jueves. 25.04.2024

Primarias: debate abierto

En una entrevista recientemente publicada en

En una entrevista recientemente publicada en Nuevatribuna, hice unas consideraciones sobre las elecciones primarias –que dieron título a aquella–, en el contexto de una amplia reflexión política, en las que advertía diferencias con los ejemplos francés e italiano, ante su posible desarrollo en nuestro país. Ello dio lugar a una sugerente tribuna del compañero Ángel Requena que, animado por un debate cabal, me gustaría contextualizar. Adelanto que varias de sus reflexiones constituyen un cuerpo de ideas básicamente compartido, y que se resumen en la afirmación de que “las primarias son una forma de movilizar a miles de personas mucho más allá de las cada vez más reducidas militancias partidarias”.

Parto de un diagnóstico que hoy atenaza a la izquierda social y política, y que el propio Requena enfatiza: la enorme brecha entre afiliación y voto que se observa en las formaciones políticas progresistas. Una brecha que puede ser fácilmente digerida por los partidos conservadores –al fin y al cabo, exceptuando algunas fuerzas de la postguerra en Europa, nunca pretendieron ser otra cosa que máquinas electorales o plataformas para proyectos autoritarios–, pero que no puede ni debe ser obviado por las izquierdas, al menos por una formación política como Izquierda Unida.

Abriendo puertas

Las formaciones políticas de la izquierda deben, en consecuencia, concentrar buena parte de sus recursos en reforzar sus estructuras partidarias, incrementar su afiliación y avanzar en la credibilidad pública de su acción política. Conozco muchos intentos fallidos de promover ambiciosos proyectos de refundación de IU, en los que abundaban constantes llamamientos a la participación de personas y colectivos ajenos a la organización, y que han conducido una y otra vez a la frustrante convocatoria de reencuentros, de escasa o nula proyección social y política. Es decir, cuando una fuerza política emprende un viaje a lo desconocido –léase más allá de sus fronteras–, mejor hacerlo con las mayores garantías posibles de organización, discurso político y voluntad de ensanchar el territorio de las ideas de izquierdas, tanto en la calle como en las urnas. De lo contrario, este tipo de iniciativas suele derivar en tortuosas y alambicadas ecuaciones de siglas, que algún día tuvieron relación con la organización convocante, pero que poco o nada mejoran nuestra relación con la sociedad.

Alguien estará pensando ¿qué tiene que ver la anterior reflexión con la convocatoria de elecciones primarias –abiertas a electores y no solo a militantes– para decidir nuestros candidatos y candidatas a cargos públicos de diversa índole?

Tiene razón. El argumento anterior tiene un efecto limitado, más de orden interno, que público o ciudadano; lo he traído a colación en este diálogo político para contextualizar procesos de debate público, que en ocasiones forman parte de conflictos más de identidad corporativa que política.

Yo matizaba en la entrevista de Nuevatribuna que los modelos francés e italiano de primarias en la izquierda –distintos también entre sí– podrían guardar diferencias con la situación española. En primer lugar, porque mientras en Italia el PD dispone de una extensa y fuerte organización por todo el país, en Francia la del PS brilla por su ausencia. La propia modificación de la ley electoral en Italia, imponiendo un bipartidismo ajeno a la tradición política italiana, empuja a la ciudadanía progresista a implicarse en las primarias, trascendiendo a sus preferencias partidarias.

En España, junto a experiencias locales o autonómicas, tanto PSOE como Izquierda Unida han protagonizado elecciones primarias para designar a sus candidatos, limitadas a sus censos internos de afiliación. Puede y debe ser un proceso estimulante regular elecciones primarias abiertas al electorado de nuestra formación política, si somos capaces de convenir naturaleza, objetivos y consenso programático de las mismas. Si, como advertía con anterioridad, nos proponemos  fortalecer las estructuras regulares de militancia, incrementar la afiliación y recuperar credibilidad y legitimidad de nuestra acción política en la sociedad, podremos perseguir simultáneamente ambos objetivos.

Cuando presenté mi candidatura a la coordinación general de IUCM, lo hice junto a un amplio colectivo de personas e ideas que representan a la mayoría de la organización, con algunas prioridades que merece la pena recordar: más política, más organización, más sociedad. A partir de aquí, toda iniciativa que contribuya a movilizar a miles de personas sin carnet de afiliado/a, debe ser impulsada y apoyada. Sin reservas, sin el freno de mano, pero convencidos de que la democracia necesita ante todo de herramientas sociales y políticas (partidos, sindicatos, activismo civil y profesional) que sean útiles a la sociedad a la que representan. Para ello será necesario, erradicar la corrupción y expulsar a las personas corruptas, abrir las puertas a la participación y renovación de los partidos, recuperar el valor de la política y desterrar cantos de sirena que con frecuencia buscan devaluar la representación pública y ensalzar la función de voces y entidades no democráticas.

Primarias: debate abierto