viernes. 29.03.2024

Qué hacer para la (próxima) crisis

NUEVATRIBUNA.ES - 9.6.2009Creo que todos los análisis que se hacen en, desde y para el sindicato debería exigírseles la respuesta leninista por excelencia: qué hacer ante la crisis económica. Son muchos los análisis –sobre todo a toro pasado- donde no cuesta nada racionalizar explicaciones, casando, como en un puzzle, causas y efectos para demostrar o justificar ideologías, puestos de trabajo o compromisos contraídos.
NUEVATRIBUNA.ES - 9.6.2009

Creo que todos los análisis que se hacen en, desde y para el sindicato debería exigírseles la respuesta leninista por excelencia: qué hacer ante la crisis económica. Son muchos los análisis –sobre todo a toro pasado- donde no cuesta nada racionalizar explicaciones, casando, como en un puzzle, causas y efectos para demostrar o justificar ideologías, puestos de trabajo o compromisos contraídos. Casi todas las explicaciones no adolecen de falsedad, pero ninguna es suficientemente explicativa. Esta es la primera cuestión que quería plantear de la forma más breve posible.

La segunda es la de salir al paso de una falsedad que se está extendiendo como un reguero de pólvora y puede llegar hasta el mundo sindical: es la idea de que ha habido fallos de mercado, de regulación, y eso ha ocasionado la crisis. Eso es falso, porque aún cuando el origen de la crisis actual está en el sector inmobiliario principalmente –al igual que ocurrió en el año 29- el parón del crecimiento se produce cuando el sector financiero deja de cumplir su labor de captar el ahorro con una mano y prestarlo con la otra, evitándose así el crecimiento de la liquidez (la oferta de monetaria) que –como el aceite en un coche- necesita la economía real. En España podría ser más grave aún porque, a diferencia de otros países de nuestro peso y entorno, gran parte del llamado circulante –donde están las nóminas- se financia con crédito.

No ha habido fallo de mercado, sino funcionamiento típico del capitalismo, que en determinados períodos se alarga la financiación a empresas y particulares más allá de lo que crece la economía real y en otros –como en el que estamos- se acorta extremadamente por falta de confianza. Sin embargo no se puede generalizar y dar una receta única para todo tiempo y lugar. En el núcleo duro del capitalismo se ha instalado una ideología –la neocon- que se basa en 2 pilares: 1) cualquier regulación que venga de los poderes públicos es peor que cualquier autorregulación; 2) cuanto menos Estado, es decir, cuanto menos Sector Público, cuanto menos política, mejor. Esta ideología se instaló en los ochenta del siglo pasado primero en el Reino Unido con Margaret Tacher y al poco en USA con Ronald Reagan, y se ha extendido hasta el presente con el paréntesis del presidente Clinton.

En España ha tardado más, pero se concretó parcialmente con la victoria electoral del P.P. en 1996 de la mano del Sr. Aznar –un falangista tardío- y sus privatizaciones. Seguimos instalados en religión de la mano invisible del Sr. Smith, cuando decía aquello de que buscando el interés particular se consigue el general. Ahora se ha demostrado su falsía, porque las entidades de crédito -buscando minimizar sus riesgos en la etapa actual- han reducido sustancialmente sus préstamos a empresas y particulares, con ello han retraído el Consumo, y tras éste está la producción de bienes y servicios y más tarde las rentas. La falta de liquidez ocasionado por el retraimiento del crédito está frenando el proceso circular de la renta (Consumo/Producción/Renta/Consumo). Afortunadamente en España ha sido menor porque la política del Banco de España de la mano sucesiva de
los señores Rubio, Rojo y Ordóñez ha propiciado una política contracíclica, obligando a los bancos a aumentar las reservas en los períodos de auge económico y disminuyéndola en los períodos de contracción (como el actual).

Esta ideología –la neocon-, que defiende en principio del libre mercado y el no intervencionismo, no ha tenido empacho en ofrecer en EE.UU. por medio de su Gobierno 700.000 millones de dólares para salvar el sector financiero, del seguro, incluso de otros de la economía real (del automóvil). De momento sólo ha caído el banco de inversión Lehman Brothers, pero se ha evitado las de la aseguradora AIG y la de los hipotecarias Fannie Mae y Fredie Mac. Ya hace 10 años se evitó la caída del fondo de inversión Long Term Capital Management, rescatado desde lo público por la Reserva Federal de Nueva York; la de la empresa Bear Stearns, absorbida por decisión política por el banco JP Morgan Chase; la del fondo Goldman Sachs, cuyo presidente era Henry Paulsen, que dimitió ante la situación de quiebra y se unió al gobierno de Bush-hijo como Secretario del Tesoro; y por último, también se salvó en ultima instancia el banco Merril Lynch absorbido también por el Barclays Bank. Todos estos fueron estallidos y síntomas de que el sistema imperante desde la mitad de los años noventa basado en los 2 puntos señalados había tocado techo y no daba más de sí en los conceptos de estabilidad y crecimiento. Incluso ya el modelo neocon del sólo mercado daba síntomas de perversión con las crisis monetarias -y en la economía real- rusa, thailandesa, argentina (corralito), mejicana (efecto tequila), etc. de hace una década junto con los casos de gestión perversa de las empresas Enron, Worldcom, Arthur Andersen, Parmalat. Dejo fuera lo que de verdad importa a los
6.500 millones del planeta: la distribución injusta de la renta y la riqueza entre países, entre la población de un mismo país, el desastre ecológico, etc. que poco importa a los defensores de este sistema del sólo mercado.

Otro error que se ha extendido como la pólvora es considerar que todo esto se debe o se agudiza por efecto de la llamada globalización. ¿Qué es esto, además de una palabra? Sea cual sea como lo entendamos o lo definamos, este no es un nuevo fenómeno. Ya fue señalado por Marx al estudiar los fenómenos de extensión de los mercados de apitales, de concentración y centralización, y del comercio desde casi el mismo nacimiento del capitalismo, desde los primeros telares en Manchester, hasta que Inglaterra se convirtiera en el taller del mundo a comienzo del siglo XX. Nada nuevo. Lenin ya lo estudió en el Imperialismo como fase superior del capitalismo siguiendo a un economista profesional como Hilferding. Lo único que sí se ha extendido significativamente son los mercados que funcionan a la velocidad de la luz: los mercados de títulos, divisas, derivados, opciones, futuros, multiplicándose por diez las transacciones en la última década y provocando crisis parciales y puntuales, pero insoportables para el propio sistema (Banco de Baring). También se ha extendido -¡afortunadamente!- la comunicación a través de la red (Internet) y la información (Google, Yahoo, etc.); en cambio lo que sí se está dando son fenómenos antiglobalizadores como son los de localización/deslocalización de determinadas industrias (automóvil, textil) que se meten en el saco –en mi opinión erróneamentede
la globalización. Pero esto creo que es una batalla perdida, incluso en el mundo sindical, y la consideración de la globalización como un fenómeno nuevo y siempre perverso es imparable. Por ahí ya no sigo.

Otro error más es echar la culpa al mercado. ¿Qué es eso del mercado? Otro tópico extendido. El mercado como forma –más que un lugar concreto- de confrontar dialécticamente con dimensión temporal las ofertas y demandas de los bienes y servicios no es responsable de esta crisis ni de ninguna. Cuantos más mercados existan, cuanto más competitivos sean y cuanto más tengamos conocimiento de las ofertas y demandas, mejor para la economía, mejor para los consumidores, mejor, en general, para los ciudadanos. El problema no es el mercado, el problema –cuando lo hay- es que la oferta –los bienes y servicios producidos- no se adecua a la demanda, es decir, a los deseos de los consumidores, ni en el tiempo, ni en el qué, ni en el precio. Pero esta inadecuación aún sería peor sin mercados. Estos siempre han existido, incluso en las economías de planificadas, de planificación central realmente existentes o que han existido. No caigamos de nuevo en dar al empedrado la culpa del que no la tiene. Ocurre, no obstante, que en gran medida la oferta no se adecua a la demanda porque eso es consustancial al sistema capitalista: los empresarios, comerciantes, intermediarios, etc. buscan el mayor beneficio posible, y los consumidores –parte de cuyos actores son los anteriores- buscan satisfacer sus necesidades. Pues bien, las crisis se desatan o se agrandan precisamente porque ambos intereses –los de la oferta y los de la demanda- se alejan sin que nadie se lo proponga.

Sin más dilación entro en el qué hacer, es decir, en cuál debiera ser –en mi modesta opinión- las propuestas, programas que el sindicato debiera tener y proponer para esta –si es que ya no es tarde- y para el futuro. No creo que pueda el sindicato dejar los asuntos de la política económica en manos sólo de la política y menos aún en manos del sólo mercado. Estas son mis recomendaciones:

a) Una regulación de todos los mercados, de cualquier mercado, mediante instituciones en los que estén representados todos los concernidos: empresarios, comerciantes, consumidores, sindicatos. Ni un solo mercado por pequeño que sea sin que esté cubierto por algún órgano regulador con sus leyes correspondientes en los que las retribuciones de los empleados del órgano regulador no dependan de lo privado para evitar el fenómeno de la captura del regulador.

b) Creación de un sector público del crédito con estas características: 1) Debiera ser lo suficientemente potente como para que en períodos de retraimiento del crédito –como el actual- pudiera llegar a todas las empresas y comercios del país y a todos los consumidores. Esto exige no sólo una posesión pública del saldo vivo crediticio sino también de largos tentáculos, es decir, de el suficiente número de agencias y oficinas como para llegar a toda la población; 2) Una participación de ese salvo vivo crediticio en torno al 30% del total. Con ese tamaño -que pudiera parecer insuficiente en períodos de crisis- se podría llegar a casi toda la población tomando interbancario del Banco Central Europeo y del resto del sistema financiero; 3) Su actuación sería contracíclica: en los períodos de auge económico y de alegría crediticia del sector privado –como ha ocurrido casi hasta última hora- el sector público del crédito se mostraría conservador tanto en la cuantía del préstamo, en el riesgo y en los tipos; en cambio en los períodos de contracción del crédito por parte del sector privado –como ocurre actualmente- se produciría la expansión del crédito señalada asumiendo el riesgo del aumento de la morosidad; 4) Salvo estas actuaciones estratégicas obligadas por sus estatutos internos, el resto del tiempo actuaría en pie de igualdad con el resto del sistema financiero.

c) Nacionalización de todas las redes: de telecomunicación, eléctrica, gasística, petrolera. Nuestra economía no puede estar en manos de monopolios de redes por los efectos perversos en precios y cantidades y calidades que conllevan los monopolios en general. Sí a todo tipo de operadoras; no a la propiedad privada de las redes. De esta forma se acabarían las posiciones de privilegio de empresas que son a la vez propietarias de redes y operadoras (Telefónica, tras la privatización de Aznar, es paradigmática). Y esto sin menoscabo de posibles nacionalizaciones si las empresas eléctricas, gasísticas, petroleras y de telecomunicaciones no cumplieran con el cometido de satisfacer primero las necesidades del país y, secundariamente, su cuenta de resultados. Volver de nuevo, en todo caso, a la acción de oro que tenía el Gobierno de la Nación en todos los oligopolios del sector energético antes del infausto gobierno del Sr. Aznar. De esta forma también nos defenderíamos mejor de los intentos de compra de las empresas estratégicas españolas por parte de empresas públicas extranjeras como E.ON o Gazprom.

d) Limitación de los sueldos monetarios y no monetarios y de opciones de los directivos de empresas y sectores estratégicos a determinar por un órgano regulador creado ex profeso. Igual para el caso de los dividendos.

e) Establecimiento del delito –no sólo sanción- de cohecho para el sector privado en pie de igualdad con el actualmente existente para lo público.

f) Todas estas medidas deben estar en manos del Gobierno de la Nación y en ningún caso de las Comunidades Autónomas por motivos obvios. g) Repensar el Estado de las Autonomías actual. No existen actualmente algo que podamos llamar Sistema Público de Sanidad, ni un Educación Pública, ni una política pública de vivienda protegida, ni una aplicación justa, igualitaria y no privilegiada de la ley de la dependencia, sino más bien 17 sistemas de salud –algunos ya no públicos- , 17 sistema de educación, una falta de política de vivienda protegida –principalmente en la CC. AA. Gobernadas por el P.P.- y una nula o desastrosa aplicación de la ley de la dependencia, principalmente también por parte de las comunidades del P.P. El caso de la gestión de la Sra. Aguirre en Madrid es también paradigmático en todas estas áreas. No puede ocurrir que la bondad de estas leyes dependa de que siempre gobierne el PSOE en el Gobierno de la Nación y en todas y en cada unas de las Comunidades Autónomas (también en las ciudades de Ceuta y Melilla). Esto pone en cuestión otra cosa que enuncio a continuación.

h) El modelo de Estado. Creo que estamos en terreno empantanado, que permite el uso demagógico por parte de la Derecha de las competencias. Así, vemos a la Sra. Aguirre decir al Gobierno de la Nación “que no le da dinero para Sanidad”, como si Antonio Mora Plaza Qué hacer para la (próxima) crisis 24/11/2008 - 6 / 6 sus votantes fueran tan ignorantes y estúpidos que no supieran que el Gobierno no da dinero arbitrariamente sino a través de una ley –la LOFCA- mediante criterios objetivos -principalmente por población-, y cómo si no supieran que el dinero no se “da” expresamente a Sanidad, sino que se recauda en parte por las propias CC. AA. y en parte por la Administración Central, y luego parte de este último se entrega a las Comunidades según se especifica en la ley y en los reglamentos, como no podía ser de otra manera en un Estado de Derecho Es un ejemplo más, pero es importante porque resulta insufrible y por la dimensión de la CC. AA. De Madrid. El sistema de ingresos de las CC. AA. basado en la corresponsabilidad fiscal es un fracaso precisamente porque el uso demagógico de las peticiones presupuestarias lo tira por tierra. Creo que debemos ir a un sistema de auto-responsabilidad fiscal tipo alemán, donde los länders ingresan, ponen y quitan sus propios impuestos para financiar sus propios gastos, y el Gobierno Federal tiene sus propios impuestos para financiar sus propias competencias. O vamos hacia atrás o vamos a un sistema federal de una vez por todas.

Antonio Mora Plaza es economista.

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