y llegar al 4,5 % a partir del 2015. Pero este escenario se basa en hipótesis heroicas: una disminución del 17% del gasto público de aquí al 2014, estabilidad de los ingresos tributarios y 50 mM€ adicionales de privatizaciones. Menos creíble es la hipótesis de un crecimiento anual medio del PIB del 4% a partir del 2015. Las previsiones pasadas han sido desmentidas por la dura realidad. Para el 2011 la troika esperaba un 1,1% y en realidad la economía griega se ha despeñado por un -5%. Con esos tajos en la demanda agregada no veo cómo la economía griega puede crecer. Y, sin crecimiento, los ingresos caerán y tampoco veo cómo el déficit primario se puede convertir en un superávit.

Pero si se adoptan hipótesis más realistas, como la de un 2,5% a partir del 2015, el ratio Deuda/PIB seguiría siendo en el 2020 el mismo 160% que en la actualidad. Es decir, todo eso para nada. No quedaría más remedio que lanzar un tercer plan de ayuda europeo. Habría que ver si los Estados del euro todavía estarían dispuestos a financiarlo.

El riesgo de una quiebra de Grecia no está pues descartado a pesar de la reducción su Deuda. Pero el problema político es tan grave como el económico. Los europeos, con Alemania a la cabeza, quisieran retrasar las elecciones de abril. La razón es que los sondeos dan a los tres partidos a la izquierda del Pasok el 40% de intención de voto, casi tanto como a los dos grandes partidos clásicos de la política griega, el Pasok y Nueva Democracia, que se habían ido alternando en el poder.

Ese resultado electoral cuestionaría la aplicación de los planes de austeridad. Es lo que Rajoy, bien lejos de la izquierda, está proponiendo para España: más tiempo para poder reducir el déficit de forma socialmente asumible. Eso es lo que se ha negado a los griegos. Retrasar las elecciones y mantener el Gobierno provisional de Papademos, que en principio debía llegar solo hasta febrero, esperando que la economía se recupere, puede provocar una explosión social incontrolada e incontrolable. Sus efectos serían más graves que los del “default” no pactado que se ha conseguido evitar. Pero como la política europea, y en particular la de Grecia, se decide hoy por hoy en el Bundestag alemán, ese escenario de quiebra social no se puede desgraciadamente excluir.

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