jueves. 28.03.2024

Puentes y vacaciones escolares

Pienso que cierta gente es injusta con los maestros y sus vacaciones, porque, a poco que se piense, se verá que las vacaciones vienen muy bien para recordar a los padres que tienen hijos e hijas. Pues algunos padres lo olvidan con una pasmosa facilidad.

Pienso que cierta gente es injusta con los maestros y sus vacaciones, porque, a poco que se piense, se verá que las vacaciones vienen muy bien para recordar a los padres que tienen hijos e hijas. Pues algunos padres lo olvidan con una pasmosa facilidad.

Ya sé que en muchos hogares no sentir la presencia de los hijos es un milagro por el que se suspira, pero no está nada de mal que, de vez en cuando, recuerden cómo hablan, cómo gritan y cómo se expresan sus retoños.

Los puentes y vacaciones vienen muy bien para recordar a los papás que un día tuvieron unos encantadores pimpollos. Pimpollos que, a decir de muchos, son la razón y causa de su felicidad. Pues eso: las vacaciones permiten a los papás solazarse a gusto con la razón de su felicidad. Aprendan de Bono. Está feliz por dejar la presidencia del Congreso para dedicarse por completo a España y, por fin, a su hija pequeña.

Las vacaciones son ocasión propicia par a hablar en familia, para conversar con los abuelos, para ver televisión juntos, salir juntos al campo, ir juntos al cine, pasear juntos, ir a comer juntos al restaurante, visitar museos... Estar juntos de verdad.

No dejamos en buen lugar la propia familia al exigir que las vacaciones de los maestros se acorten. ¿Se dan cuenta del terrible mal que podrían ocasionar en el desarrollo psicológico de los niños? ¿Tanto temen lalgunos padres pasar con sus hijos unos días de sobresueldo festivo?

Considérese que las vacaciones son momentos excepcionales para que el niño pueda ajustar cuentas psicológicas con su madre y con su padre. Momentos formidables donde los hijos pueden emular las virtudes ejemplares de los progenitores. ¿Cuándo, si no, va a encontrar el niño tiempo y espacio para conocer e imitar la "santidad" virtuosa del padre y de la madre?

Las vacaciones constituyen momentos excepcionales para poner en contacto al hijo con la familia, fuente nutricia de todo tipo de felicidades. El hijo puede contar a los papás sus problemas, sus obsesiones, sus ansiedades, sus fracasos, sus necesidades de que alguien le escuche. Y al revés, los papás pueden aprovechar para contar a sus hijos sus problemas, sus alegrías y sus tristezas, sus tropiezos, en fin, su vida.

Pienso en las pocas horas que los hijos pasan con sus padres. Es, posiblemente, una de las causas fundamentales de que en este país la gente se queje de que no hay educación en la juventud actual, de que los jóvenes hablen tan mal, de que los niños vean tanta televisión, de que no lean nada excepto pantallas de ordenador, de que lo ignoren todo respecto al sexo y al seso, de que sean tan respondones, de que no dejen el asiento del autobús al anciano... de que, en definitiva, no haya principios ni nada. Si los padres pasaran más horas con sus retoños, tal vez, este panorama de derrumbamiento de los valores morales de la sociedad, como diría Rouco Varela, comenzaría a desaparecer del horizonte.

Por esta razón, y por otras muchas, los maestros deberían tener más vacaciones. Cuantas más vacaciones, mejor. Los niños crecerían más sanos, mentalmente, y físicamente, más robustos, y, socialmente, más solidarios. Y ello sería así, porque pasarían muchas más horas con la familia, con el papá y con la mamá, modelos ellos de todo lo bueno que desean para sus retoños. Tendrían más tiempo para estudiar estos modelos y poner en práctica sus enseñanzas aprendidas in situ.

Por lo demás, si los maestros tienen la culpa de una parte importante de los males de la sociedad, no se comprenden las prisas de los padres pidiendo que terminen cuanto antes los puentes y las vacaciones.

Pues los niños donde más seguros están es en el hogar, en el calor de la familia. Es obvio, por eso lo evidencio, que los niños donde más y mejores cosas, más y mejores virtudes han de aprender para esta vida es en el escenario de la familia.

Paradójicamente, los padres, echándose tierra contra su propio tejado, y si de ellos dependiera, prolongarían la escolarización hasta los veinte años incluyendo en ella, una drástica reducción de las vacaciones de los maestros.

Incomprensible.

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