jueves. 25.04.2024

Profesionalizar la política

Durante la Transición, se ha dicho que en España surgió una generación de políticos capaz de forjar un sistema democrático. Unos políticos que, supuestamente...

Durante la Transición, se ha dicho que en España surgió una generación de políticos capaz de forjar un sistema democrático. Unos políticos que, supuestamente, actuaron con responsabilidad y sentido común. Nadie a día de hoy niega la valía de Suárez y Carrillo como muñidores de pactos, de Fraga por democratizar a la derecha española o de Felipe González por hacerse cargo del estado de la sociedad e impulsar una modernización política y social que introdujo a España entre las sociedades más avanzadas de occidente.

De igual modo, en nuestra II República, incluso antes, se han destacado las virtudes de los políticos. Azaña será recordado como la encarnación del sistema político y por su capacidad de oratoria,  también por intentar, junto con Prieto, forjar un sistema democrático capaz de encauzar a la sociedad. Largo Caballero es mencionado como el líder y referencia ineludible de la clase obrera de la primera mitad del siglo XX.  En cualquier caso, la política de principios del siglo XX y también la que se produjo a finales de los años 70 y 80 era todavía una actividad reservada a los grandes hombres. Los ciudadanos interpretaban que su acción debía ser producto de aquellas personas capaces de movilizar y encauzar, poco más. Por no comentar en profundidad la concepción totalmente elitista que existía en España sobre la política durante las primeras etapas de la Revolución liberal y durante la Restauración.

La política y los políticos, producto de su época son hoy criticados por su escasa competencia y por su mínima representatividad.  Es cierto que la crisis de la política y la crítica a los políticos está relacionada con la situación de desamparo que sufren los ciudadanos ante el masivo desempleo y el deterioro del Estado del bienestar, pero los nuevos movimientos de protesta que reclaman cambios en la representatividad y nuevas formas de representación democrática nos advierten de nueva demandas de políticos o de un tipo de políticos nuevos.

Las críticas sobre la competencia y representatividad tienen que ver con la formación y cooptación de la clase política. Sobre el primer aspecto, lo más destacado que percibe la sociedad es que muchos de los problemas de la economía y también muchos asuntos que están relacionados con la gestión es realizada por políticos incompetentes que no son capaces así de hacer políticas equilibradas y justas. Se percibe claramente en la gestión de la crisis donde parece no surgir una sola idea inteligente para ayudar al tejido productivo de pequeñas y medianas empresas. O en la educación o la sanidad donde las legislaciones no tienen en cuenta y olvidan cuestiones pedagógicas o nociones básicas de salud.

El segundo motivo de queja es la representatividad. Seguramente el más importante y la madre de todos los problemas de competencia. Los partidos políticos reclutan a aquellos políticos que obedecen a grupos de interés o directamente a fidelidades o redes clientelares o caciquiles que nada tienen que ver con las capacidades de las personas para desempeñar los cargos. Tenemos numerosos ejemplos: el clan Pujol en Cataluña, Presidentes de Comunidades autónomas que privatizan la gestión de la  Sanidad, etc.

La solución para acabar con la incompetencia y la falta de representatividad es la profesionalización de la política: convertirla en una actividad técnica donde los cargos de designación solo pueda hacerse a través de la elección ciudadana. La política por supuesto es una actividad a la que cualquier persona puede concurrir, ahora bien, los partidos deben ser lo suficientemente democráticos como para que la sociedad ponga filtros, exigencias académicas y de experiencia profesional  y mecanismos de control sobre los puestos ejecutivos de dirección y de responsabilidad.

Profesionalizar la política